AMOROSAMENTE FIRMES: Alfred Adler y la Educación Positiva.


Introducción

En un contexto educativo marcado por transformaciones sociales, culturales y emocionales, la necesidad de un enfoque integral para el desarrollo humano se torna imperativa. La educación no solo debe abordar el aprendizaje cognitivo, sino también el desarrollo socioemocional y ético, preparando a los estudiantes para enfrentar los desafíos de un mundo complejo. En este sentido, la obra de Alfred Adler (1870–1937), médico y psicólogo austríaco, emerge como un pilar fundamental para repensar la práctica educativa. Como fundador de la Psicología Individual, Adler propuso una visión del ser humano como un ser social, motivado por la búsqueda de pertenencia, propósito y contribución al bien común. Su enfoque, centrado en la cooperación, el respeto mutuo y la construcción del carácter, no solo anticipó los principios de la Psicología Positiva, sino que también sentó las bases para la disciplina positiva, una corriente pedagógica que prioriza el desarrollo del potencial humano a través de relaciones basadas en la empatía y la responsabilidad.

Este ensayo explora las conexiones entre el pensamiento adleriano y la educación positiva, articulando sus fundamentos teóricos, aplicaciones prácticas y aportes a la educación del siglo XXI. A lo largo de cinco secciones, se analizarán los principios de la Psicología Individual, la educación del carácter según Adler, la disciplina positiva como herencia de su legado, los vínculos con la Psicología Positiva y las aplicaciones contemporáneas de su pedagogía.

1. Fundamentos de la Psicología Individual de Adler

La Psicología Individual de Alfred Adler se distingue por su enfoque teleológico, que entiende la conducta humana como orientada hacia metas y propósitos, en lugar de determinada por eventos pasados. A diferencia de Sigmund Freud, quien enfatizaba el inconsciente reprimido y el determinismo biológico, Adler argumentaba que “toda conducta humana tiene un propósito, incluso la desadaptativa” (Adler, 2004, p. 32). Esta perspectiva subraya la capacidad del individuo para dar sentido a sus experiencias y orientar su vida hacia objetivos significativos.

Adler identificó tres tareas vitales que estructuran el desarrollo psicológico: la relación con los demás, la profesión y el amor. El éxito en estas tareas depende del “sentimiento de comunidad” (Gemeinschaftsgefühl), un concepto central en su teoría que refiere a la capacidad de sentirse parte de un todo social y contribuir al bienestar colectivo (Adler, 2004). Este sentimiento no es innato, sino que se desarrolla a través de experiencias de cooperación y vínculos seguros, especialmente en la infancia. Como señala Oberst (2016), el sentimiento de comunidad es tanto un indicador de salud mental como un objetivo educativo, ya que fomenta la empatía, la solidaridad y el compromiso ético.

Otro pilar de la teoría adleriana es el concepto de “complejo de inferioridad” y su contraparte, la “voluntad de superación”. Adler sostenía que los niños, al nacer en un estado de dependencia y vulnerabilidad, experimentan sentimientos naturales de inferioridad. Estos sentimientos no son patológicos en sí mismos, pero pueden convertirse en un obstáculo si no se abordan adecuadamente. La educación, según Adler, debe guiar al niño hacia la superación de estas inseguridades mediante el fortalecimiento de su autoestima, la promoción de logros alcanzables y el fomento de relaciones de apoyo. En palabras de Adler, “el niño debe aprender a transformar sus debilidades en fortalezas a través de la cooperación y el esfuerzo” (Adler, 2004, p. 45).

La Psicología Individual, por tanto, ofrece una visión optimista y proactiva del desarrollo humano, enfatizando la capacidad de los individuos para moldear su destino a través de decisiones conscientes y relaciones significativas. Estos principios tienen implicaciones profundas para la educación, ya que subrayan la importancia de formar individuos autónomos, responsables y comprometidos con el bien común.

2. La Educación del Carácter según Adler

La pedagogía adleriana coloca la educación del carácter en el centro del proceso formativo, considerándola tanto un medio de prevención como un camino hacia la salud mental. Para Adler, el carácter no es un rasgo fijo, sino un constructo dinámico que se desarrolla a través de las interacciones sociales y las experiencias de vida. Como señala Schell (s.f.), “la educación es un proceso formativo que permite al niño construir un estilo de vida orientado a la cooperación, el respeto y la superación de sí mismo” (p. 12).

En la visión adleriana, la formación del carácter no implica imponer normas externas ni recurrir al castigo para corregir conductas. Por el contrario, se trata de cultivar un sentido interno de responsabilidad, autonomía y solidaridad. Adler distinguía entre el “carácter normal”, orientado por el interés social y capaz de resolver los sentimientos de inferioridad sin recurrir a estrategias egocéntricas, y el “carácter neurótico”, que surge cuando el niño no logra superar sus inseguridades y adopta conductas como la agresividad, la manipulación o el retraimiento (Adler, 2004). La educación, en este sentido, tiene la tarea de prevenir el desarrollo de patrones desadaptativos al fortalecer el sentido de pertenencia y la confianza en sí mismo.

