La movilidad de una ciudad, habla de ella. Podría decirse que es el reflejo de su calidad de vida. A mayor organización del transporte público e infraestructtura vial, mayor serían las ventajas laborales, la economía y la productividad.
Es evidente que lo que se ve en Cartagena en momentos cruciales es todo lo contrario.
Está claro que el fenómeno del mototaxismo se ha ido multiplicando de manera irrefrenable, producto de esas desigualdades laborales y sociales enquistadas en la urbe que ya sobrepasó el millón de habitantes.
No hay duda que la falta de ingresos obliga a muchos a jóvenes a dedicarse al trabajo informal del mototaxismo. Pero la actividad está impactando de manera grave la calidad de vida de los cartageneros, y sobre todo la seguridad de sus ciudadanos, aunque un grueso número de la población se valga de este servicio alternativo para movilizarse.
Pero alguien tiene que ceder, y eso debe darse tras un consenso entre los sectores y actores involucrados en la actividad. Y debe parar porque el mototaxismo es una de las variables de mayor accidentalidad en la ciudad, y una máscara en donde se oculta la delincuencia.
Sabemos que la horda de personas que no encuentran cómo movilizarse crece y que esperan lo peor, ahora que se avizora un panorama que sustraerá a buses y busetas del negocio del transporte.
En opinión de un taxista, si se suprimen las motos, los buses, busetas y colectivos, Cartagena sería un paraíso. Y yo creo que tiene lógica, porque Barranquilla lo logró, reorganizando su sistema de transporte y poniendo en rodamiento el Transmetro.
Esto no va a ser en ningún caso fácil, porque aún no se ha implementado una idea integradora de todos los lados de la ciudad hacia una movilidad práctica, limpia, eficiente y moderna. Ese es el reto de Transcaribe, uno de los Sistemas Integrados de Transporte Masivo con mayores problemas en el mundo, y quizá el único que ha demorado más años en implementarse.
Pero creo que la conyuntura es la mejor. Es el momento para rediseñar un mejor sistema de transporte que llegue hasta los lugares en donde la gente que tomaba un jeep, una moto o un colectivo tenga la posibilidad de un sistema cómodo y digno. Es el momento para aquella Cartagena de barrios como Fredonia, El Pozón, Los Campanos entre otros, cuyos habitantes puedan acceder a un medio de transporte digno con aire acondicionado y con comodidad. También es el momento para reorientar a los peatones a cómo comportarse en las vías.
Pero el Distrito, las autoridades y quienes operan el sistema deben poner lo que les toca: chatarrizar vehículos y dar garantías a quienes se suponen abandonarán la actividad del servicio tradicional de buses y busetas.
La chatarrización se calcula en un monto de 270 mil millones de pesos que debe salir del bolsillo de los operadores del sistema integrado, proceso que aún no arranca y por eso, con todo el parque automotor rodando, el sistema Transcaribe no va a funcionar,
Es el Estado, inversionistas y contratistas quienes deben hacer un pacto por la transparencia, con cero corrupción, y crear las oportunidades para aquellos que dependen del sustento de una moto o un colectivo. No va a ser fácil cambiar el chip de años de una cultura irregular, pero por algo hay que empezar.