He tenido esas conversaciones a lo largo de la vida: en la familia, en la universidad, en la oficina. La tensión de conversar con el otro lleva primero a un recorrido por varias preguntas: ¿dónde debo hablar? ¿busco un escenario neutral? ¿cómo empiezo? ¿cuándo lo hago? ¿qué es lo que le quiero decir?
¿Qué es una conversación difícil? Para mí, cualquier diálogo que queremos evitar. Sabemos que hay molestia, desacuerdo, opiniones contrarias, con un grado elevado de emocionalidad. Son escenarios incómodos, y sus consecuencias son en realidad el mayor temor.
Prepararse para esto es todo un ritual. Y más allá de esas preguntas, lo más importante es el objetivo que se busca: ¿Quiero que me entiendan y acepten mi posición, o entender al otro, o encontrar un terreno común? Si la conversación ya es difícil, más complicado será ir a esta conversación armado con argumentos para ganar. Es muy común pensar así, en ganar o llevarse la victoria después de despedirse de la conversación, como si se saliera de una guerra.
Por eso, les dejo por aquí algunas reflexiones, consejos, o puntos de vista que a mí, algunas veces, me han funcionado. Por supuesto, estoy lejos de ser experto en esto. Todavía me cuestan mucho esas conversaciones, que muchas veces me cortan el aire y desordenan mis ideas. Pero algo he aprendido y creo que, estos puntos de vista pueden ayudarle a cualquiera a tener un campo de visión más amplio.
- Respeto y empatía: reconozcamos el valor del otro, sus perspectivas, su situación actual. Ese respeto permite, al menos, un primer acercamiento y sobre todo, seguir en la mesa. Nadie quiere hablar, ni llegar a acuerdos con otra persona, si se sienten disminuidas o poco valoradas.
- Escuchar más y hablar menos: ¡pero escuchar de verdad! Tomar en cuenta cada palabra que menciona el otro, y entenderla de verdad. Y preguntar si algo no queda claro, y ahondar más en detalles si todavía no hay entendimiento. Reconoce de verdad al otro.
- Más racional y menos emocional: lo difícil implica salir de nuestro estado de calma y entrar a lo desconocido. Las emociones, en esos momentos, nos llevan a la impulsividad, y las palabras dichas al otro le quedarán para siempre. Es mejor enfocarse en hechos concretos, y más aún, en soluciones.
- "Agree to disagree": me gusta mucho esa expresión del inglés. Está bien si, después de que cada uno haya intentado encontrar puntos en común, acuerden en no estar de acuerdo. El éxito de la conversación difícil no siempre será en llegar a un acuerdo final, sino al menos encontrar puntos de respeto para ambos.
- Evalúa la conversación: ya en casa, por la noche, considera cómo fue ese espacio, y las conclusiones a las que llegaron. Para ese momento, es más probable que la emoción haya bajado, y puedas revisar hasta qué punto puedes aceptar las diferencias sin "hard feelings", sin resentimientos. Igual, llevar una conversación difícil, en estos términos, y aprender de esta, ya es ganancia para las partes.
Las palabras pueden tender puentes o erigir muros. Me gusta pensar, aunque parezca contrario, que las conversaciones difíciles son oportunidades disfrazadas para retar la flexibilidad del pensamiento. Ojalá estas conversaciones sean siempre en persona, y no por teléfono. Ni por Whatsapp.
¿Tienes algún otro consejo? Me gustaría leerlo.