Un aspecto clave de la pedagogía adleriana es su rechazo al autoritarismo. Adler criticaba los modelos educativos basados en la obediencia ciega, argumentando que estos generan miedo y sumisión en lugar de autonomía y compromiso. En cambio, proponía un enfoque basado en el respeto mutuo, donde los educadores actúan como guías que modelan valores éticos y facilitan experiencias de cooperación. Por ejemplo, Adler abogaba por dinámicas grupales que promovieran la ayuda mutua y el reconocimiento de los logros colectivos, ya que estas experiencias refuerzan el sentimiento de comunidad y el desarrollo del carácter.

La educación del carácter, según Adler, no solo beneficia al individuo, sino también a la sociedad en su conjunto. Al formar personas capaces de cooperar y contribuir al bien común, la educación se convierte en un acto de transformación social. Esta visión, profundamente ética, resuena con los desafíos actuales de la educación, que buscan equilibrar el desarrollo académico con la formación socioemocional.

3. La Disciplina Positiva como Herencia de Adler

La disciplina positiva, desarrollada por Jane Nelsen y otros autores inspirados en Adler y su discípulo Rudolf Dreikurs, representa una aplicación práctica de los principios adlerianos en el ámbito educativo. Esta corriente propone un modelo de gestión del comportamiento basado en el respeto mutuo, la empatía y la firmeza afectiva, en contraposición a los enfoques conductistas que recurren a premios y castigos. Como sostiene Nelsen, “los niños se portan mejor cuando se sienten mejor” (citado en Pareja Bayter, 2025, p. 8), destacando la importancia de satisfacer las necesidades emocionales de los estudiantes para promover conductas positivas.

Un principio fundamental de la disciplina positiva, derivado de Adler, es que “la conducta es lenguaje” (Oberst, 2016, p. 5). Las conductas disruptivas, como la agresividad o el aislamiento, no son meros problemas a erradicar, sino expresiones de necesidades no satisfechas, como atención, seguridad o pertenencia. En lugar de castigar el síntoma, la disciplina positiva busca comprender su causa y responder con estrategias que fortalezcan la conexión emocional y la responsabilidad. Por ejemplo, en lugar de reprender a un estudiante por interrumpir, un educador podría iniciar un diálogo para explorar las motivaciones detrás de su conducta y guiarlo hacia soluciones constructivas.

Entre las estrategias de la disciplina positiva destacan las reuniones de aula, las ruedas de reconocimiento, las tarjetas de emociones y las preguntas orientadas a soluciones. Estas prácticas, centradas en el desarrollo de habilidades socioemocionales, reflejan la influencia de Adler al priorizar la cooperación y el sentido de comunidad sobre el control del comportamiento. Como señala Pareja Bayter (2025), “la disciplina positiva no es una moda, sino un giro ético y pedagógico que invita a repensar las prácticas escolares que domestican en lugar de educar” (p. 10).

La disciplina positiva subraya, además, el valor de la firmeza afectiva, entendida como la combinación equilibrada entre la amabilidad y el establecimiento de límites claros; lo que, en términos de Pareja (2025), se expresa como ser “Amorosamente firmes”.  Esta combinación permite a los educadores mantener una relación de respeto mutuo con los estudiantes mientras establecen expectativas claras. Por ejemplo, en lugar de castigar a un estudiante por no completar una tarea, un educador podría ayudarlo a identificar los obstáculos que enfrenta y desarrollar un plan para superarlos, fomentando así la autonomía y la responsabilidad.

4. La Psicología Positiva y la Revalorización de Adler

En las últimas décadas, la Psicología Positiva, liderada por figuras como Martin Seligman, ha recuperado y ampliado temas que ya estaban presentes en el pensamiento de Adler, como el desarrollo del carácter, el sentido de la vida, la resiliencia y el bienestar emocional. Como argumenta Watts (2015), “la Psicología Individual de Adler puede ser considerada la psicología positiva original” (p. 81), ya que anticipó muchos de los conceptos que hoy son centrales en esta disciplina.

A diferencia de la psicología tradicional, que se ha enfocado en el diagnóstico y tratamiento de patologías, Adler proponía una mirada proactiva sobre el ser humano, centrada en la promoción de la salud, la autonomía y el sentido de propósito. Conceptos como las fortalezas humanas, el estado de flujo (flow), la esperanza y el optimismo, popularizados por la Psicología Positiva, encuentran eco en las ideas adlerianas sobre la voluntad de superación y el sentimiento de comunidad (García-Alandete, 2014). Por ejemplo, la noción de “fortalezas del carácter” de Seligman tiene claras similitudes con el énfasis de Adler en el desarrollo de un carácter orientado al interés social.

