La insulsa moda del escarnio público sin el derecho a la defensa está a la orden del día. Y viene, como diría Arturo Pérez-Reverte de la mano "de la estupidez y su gran aliada: la ignorancia".
El mismo autor ha dicho que hoy "las cosas sensatas, razonables, tardan en arraigar, cuando lo hacen, o se pierden de la manera más boba, y sin embargo cualquier gilipollez se impone con pasmosa facilidad, cunde y se hace moda y costumbre".
Hoy no solo se impone lo absurdo del escarnio, sino que se esparce por las redes sociales como una pandemia, por cuenta de la llamada tecnología digital de punta, en videos que se multiplican en un espectro sin control y sin ley.
Si no hay rechiflas o sin el coro enardecido de la turba que quiere ver "sangre en la arena" o quizá drenar de una vez y por todas, las frustaciones internas como por encanto, ante un linchamiento, o la burla, o el matoneo del prójimo, el momento grabado habría quedado malo.
Para que haya un buen video hacen falta elementos como: la camioneta de lujo, la mujer que se le planta enfrente exigiéndole a quien la conduce, quizá esposo, que baje a la moza; y un coro de casandras que se multiplica como una colonia de hormigas en torno al cadáver de un insecto, para avivar, incitar, y ordenar a la víctima a convertirse en víctimaria, y a tomar la ley por sus manos, olvidando que hacemos parte de un Estado Social y de Derecho.
Si la mujer tiene un bate de béisbol y le magulla el capó del carro al "hijueputa" hasta dejarselo tan inservible que no haya latonero que lo arregle, pues mejor.
Diversos videos de ese corte circularon por las redes sociales a comienzos de este año en el país con gran público y un millar de "me gusta". Y entre gustos no hay disgustos, por eso, siguen apareciendo, no solo de supuestos hombres infieles, sino de linchamientos casi consumados, de peleas entre mujeres que se rasgan las vestiduras, o entre alumnos o alumnas, o de burlas y bullyin de todos contra uno.
Alguien me dijo que "eso siempre ha existido". Y vaya que sí.
El linchamiento por ejemplo, ha estado presente en diversos estadios de la humanidad, culturas y paises. En Irlanda de donde salió el término, Inglaterra, Estados Unidos, y en América Latina, hay casos históricos puntuales.
El linchamiento se define como el castigo a un "presunto criminal" que todavía no ha sido juzgado por un tribunal, por una muchedumbre exaltada e histérica, que tomó la justicia por su mano.
En Cartagena, embebida en una ola de atracos y violencia, hemos sido testigos, de actos grabados, de turbas enardecidas que han golpeado salvajemente, y sin un proceso, al presunto ladrón, dejándolo casi al borde de la muerte.
No he sido ajeno a pensar que "si te atracan, si me atracan, entonces se lo merecen".
Pero la cosa cambia cuando aquella vulnerabilidad también atenta contra tu propia integridad e intimidad, o sea los derechos fundamentales propios. Pero el punto que nos atañe es el registro de esos actos y su masificación.
Habida cuenta que las altas Cortes han emitido sentencias que protegen y preservan los derechos del ciudadano a recopilar pruebas contra el servidor público que lo ultraja o maltrata, una de ellas poderlo grabar, se pregunta uno: y hasta qué punto?. Acaso tengo derecho a hacer pública, grabándolas, las vidas de unas personas que discuten sobre problemas personales que no conozco o no me incumben, en un parque, por ejemplo?.
Por qué hay fallos contra medios de prensa por haber publicado fotos o videos sin la autorización del afectado, pero en las redes circulan cientos y miles de imágenes sin control?.
De acuerdo, muchas cosas se han dilucidado por una cámara encendida, pero debemos abusar de ese poder?.
Lo que sí apoyo es el escarnio público a traves de vallas que se les impondría a los violadores, en casos ya fallados y reconocidos.
Cuando falta mucha tela jurídica que cortar en esta materia, es bueno recordar a Santo Tomás de Aquino cuando dice que libertad se termina donde empieza la de los demás.
Debo decir que muchos miembros de las autoridades no ayudan. Entonces el ciudadano apuntala más ese deseo reprimido de hacerse ver a través de grabaciones, cuando, por ejemplo, es ultrajado por agentes que representan a esa autoridad.
Tampoco aportan de a mucho los ciudadanos con ínfulas de poder que han salído al quite protagonizando penosos incidentes, apoyados en el absurdo del "usted no sabe quién soy yo?".
Quiero dejar está reflexión del escritor y catedrático colombiano, Gustavo Arango, muy a propósito del tema. Dice Arango que: "Nos estamos perdiendo en la trivialización. Hoy pasamos, en cuestión de minutos, de la militancia de moda a embobarnos mirando videos(...). Estamos en la época de los linchamientos virtuales. Nos vamos quedando sin criterio y sin memoria. En medio de esa trivialización general, es necesario hacer un gran esfuerzo para seguir despiertos, activos, pensantes. y son pocos los que hacen ese esfuerzo".
PD: He conocido el caso del presunto autor de un acto público bochornoso en un bus de Transcaribe, el mismo al cual la turba casi le impone su ley. Aún cuando muchas personas dicen ser testigos de lo que hizo, su abogado sostiene que es inocente y que su cliente nunca debió ser sometido al escarnio y ultraje público que padeció.
Pero este es un caso que deberán resolver los estrados judiciales.