Introducción
¿Quién soy yo? Todos los seres humanos necesitamos elaborar nuestra propia respuesta a esa pregunta, pero responderla en esta época reclama de nuestra parte el hacerlo desde la perspectiva que nos proponen los nuevos paradigmas o modelos pedagógicos, en mi trabajo de grado para la maestría en filosofía yo hablaba de un nuevo paradigma discursivo, es decir un nuevo modo de entender, expresar y vivir la realidad; los hombres y mujeres del siglo XXI, si desean asumir la vida de una manera sana, equilibrada, capaz de adaptarse a las nuevas circunstancias sin perder su esencia, sin dejar de “ser” lo que son, no tienen más remedio que aprender a funcionar bajo las premisas de un pensamiento “sismo resistente”, es decir, un pensamiento que sabe adaptarse a los nuevos acontecimientos. Esto tiene mucha importancia para el tema que estamos planteando, ya que es en la adolescencia en donde comenzamos a mostrar nuestra coherencia o incoherencia entre el modo en que pensamos y el modo en que vivimos, es el momento en el que el adolescente se va a dar cuenta que “quien no vive como piensa termina pensando cómo vive”.
Nudo
La configuración de la identidad es uno de los aspectos más importantes en esta etapa, recordemos que la identidad es la sensación que tenemos de ser nosotros mismos, es lo que nos permite marcar la diferencia con los demás y reconocer que somos únicos, irrepetibles e irremplazables. Tener una identidad equivale a saber quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos; nuestra identidad también está asociada a nuestro cuerpo, a nuestra familia, a nuestro grupo de amigos, a nuestra ciudad y país, a nuestra época. Ya decía el filosofo español José Ortega y Gasset “yo soy yo y mis circunstancias”. Es la adolescencia la época propicia para que comience a despuntar los primeros brotes de nuestra identidad, cuando ella llega, el adolescente comienza a enfrentar el desafío de definir ¿Quién es? Y comienza, como es normal, tratándose de emancipar de la tutela de mamá y papá, ya no es, ni quiere seguir siendo aquel pequeño que se esforzaba por imitar a sus padres y que se dejaba orientar sin dudar por sus opiniones, ahora comienza a sentirse “grande”, comienza a buscar nuevos referentes, nuevos modelos, nuevos ideales, sus nuevos “ídolos” serán sus actores, cantantes o personajes de la televisión, de las revistas, etc. Tratará de ganarse el respeto y la aceptación de su grupo de amigos.
En este proceso de introspección (conocimiento de sí mismo), el adolescente pasa por fuertes períodos de crisis, confusión y ansiedad, responder la pregunta ¿Quién soy yo? No es para nada fácil, menos para un adolescente, la parte más difícil de esa pregunta es cómo comenzar a buscar la respuesta, por eso lo inicia automáticamente por el lado más fácil, es decir, invirtiendo la pregunta ¿Quién no soy yo? Por eso es normal también que la emprenda contra la figura de autoridad (papá, mamá, etc.) porque son ellos quiénes tradicionalmente se han tomado la libertad de responderle a él las preguntas básicas de la vida. Lo malo es cuando no supera esa etapa y después se convierte en un adulto con problemas de adolescencia tardía, un adulto que se convierte en un verdadero “rebelde sin causa”, pelea sin justa causa con su papás, con su esposa, con su esposo, con su jefe, con todo aquel que signifique para él o para ella una figura de autoridad. El adolescente asume una actitud de abierta confrontación, pone en tela de juicio las reglas y valores de la familia, intenta probar y ensayar diferentes lenguajes, aficiones y vestimentas. Para entonces el espejo será una herramienta de mucha importancia para ella y para él, observarse frecuentemente en él se convierte en una imperiosa necesidad, experimenta nuevos peinados, está atento a las manifestaciones de acné en su cara.
Los papás debemos acompañar sin dejarnos afectar por las fluctuaciones y cambios imprevistos de sentimientos ya que es realmente difícil que tengamos claro cómo es el verdadero comportamiento de nuestro hijo o hija, es frecuente que abandone prácticas o rutinas que había asumido desde niño, como ir a la escuela de futbol o al ensayo musical, esto puede ser un simple acto de rebeldía contra los papás o simplemente desea experimentar en nuevos terrenos, los terrenos que son interesantes para su grupo de amigos. No podemos perder de vista que cualquier cambio en la personalidad de nuestro hijo va a cambiar automáticamente las relaciones y la forma de comunicarnos con él.
El crecimiento y la construcción de su identidad van a obligar al adolescente a replantear profundamente su situación frente a los demás, especialmente su situación frente a la familia. La reflexión personal, la interacción con los demás y el contacto con el medio van a ir configurando su nueva identidad, de modo que privarlo de alguno de estos tres elementos es exponernos y exponerlo a daños irreparables en la estructuración de su ser personal y social. Por lo tanto hay que saber dejarle espacios para la interiorización, para que tenga su grupo de amigos y para que salga del cascarón familiar, el adolescente está rompiendo el huevo de la niñez, muchas veces el mayor miedo a esta nueva realidad no lo tienen ellos, lo tienen los papás y si no lo superan pueden formar hijos e hijas cobardes que no sabrán enfrentar solos los retos de la vida.
Ésta época nueva tiene también otras serias contradicciones, por una parte está ese deseo desenfrenado de ser único, original, distinto a los demás, pero por otra parte y simultáneamente con lo anterior, el adolescente desea profundamente tener un grupo de amigos con los cuales se pueda identificar y para ello se esforzará también por ser como los otros. ¿Cómo ser distinto y a la vez igual a los demás? Vaya problemita en el que está metido el adolescente.
Desenlace
En este momento es muy importante que como padres sepamos fomentar las identificaciones que enriquecen la personalidad de nuestro hijo, pero también enseñarle a ser crítico y realista. Sin menospreciar o burlarnos de su “ídolo” podemos ayudarle a ver cómo es que los medios de comunicación los fabrican exaltando o agrandando sus cualidades y ocultando o minimizando sus defectos o peor aún, mostrando los defectos como si fueran cualidades; bien valdría la pena que él o ella aprendiera a reconocer la persona completa que está detrás del “ídolo” que los medios de comunicación han creado, que sepa valorar aquello en que se ha destacado, sin olvidar que sigue siendo un ser humano con limitaciones, igual que todos los demás.
Para el diálogo:
1. ¿Es tu casa un lugar en el que la confianza y la aceptación mutua están presente?
2. ¿Puede ser la admiración un obstáculo para la verdad? ¿Puede ser el miedo un freno para la libre expresión?
3. ¿Conoce usted los amigos y amigas de su hijo(a)? ¿Admites y estimulas las relaciones de tu hijo o tu hija con otras personas? ¿Promueves la relación de tu hijo o hija con personas que tú consideras que pueden enriquecer su personalidad?
4. ¿Enseñas a tu hijo o hija a ser realista en sus amistades y en la admiración que profesa a determinadas personas?
5. ¿Ayudas a tu hijo o hija a construir una autoimagen que lo aproxime al ideal de persona que él quiere ser?