Galán, Garzón, Cervantes...


Dos asesinatos, uno considerado  de lesa humanidad y el otro, aunque no se le reconoce dicha categoría, son recordados por estos días en el país.
Se trata de la desaparición violenta de dos connotados periodistas.
El pasado 18 de agosto se cumplieron 25 años del execrable magnicidio de Luis Carlos Galán Sarmiento,  el abogado y carismático líder político, cuyo paso por el periodismo dejó una impronta de originalidad en la opinión, la investigación y la crónica periodística.
No en vano, antes de lanzarse a las fauces de la política, ganó en 1970 el Premio Nacional de Periodismo, e impuso un estilo propio en el periódico El Tiempo al lado de Daniel Samper Pizano y Enrique Santos Calderón.
La noche del viernes 18 de agosto de 1989, Galán fue alcanzado por las ráfagas de metralleta de falsos escoltas del DAS que en realidad eran sicarios de Pablo Escobar.
Una década después, también  viernes, el 13 de agosto de 1999,  sicarios de la banda La Terraza, le dispararon al divertido Jaime Garzón, el periodista y humorista que había encontrado la clave para entretener e informar a un país envuelto en el halo de una violencia que no daba tregua.
La desaparición de Galán y de Garzón, a manos de los violentos, dejó un  hoyo negro  en la política,  en el humor y en el periodismo, del cual el país ha tardado en recuperarse, porque es poco perceptible el atraso que la muerte y la violencia le han inyectado a esta sociedad.
En ambos casos, el aparat de la muerte del narcoparamilitarismo y el lado oscuro de fuerzas del Estado se aliaron para acallar las voces de dos insignes del periodismo.
En ambos casos una macabra autoría intelectual fraguó e imaginó varios escenarios para matarlos, y se confabuló, milimétricamente para lograrlo.
Ese engranaje de la muerte se sigue moviendo tan eficientemente que hace poco le asestó otro duro golpe al periodismo: el pasado martes tres sicarios abordaron al joven periodista Luis Carlos Cervantes en un barrio de Tarazá (Antioquia) y lo mataron.
Tan  autosostenible es la empresa de la muerte en este país que los verdugos de Cervantes llevaban cuatro años esperando a que el periodista se quedara sin escoltas.
El panorama es tan desalentador que, de acuerdo con la Fundación Para la Libertad de Prensa (Flip), 140 periodistas han sido asesinados entre 1977 y lo que va de este año.
Desde luego que la cifra es alarmante, pero más alarmante aún es comprobar que la mayoría de esos crímenes siguen en la más completa impunidad, lo que indudablemente da razones a los violentos para seguir acallando con balas a quienes se atrevan a denunciar sus acciones ilícitas. 

Nota:

A todo lo anterior se suma la reciente muerte violenta del periodista caleño, Luis Eduardo Cardozo, asesinado en extrañas circunstancias el pasado domingo, hecho que causó conmoción entre los reporteros, medios en el departamento del Valle del Cauca.
Rechazo total también al asesinato salvaje de James Foley, periodista del Global Post cuya decapitación fue publicada en internet el pasado 19 de agosto.
Foley fue ejecutado tras ser secuestrado en Siria, a manos de Estado Islámico, un grupo yihadista radical islamista.


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