(Hoy hace 5 años que murió Rosita Jiménez, profesora ilustre de la Facultad de Ciencias Sociales y Educación de la Universidad de Cartagena. A raíz de este aniversario, publico estas palabras que escribí como homenaje a su vida y a su obra)
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Mateo 5:9.
Entrañable Rosa, Rosita Jiménez Ahumada: evocar hoy el último episodio de tu vida en la tierra, es triste y doloroso, por culpa del accidente irracional que cortó el vuelo de tus utopías; sueños que, día tras día, crecían y subían a los ramales de un nuevo amanecer para Colombia. Sueños de niña, sueños de juventud, sueños de madurez, como nichos de sentimientos propios de un alma enamorada de la democracia. A ti te habitó el más sublime romanticismo: tu esforzado motor espiritual en pos de la anhelada felicidad, la mayor justicia colectiva, sin distingos étnicos, ideológicos, políticos, religiosos o condición social.
Tus carismas, adorable amiga, modificaron tu nombre “Rosa” en “Rosita”: tu cordial hipocorístico, un tratamiento mimoso, de ternura familiar. Rosita, tú ibas y vas por el mundo en armonía con el tamaño de tu cuerpo. Tu tamaño, Rosita, era lo inverso a la altitud de tus esperanzas. Todo en ti giraba, y viaja en función de elevaciones y alturas: tu desvelo por la acreditación de alta calidad; tu amor por los que vivían y viven en los altos Montes de María, la alta montaña. Todo en ti era y es de altura y con altura. Volaste tan alto en el designio de aquél fatídico lunes, que las alturas de aquel paraje se confabularon contra tus sueños que estaban transformando los rostros olvidados de aquella sufrida realidad… y allá fueron los golpes bajos, cuesta abajo, y sus mortales consecuencias. Allá también las heridas de los discípulos que te acompañaban. Y después la metáfora de un viacrucis malhadado.
Sin embargo, el Altísimo Dios, el Dios de las Alturas, muy a pesar de nuestras penas, te recibió en las alturas de Su gloria. Creemos en este prodigio para que sean felices nuestros recuerdos. Para que cuando nos visiten, la nostalgia, y la tristeza, y la memoria del bien perdido, resuciten en nosotros, el tesoro de tu sabiduría, y tu temple moral y la abnegación de tus aprendizajes y enseñanzas. ¡Oh, los transfigurados en el espíritu de tus combates, muy similares a la lucha milagrosa de Jesucristo en favor de los débiles, los perdidos, los necesitados! En las alturas de la luz, allá en la alta montaña, estaremos edificando, con fuerza montemariana, un altar que grite: Viajero, ve a la Universidad de Cartagena a decir que aquí yace vivo el ejemplo de Rosita por defender sus objetivos misionales universitarios, como si fuera una poética paráfrasis del testimonio sobre la “Batalla de las Termópilas”: «Caminante, ve a Esparta a decir que aquí hemos muerto por defender sus leyes».
Valerosa Rosita, hija, hermana, madre, abuela, compañera, maestra de maestros del saber y de la vida; Rosita, amorosa y en ocasiones vertical, eres una heroína del conocimiento en la gran epopeya social e intelectual, por la emancipación de las miserias con las armas del conocimiento, en la búsqueda y aplicación sensible del conocimiento. Eres una auténtica rosa-flor de la academia, siempre eres y serás una rosa solar, rosa de paz, rosa de amor, rosa pasionaria, rosa de perdón y reconciliación, plantada en el territorio de las conflictividades presentes y futuras.
Alegría de Rosita, te prometemos ser, desde hoy en adelante, apasionados observatorios, desplazándose bajo la bandera de la “Universidad de la Paz”, por todos los territorios que necesiten la ciencia de la paz, el arte de la paz y la cultura de paz, fortalezas cognitivas que irradia nuestra Alma Mater. Chao, Rosita, Rosa Flor de la Academia, en los Jardines de Academos. Nos seguiremos viendo contigo, en la sintonía de nuestras almas con la tuya, en cada escenario conflictual de nuestra patria. Bendita seas eternamente Rosita, por tu sacrificial manera de jugar con el vértigo de la dicha, en auxilio del prójimo, en favor de la educación para la libertad. Gracias, Rosita, pedagoga diminuta, lidereza enorme, brújula y horizonte, luminosa, singular y pluralista.
Adiós Rosita, te amaremos hasta siempre. No te derrotó la muerte, seguirás eterna en el corazón de Dios y en la gratitud de nuestros corazones. Paz y consuelo a tu familia, a tus compañeros de fatiga. Honor y honra a tu ilustre memoria.