Cinco propuestas para reinventar las Fiestas de Noviembre


En un par de semanas llega noviembre y con él las Fiestas de Independencia de Cartagena. Al decir fiestas, uno debería asociarlas con bienestar. Sin embargo, a juzgar por los saldos de riñas callejeras, atracos y contaminación auditiva que arrojan cada año estos ocho días, las fiestas han degenerado en un espacio para la tragedia, un motivo para escapar de la ciudad y una excusa para que aflore el espíritu vandálico. Un panorama lamentable, tratándose del tiempo que dedicamos a celebrar nuestra “gesta gloriosa de libertad”.

Nunca estaría de acuerdo con cancelar las Fiestas de Noviembre, ni siquiera con acortar su duración. Celebrar la independencia es, en esencia, una oportunidad para construir ciudadanía, hacer memoria, conocernos y reconocernos como coterráneos, echar un vistazo a nuestras tradiciones y proyectarlas hacia futuro. En esa medida, lo que necesita la ciudad es que se trabaje con determinación (autoridades y habitantes en conjunto) para, más que “revitalizar las fiestas” como propone el IPCC, “reinventarlas”.

Enumeraré entonces cinco propuestas con miras a reformular la actitud con la que asumimos el asunto novembrino, y que tal vez nos permitan entender el lujo de disponer de toda una semana al año (sin contar los preludios) para dedicarnos al festejo por una efeméride que nos incumbe a todos:

1) Divorcio total entre las Fiestas de Independencia y el Reinado Nacional de Belleza. Más allá de separar el Bando y el desfile de carrozas de las aspirantes a Señorita Colombia, creo que para evitarnos el mal gusto de tener un montón de eventos a puerta cerrada en el marco de nuestro festejo cívico y popular, el reinado de RCN debería ocurrir en otra fecha.

2) Unificar desfiles. Si el motivo es la independencia, con la libertad e igualdad que ella supone, tras la lectura del Bando debería efectuarse un único gran desfile que incluya el de la comunidad LGBTI; así se honraría, en la práctica, la inclusión social y la celebración de la diversidad.

3) Eliminar el Reinado Popular de Belleza. Un certamen que expone a la mujer como objeto y que promueve su validación a partir del cuerpo, nada tiene que ver con la independencia. Propongo sustituirlo por un gran concurso en el que cada barrio proponga un acto cultural que lo represente como comunidad, con miras a fomentar el sentido de pertenencia con la ciudad y fortalecer los lazos entre vecinos.

4) Crear espacios determinados para la maicena, el agua y el buscapié. En lugar de prohibirlos, es necesario dar opciones. ¿Qué tal una maratón (al estilo The Color Run) a la que asistan todas las personas interesadas en echarse agua y maicena? ¿Qué tal si cada año se organiza romper el record mundial de lanzamiento de buscapiés? Así, quienes quieran vivir las fiestas con estas prácticas tendrían un lugar específico donde darles rienda suelta y quienes prefieran no hacerlo, podrían salir tranquilos a la calle, sin temor a que los mojen, embadurnen o quemen.  

5) Implementar los Rumbódromos. Que la ciudad esté de fiesta no implica que la fiesta deba ocurrir en toda la ciudad. Lo ideal sería elegir varios puntos estratégicos para establecer Rumbódromos en los que se organice la rumba, la música en vivo y la ingesta de alcohol. Allí se congregarían las personas interesadas en la parranda y se garantizaría la tranquilidad de quienes no desean participar de ella.

Creo que si las autoridades encargadas de su organización pusieran en práctica estas propuestas, eventualmente en las Fiestas de Noviembre primaría eso mismo, la fiesta y no otros aspectos negativos. Es urgente empezar a trabajar para que con ocasión del 11 de noviembre, reine la inclusión, la igualdad, la libertad y el ánimo festivo, sin excluir la buena educación. Organización, educación y buen ejemplo son las herramientas indispensables para reinventar los jolgorios novembrinos, de manera que transcurran en un marco controlado que evite desmanes y que favorezca la celebración a gusto de cada quien sin incomodar o dañar a los demás.


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