Hay quienes piensan que la educación es un asunto exclusivamente racional y por eso todo proceso educativo lo reducen a una pedagogía de tipo racionalista, pero la educación es un asunto que involucra a todo el ser humano, sus pensamientos, sus sentimientos y sus acciones, esto significa que desde que nace el niño(a) la educación tiene que incluir el componente emocional y actitudinal, papá y mamá enseñan no sólo con el "logos" con la "palabra", con la "razón", sino que la primera y principal forma de educación es siempre con el ejemplo, con la empatía, con los sentimientos y las emociones, darle un sermón a un bebé sobre la sexualidad es absurdo, por ejemplo, darle un sermón sobre la masturbación no tiene sentido, pero lo cierto es que la sexualidad y entre ella la estimulación genital autoerótica (masturbación) debe iniciar desde bien temprano, por eso es importante entender que la educación sexual consiste en propiciar en el niño el conocimiento, cuidado y respeto por su propio cuerpo y el de los demás.
Lo cierto es que en promedio, desde los dos o tres años, cuando el niño(a) deja los pañales, descubre otras partes de su cuerpo y con ello nuevas sensaciones. La estimulación de los genitales le produce placer, por lo que suele tocarse con cierta frecuencia, Esto es parte natural del desarrollo sexual infantil y no provoca, como algunos equivocadamente creen, ningún problema en la vida adulta. En el acto de autoestimulación del niño(a) no hay ningún componente de tipo moral, no tiene referencia alguna a situaciones que algunas religiones denominan pecaminosas, ni a actos que algunas posturas éticas podrían considerar reprochables. La inocencia de los niños debe ser orientada hacia un sano desarrollo de su sexualidad, la cual deberá a apuntar a la formación futura de un individuo adulto autónomo, es decir, libre, consciente y responsable. Sin embargo, los moralismos sexuales suelen generar individuos reprimidos desde su infancia, individuos que se quedan anclados por ello en un nivel infantil de tipo heterónomo, es decir, hombres y mujeres con un miedo profundo a la libertad, irresponsables e inconscientes.
Con base en lo anterior podemos recomendar que cuando sorprendamos a nuestro hijo tocándose los genitales no debemos regañarlo ni castigarlo pues esto podría hacerlo asociar la sexualidad con algo malo o sucio. Simplemente tratemos de hacerle entender que esos son actos íntimos, muy personales, y que no debe realizarlos frente a otras personas.
Sólo cuando la masturbación sea algo tan frecuente que impida al niño jugar y realizar otras actividades, o cuando notemos que el niño está ansioso o angustiado, es conveniente analizar qué le está pasando y, si es necesario, pedir ayuda a un profesional.
También debemos advertir a nuestro hijo que nadie tiene derecho a tocar las partes íntimas de un niño o una niña. Que si una persona extraña o de la misma familia trata de hacerlo, debe avisarnos inmediatamente. Nosotros lo protegeremos siempre.