Además, la Psicología Positiva ha validado empíricamente muchos de los postulados de Adler. Estudios sobre el bienestar subjetivo han demostrado que las relaciones positivas, el sentido de pertenencia y la contribución al bien común son predictores clave de la salud mental (Hervás, 2009). Estas evidencias refuerzan la relevancia del pensamiento adleriano, no solo como un precursor teórico, sino como un fundamento práctico para una educación transformadora que integre lo emocional, lo ético y lo social.

La revalorización de Adler en el marco de la Psicología Positiva también destaca su carácter interdisciplinario. Su enfoque, que combina psicología, educación y ética, ofrece un marco integral para abordar los desafíos educativos contemporáneos, desde la gestión del aula hasta la promoción del bienestar en la comunidad escolar.

5. Aportes Actuales de la Pedagogía Adleriana

La aplicación del pensamiento adleriano en la educación del siglo XXI implica desarrollar prácticas y políticas que prioricen el desarrollo socioemocional y ético de los estudiantes. Entre los aportes más relevantes se encuentran:

  • Construcción de vínculos seguros: La neurociencia ha demostrado que los niños aprenden mejor en entornos donde se sienten valorados y comprendidos (Morán et al., 2014). Los educadores deben actuar como figuras de apoyo que modelan empatía y respeto, creando un ambiente de confianza que facilite el aprendizaje.
  • Promoción del sentimiento de comunidad: El aula debe ser un espacio de cooperación, no de competencia. Dinámicas como las reuniones de aula y los proyectos colaborativos fomentan la empatía, la ayuda mutua y el sentido de pertenencia, alineándose con el Gemeinschaftsgefühl de Adler.
  • Fomento de la responsabilidad: En lugar de castigar, los educadores deben guiar a los estudiantes a hacerse responsables de sus acciones y reparar el daño causado. Este enfoque, conocido como justicia restaurativa, promueve el aprendizaje a partir de los errores y fortalece el carácter.
  • Desarrollo del carácter: Más allá de los contenidos académicos, la educación debe formar ciudadanos íntegros, autónomos y comprometidos con el bien común. Esto implica integrar la educación socioemocional en el currículo y priorizar valores como la solidaridad y la resiliencia.

Estas prácticas, respaldadas por la neurociencia, la Psicología Positiva y la pedagogía crítica, encuentran en Adler un pionero cuya obra ofrece un marco teórico y práctico para transformar la educación. Por ejemplo, programas como el “Positive Behavior Interventions and Supports” (PBIS) reflejan principios adlerianos al enfatizar la creación de entornos escolares positivos y el desarrollo de habilidades socioemocionales.

Conclusión

Alfred Adler fue un visionario cuya Psicología Individual ofrece una brújula para navegar los desafíos de la educación contemporánea. Su énfasis en el propósito, el sentimiento de comunidad y el desarrollo del carácter no solo anticipó los principios de la Psicología Positiva, sino que también inspiró la disciplina positiva, una filosofía educativa que busca formar seres humanos libres, responsables y capaces de vivir en comunidad.

En un mundo marcado por la fragmentación, la ansiedad y la violencia, recuperar el pensamiento de Adler es un acto de resistencia y esperanza. Como él mismo afirmaba, “educar es aumentar el espíritu de colaboración y el interés por los demás” (Adler, 2004, p. 67). Esta tarea, profundamente ética y transformadora, sigue siendo una prioridad para la educación del siglo XXI. La obra de Adler nos invita a repensar la escuela como un espacio de crecimiento integral, donde los estudiantes no solo adquieren conocimientos, sino que también desarrollan las habilidades y valores necesarios para contribuir a un mundo más justo y solidario.

Referencias

Adler, A. (2004). El sentido de la vida. Antorcha Virtual.
García-Alandete, J. (2014). Psicología positiva, bienestar y calidad de vida. En-claves del Pensamiento, 16, 13–29.
Hervás, G. (2009). Psicología positiva: una introducción. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 66(23,3), 15–22.
Morán, C., et al. (2014). La Psicología Positiva: Antigua o nueva concepción. INFAD, Revista de Psicología.
Oberst, U. (2016). La crianza desde la Psicología Individual de Alfred Adler. AFIN, N.º 81.
Pareja Bayter, M. G. (2025). Disciplina Positiva: Estrategias didácticas innovadoras para la escuela del siglo XXI. Documento de preparación Conferencia UNIVO.
Schell, P. (s.f.). La educación del carácter en Alfred Adler.
Watts, R. E. (2015). La Psicología Individual de Adler: La Psicología Positiva original. Revista de Psicoterapia, 26(102), 81–89.


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