Ese “Seudo Gran héroe”, modelo de persona que no deja de molestar, no obstante encontrarse en uso de buen retiro, después de haber desangrado y engañado a esa nación, tiene a sus áulicos y bacantes, cual canario montuno y silvestre, comiendo diariamente con trinos disonantes. Pero lo que más llama la atención de esto es la similitud que posee la actitud de éste con aquellos héroes trágicos. Araceli Laurence, en Locura y destrucción en el teatro griego clásico, escribe “Los héroes trágicos, en general, tienen muchos puntos en común con los locos: son destructivos, se matan a sí mismos y matan a otros, se enceguecen y dejan ciegos a otros. Los héroes trágicos ven las cosas de un modo particular, solo ellos tienen esa visión: Antígona rechaza a su hermana Ismene porque no ve las cosas como ella, la primera es una heroína, la segunda, no”. Pareciera que el tiempo se hubiera detenido en ese espacio para estar asistiendo a la escenificación de una gran tragedia griega donde los locos intentan ser dioses o algo así por el estilo.
Sin embargo, no deseo realizar un estudio histórico sobre las Bacantes porque no sería ecuánime con su aporte al desarrollo de una de las manifestaciones del arte escénico, sino hacer un cuadro comparativo entre ellas y un grupo de Bacantes más actualizadas y estilizadas que diariamente aplauden y vitorean a su “Seudo Gran héroe” como si éste fuera el culmen de la intelectualidad y la síntesis del pensamiento equilibrado. Esto es, Bacantes disfrazadas de, lobos blancos y lobas negras, tigrillos, monos, orangutanes, eunucos y seudointelectuales con ánimo de sobresalir y desempeñar papel protagónico sin tener un ápice de materia gris para discernir entre el bien y el mal, o de, mínimamente, ser capaces de no beber la amargura o ese icor de dios olímpico que destila por la herida, su “Seudo Gran héroe”, para no ser considerados idiotas útiles a una causa perdida desde hace rato.
Aunque hay una diferencia enorme entre unas y otras. Mientras esas mujeres gozaban de su dios con sus danzas y orgías extáticas; los seguidores acríticos del “Seudo Gran héroe” pierden el placer de gozar por estar ofreciéndole éste a su líder. Inmersos en su idolatría se adormecen no enterándose que amaneció hace rato y que la terrible noche cesó, mostrando que se cometieron desplazamientos, violaciones, desapariciones, invisibilizaciòn, persecución y asesinato sin el menor recato ni sensibilidad ante hijos, hermanos, madres y esposas. Que el día llegó y los rayos solares alumbraron una realidad que hace ser conscientes a sus ciudadanos de la importancia de la reconciliación.
También se puede comparar a este grupo de personajes paranoicos con el de las tradicionales plañideras. Mientras las plañideras muy llorosas y expresivas no sabían cómo ni qué decir cuando perdían a sus seres queridos; las plañideras del “País del todo pasa y nada pasa” se dedican a despotricar, desde todos los medios habidos, contra todo lo que huela a pueblo. Un coro quejumbroso y suplicante se eleva al Olimpo pidiendo el castigo eterno a quienes se opongan a sus percepciones e ideas; pues, no les gusta ni la paz ni las reformas ni mucho menos el bien para los demás, sino la ley del embudo y la connivencia con lo ilícito y oscuro. Claro, hay que aclarar que las diferencias entre unas y otras, cuando se dan eventos diferentes, es muy enorme.
Por último, es bueno anotar que el término plañidera tiene la denotación, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, de “Mujer a la que se pagaba por ir a llorar a los entierros.”. Teniendo además los consabidos sinónimos de llorona, suspirante, sollozante. Asimismo, se enuncia la acepción de plañidero como lastimero, suplicante, llorón, quejumbroso, quejica, etc. Se trae a colación esta comparación para ilustrar metafóricamente la situación que se da entre los seguidores del “Seudo Gran héroe” y los hechos y eventos de ese país enfermo por la peste del olvido.
Referencia
Laurence, Araceli, Locura y destrucción en el teatro griego clásico: http://www.ucm.es/info/especulo/numero38/locuragr.html