Algunas prácticas pedagógicas en la escuela del siglo XXI: un asesinato consentido. (Segunda Parte)
Algunos “maestros” desconociendo el arte de enseñar, asumen el reto y desplazan a quienes se prepararon para esa tarea. Mantienen la creencia de que enseñar es impartir información para que los discentes la repitan literalmente. Se han encargado de ejercitar a través de acciones reiterativas algunos procedimientos como queriendo señalar que así se aprende y se conoce, esa podría ser una de las tantas formas, pero no la única. En mi concepto, didáctica superada y obsoleta que aún se imparte en esta sociedad, pero que debe ir desapareciendo para consolidar formas más diversas y creativas de enseñar. Creo que se debe experimentar con otras alternativas; el reto es hacerlo para que la universidad reciba individuos aptos para asimilar la formación tecnológica y científica que se supone debe impartirse en sus claustros de una forma más significativa.
Otro aspecto por analizar es el proceso de valoración y de evaluación continua que se quedaron estáticos, donde sólo se mira la cantidad de información repetida como el elemento sustancial del proceso. La punta de iceberg como decía Daniel Wilson, profesor de la Universidad de Harvard, quien también manifestaba, no hace algunos días, que para comprender el aprendizaje de una persona se necesita una valoración continua “de lo contrario, no tenemos evidencia de lo que ocurre en la mente del estudiante: qué tipo de problemas le interesan, le intrigan e incluso le atemorizan”. Además, decía que la pregunta debe ser una constante. Pues, “Si la valoración sólo se hace con el fin de mirar lo que se puede medir del aprendizaje o sólo se enfoca en algunas dimensiones particulares y en determinados momentos, esto no permite comprender en profundidad los aspectos más humanos que involucran el aprendizaje y el crecimiento de la persona.” Considero que no se cumple el propósito de la formación integral del ser humano.
Pero lo anterior, es canto de sirena, puesto que, ahora más que nunca, vemos una descomposición escolar y disciplinar sin la existencia de didácticas ni metodologías para enseñar, jalonados por una normatividad incongruente. Por un lado un discurso pedagógico actualizado, pero por el otro dañando lo que dice con sus acciones y procedimientos. Añadiéndose el poco amor de maestros hacia sus discípulos que no permiten que este elemento catalizador y formador del proceso sea el forjador de una nueva camada de ciudadanos libres, autónomos, respetuosos, creativos y éticamente preparados para construir una nación más equitativa y desarrollada. Se podría decir, están asesinando la educación y al arte de enseñar.
En el caso de la escuela y su proceso educativo, lo importante es saber qué queremos que los estudiantes comprendan y por qué, qué queremos desarrollar en las nuevas generaciones y qué valoramos, expresaba el profesor de Harvard, agregando también: “Nuestro desafío como docentes consiste entonces en pensar en las diferentes formas de valoración y cómo crear oportunidades para que se haga en el aula.”
Se recomienda emplear diferentes estrategias que involucren al estudiante en su proceso de aprendizaje. Daniel Wilson decía “Es evidente que no podemos alargar la jornada académica. Sin embargo, podemos diseñar mejores oportunidades para que ellos piensen, hagan su pensamiento visible y logren mejores comprensiones”. Creo que es hora de dimensionar que las actividades deportivas, culturales, recreativas y artísticas como teatro, danza, música y pintura impartidas por profesionales de estas áreas, entre otras, podrían ayudar a resolver el problema sin tener que recurrir a otras alternativas repudiables como las que proponen algunos tecnócratas desde sus escritorios.
Asimismo, habría que observar como factor agregado a la problemática, la mucha preocupación por cobertura y deserción que prima en las instancias directivas por mantener unos indicadores supuestamente de eficiencia del sistema, que han hecho de la educación una tronera por donde se escapan muchas potencialidades que podrían ayudar a mejorar esta sociedad enferma. Una descomposición que se traslada a lo social, a lo familiar y a lo personal. Pero que no se analiza desde otras ópticas, sino únicamente desde la escuela y sus procesos. Esto es, se busca la fiebre en las sábanas y no en el cuerpo.
Creo que todavía no se ha hecho un análisis detenido de las incidencias nefastas del desconocimiento de los fundamentos pedagógicos en las personas dedicadas a “enseñar” a niños y jóvenes. Alguna vez expresaba que “Tanto es, que en algunas universidades, autoproclamadas templos sagrados del conocimiento, aún no se han dimensionado ni en sus generalidades ni particularidades estas conceptualizaciones y se han quedado estáticas, sin hacer una reflexión crítica ante la crisis que atraviesan. Y si la han hecho permanecen inexorablemente inmersas en un silencio cómplice, motivados por la molicie de sus actantes. Es decir, la ley del facilismo ha sido su accionar”.
En suma, es bueno tener presente que el conocimiento pedagógico es la piedra angular de una buena práctica docente. Que “enseñar es catapultar las capacidades del ser humano sin imposición ni coerción. No es pertinente creer que la instrucción transforma la realidad. Puesto que, esa percepción es muy grave, ya que coartar la libertad y la autonomía del ser humano no es el sentido de la educación.”
Referencia
http://red-academica.net/observatorio-academico/2012/05/21/aproximacion-critica-a-la-practica-pedagogica-descalificadora-de-la-autonomia-y-la-libertad-del-ser-humano-en-la-universidad/
* Docente de español y Literatura del Distrito de Cartagena de Indias en la Institución Educativa Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de Comunicación Oral y Escrita de la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco.