Los 40 Plus


Cuando yo era niña y miraba a mis abuelas con 40 años y más, las veía como señoras adultas, casi viviendo el fin de sus días. El tiempo ha pasado, las etapas han cambiado, las prioridades son otras, quizás. Y hoy, a pocos meses de cumplir 40 años; sí señores, llego al cuarto piso, hago una autoreflexión sobre mis expectativas, sueños y metas de mis cuatro décadas de vida.

Vengo de una comunidad costeña tradicional, acostumbrada a  paradigmas y modelos inventados por la sociedad, estructuras emocionales que, según, definen los pasos correctos, que te llevarán a alcanzar la tan anhelada felicidad, los cuales menciono a continuación: debes ir al colegio, luego a la universidad, realizar un posgrado universitario, empezar a trabajar, casarte, tener hijos y después morir. Luego de cumplir cada uno de esas etapas, ya eres “feliz” y prácticamente puedes descansar en paz. Si eres hombre, tienes antes de los 40 para formar familia, si no la masculinidad está bajo sospecha, y si eres mujer y llegaste a los 30, no te has casado o por lo menos no tienes una relación formal, entonces el “tren” ya está cerca y empiezan todos a preocuparse, porque la niña se está quedando “solterona”.

Parece un chiste, pero no lo es, por lo menos es una parte de mi historia. Con tranquilidad, plena convicción y viviendo feliz a mi manera, les debo decir que de todos esos pasos de “vida ideal”, solo he cumplido, hasta ahora, con los 4 primeros, haciendo un pare largo en “empezar a trabajar”. Y gracias a Dios y a la vida, he sido muy exitosa en mi profesión, porque ha sido mi verdadera pasión.  Por lo que podría afirmar, entonces, que ya me casé con el amor de mi vida: mi carrera.

Escribiendo estas líneas, se me viene a la mente un recuerdo de una persona que en un evento social me preguntó que si yo no pensaba realizarme como mujer, cuando escuchó que no estaba segura de si quería tener hijos. Pregunta indiscreta, pero que me hizo responder de forma automática: “yo estoy realizada hace mucho tiempo con lo que considero que hoy me hace feliz”. Memorias que me hacen reafirmar que, para algunas personas, el hecho de no traer hijos al mundo, por ejemplo, te hace una mujer fracasada. Un estigma algo fuerte y desconsiderado.

Debo reconocer que luchar contra esas creencias ha sido un poco difícil y retador, con cuestionamientos entorno a si he dedicado mucho tiempo a crear una carrera con categoría, descuidando mi vida personal; entrando en crisis emocional, con un sentido de culpa, por haberme concentrado en formar una profesional disciplinada, dejando atrás los otros “pasos correctos” que les mencioné al iniciar este texto, y fabricando en mi mente pensamientos de soledad y tristeza. ¡Qué duro! Decirte lo contrario sería mentirte.

Pero.. ¿Qué es la felicidad? Es simplemente aquello que te hace sentir complacido, emocionado, eufórico, en el tiempo y el lugar que tú decidas que es perfecto. Eso no lo define ninguna regla social, es suficiente con recordar qué te mereces.

Y te preguntarás: ¿Cómo te sientes hoy? ¿Qué has hecho para cambiarlo? No ha sido sencillo, pero luego de conversar conmigo misma de forma sincera, entendí que debo enfrentar mis miedos y soltar todo aquello que no puedo controlar (el 15 de diciembre igual llegará y cumpliré 40); conectarme con la gratitud, porque he vivido unos años grandiosos, con aprendizajes y experiencias únicas, y  entendiendo que todo hace parte de un plan que un Dios todopoderoso tiene para mí desde mi nacimiento. Sigo creyendo, desde el merecimiento y no desde la necesidad, en la importancia de encontrar un amor bonito, sincero, correspondido y espontáneo, que vea a través de la ventana lo mismo que yo observo y que nadie más ve; claro que sí, porque soy una convencida que el amor es la energía que mueve el mundo. Pero no es lo que hoy determinará mi éxtasis en la faz de la tierra, porque mi felicidad depende solo de mí, no de otra persona.  

De igual manera, dejé de limitarme pensando que porque tengo más años no puedo realizar ciertas cosas. Mentira, señores, soy capaz de hacer todo lo que me proponga. Hay que darle a los procesos los tiempos que se merecen.

Tanto es así, que les cuento que volví al colegio, estudio en Miami  (EE.UU.) en una academia y tengo una mejor amiga en esta grandiosa ciudad, que se llama Valeria, un angelito que Dios me puso en el camino con algún propósito y que sólo tiene 26 años; mientras tanto, con ella seguiré conociendo cómo viven hoy los jóvenes de 20 en pleno siglo XXI, sumando un aprendizaje a esta maratón, porque confío en que tendré larga vida.

Hoy sólo agradezco por cada minuto de respiración y le doy la bienvenida a una nueva etapa, que desde ya decreto, será de “oro”.

¡A vivir!


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