Iniciación
Uno de los aspectos más importantes de la educación, quizás el más importante, es la formación para la libertad. Sin embargo para nosotros los padres es un gran reto lograr identificar qué tanta libertad e independencia requiere un hijo en las distintas etapas de su desarrollo. Lo primero que voy a hacer para abordar este asunto tan importante va a ser el tratar de ofrecer una definición de lo que podemos entender por “libertad”.
Nudo
Libertad es una capacidad que tenemos que desarrollar los seres humanos de manera progresiva a lo largo de nuestro crecimiento; la libertad es esa capacidad de pensar y actuar por nosotros mismos. La libertad también se suele definir con la palabra autonomía, la persona libre es una persona autónoma. Una persona autónoma es aquella que no deja que los demás decidan por ella, por lo tanto, es alguien que sabe actuar con libertad. Pero la verdadera libertad siempre va acompañada de la responsabilidad. Se es verdaderamente libre en la medida en que la persona está dispuesta y capacitada para asumir las consecuencias de sus actos; por eso lo normal es que la persona libre ejerza su autonomía con una actitud reflexiva y consciente, esto significa que es capaz de tomar en cuenta diferentes puntos de vista y puede adoptar, con sentido crítico, el punto de vista que más le convenga o convenza. La persona libre sabe distinguir la conducta aceptable de la que no lo es y también tiene el coraje de expresar sus convicciones y actuar de acuerdo con su propio criterio. De esto modo podemos hablar que la persona adulta está llamada a ser una persona libre consciente y responsable.
De este modo, el camino que como padres, debemos ayudar a recorrer a nuestro hijo(a), debe ser un camino que lo lleve directo a un sano desarrollo de esas tres actitudes: libertad, responsabilidad y consciencia. Como padres debemos ser muy comprensivos en esta etapa de cambios, aunque ya comencemos a ver a nuestra hija(o) con un cuerpecito de gente grande, ella o él siguen siendo muy inmaduros en temas como estos de la libertad, la responsabilidad y la consciencia. Por todo esto, debemos comprender que el desarrollo de la libertad es un proceso que se da junto con la evolución de los demás aspectos de la vida. Cuando el niño pisa los terrenos de la adolescencia sufre una gran transformación interior, su cerebro se ha desarrollado al punto de empezar a manejar ideas abstractas sobre lo que es bueno y lo que es malo, las negociaciones con los padres se vuelven ahora verdaderas discusiones sobre principios y valores. Ahora analiza con detenimiento los conceptos e ideas para defender con más vehemencia sus derechos, es en cierta medida normal el comenzar a escuchar para entonces frases como “mamá, yo soy libre, yo veré si me baño o no para ir donde mis tíos”, “papá tú si eres injusto, “¿por qué ustedes si pueden salir hasta las dos o tres de la mañana con sus amigos y yo no puedo?” El adolescente realmente desea volverse un adulto, es posible que en su intento cometa errores y llegue a sentirse muchas veces confundido, frustrado o con miedo, pero para poder crecer debe poner a prueba sus fuerzas, medir sus capacidades, llevar al límite sus aptitudes. Lo paradójico de este proceso emancipatorio es que si bien quiere ser libre, el adolescente también necesita de nuestra ayuda, necesita quien le pague sus gastos, quien le proporcione ropa limpia, comida caliente, abrazos tranquilizadores, palabras de ánimo y transporte para las fiestas, pero en la misma proporción también es cierto que necesita que se les niegue de vez en cuando el permiso para hacer algo que los pueda poner en riesgo su integridad física o moral (aunque lloren y pataleen). Nuestros hijos adolescentes nos necesitan cerca de ellos, cuando ellos nos necesiten, pero también es cierto que el resto del tiempo ellos preferirán marcar una sana distancia con nosotros para que sus amigos no tengan dudas de la madurez que ya están alcanzando.
Los papás debemos entender que no se trata de un asunto personal, no es que estén de peloteras con nosotros, simplemente quieren mostrarle a los demás y mostrarse a si mismo que es un adulto, que es alguien cada vez más libre, consciente y responsable de sus actos. Sin embargo esa articulación entre libertad y responsabilidad no es bien recibida por ellos, muchos son felices ejerciendo su libertad, pero a la hora de asumir responsabilidades prefieren recular, salir corriendo, evadir el asunto. Lo cierto es que la libertad sin responsabilidad es libertinaje.
Para lograr esa capacidad que nos permite ejercer la libertad, el adolescente debe comprender que este es un asunto que se logra con el esfuerzo personal, el aprendizaje y la experiencia, pero de una forma gradual, no es un asunto al que se llega de un solo golpe. Todo ser humano recorre un largo camino para llegar al verdadero desarrollo de la libertad responsable. Ser autónomo, como ya dijimos antes, no es un asunto que se da de la noche a la mañana, ni tampoco es un asunto de una sola persona. Se trata de un asunto que refiere un largo y duro trabajo sobre nosotros mismos, apoyados por supuesto por el cariño y la aceptación de otros, normalmente se trata de las personas de nuestra familia, barrio o colegio.
Desenlace
Papá y mamá sin lugar a dudas han de ser fundamentales en este proceso de acompañamiento. La libertad es un asunto que debemos conquistar juntos los hijos y los padres. El adolescente necesita luchar para desprenderse gradualmente de nuestra autoridad y nuestro amparo, nosotros como padres debemos estar preparados para aceptar esa separación, para abandonar el control y colocarlo en manos de ellos gradualmente, debemos perder ese miedo natural y permitir a nuestra hija(o) decidir y actuar por su propia cuenta. Aquí es importante finalizar con el cuento del niño que vio como el gusanito se volvió una oruga y quedó colgando de una ramita dentro de un capullo, luego vio como el capullo pasado un tiempo comenzó a moverse y a romperse, dentro de él un animalito que parecía ser una hermosa mariposa comenzó a presionar para romper el capullo y así poder salir a la libertad, a la vida, viendo el niño lo duro y lo difícil del proceso le quiso ayudar y comenzó a quitar pedacitos del capullo hasta que por fin salió la mariposa, la tomó suavemente, la haló de lo que quedaba del capullo, la sacó completamente y la puso en la mesa, la mariposa quedó sobre la mesa y luego poco a poco trató de mover con fuerza sus alitas para volar, pero no podía hacerlo, lo intentó y lo intentó hasta que pasado mucho tiempo terminó muriendo sin poder volar, el niño le había hecho un daño gravísimo, esa fuerza debía hacerla ella romper el capullo y para poder fortalecer sus alas, como no la pudo hacer porque el niño se lo impidió sus alas nacieron atrofiadas, de ese modo su ayuda fue la perdición de la mariposa.
Para el diálogo
1. ¿Usted es consciente que el mejor predicador se llama “San Ejemplo”?
2. ¿Es usted una persona con un plan de vida propio construido y vivido de manera libre, consciente y responsable?
3. ¿Es usted de los que les gusta asumir una postura paternalista con su hijo o con su hija tratándole de resolverle siempre sus problemas?
4. ¿Es usted un padre o una madre que está pendiente de su hija o de su hijo y, poco a poco, según su madurez le va permitiendo que aprenda a manejar su libertad?
5. ¿Es usted un padre o una madre que deja abierta las puertas del diálogo para que su hijo o su hija pueda expresar libre y respetuosamente su propio punto de vista sin temor al maltrato físico o emocional?