Es muy fácil creer que el problema es solo de delincuentes que nacieron malos en una provincia que teniéndolo todo no tiene nada, en un sitio olvidado de ley y Dios, al que gobiernos por décadas le han dado la espalda y que solo voltean a mirar para quitarles sus riquezas u oprimir a aquellos que al no tener otra oportunidad solo les queda delinquir.
Es muy fácil que en esas tierras del olvido el bandido prospere, lejos de un ojo vigilante pero cerca de uno displicente que convive y come de tierras donde la pobreza reina y la imponen, donde la ley del mas fuerte es la única y a quienes desde la lejana Bogotá ven a esos ciudadanos como de tercera, zarrapastrosos que merecen su suerte.
Es muy fácil hablar de la guerra cuando no vives en la provincia, la que no tiene servicios públicos decentes, la que abre la llave del baño y no le sale agua caliente, la que no sale fría, la que no sale agua, la que sabe que lo del noticiero no es cierto y que no es mas importante que haya una santa colombiana que la masacre en ese pueblo perdido de Dios en el que pretende criar a sus hijos.
Es muy fácil cuando vives en la otra Colombia, esa que se sienta tranquila en su casa a dormir porque lo demás, como la guerra de la que hablan y no viven, queda muy lejos.