LA DEMOCRACIA SECUESTRADA


Estuve secuestrado durante seis años por las FARC. En los primeros tiempos de mi cautiverio se manifestaban como el nuevo poder en Colombia. Se consideraban triunfadores en su guerra contra el Estado y nuestras instituciones, hasta cuando el Plan Colombia, ideado por el presidente Pastrana y fortalecido por el presidente Uribe, los derrotó.

Entonces cambiaron la estrategia. Conscientes de su incapacidad militar para tomarse el poder, recurrieron a la guerra política, a la combinación de todas las formas de lucha. Apoyados en la enorme riqueza que les genera el narcotráfico, lograron imponer un acuerdo de Paz, con total impunidad, prerrogativas políticas y respaldo internacional.

En ese proceso, varios partidos políticos se entregaron. Se doblegaron ante las prebendas burocráticas y la mermelada que les reportaban buenos ingresos para aumentar sus riquezas y fortalecer sus empresas electorales.

Por eso, a pesar de la derrota del plebiscito, el gobierno logró imponer, por la vía del Congreso y de las Cortes, el acuerdo que se constituyó en la primera piedra de una nueva realidad política en el país: los actos de la delincuencia fueron avalados y justificados; los de la institucionalidad democrática, sometidos a escarnio y vilipendiados.

La nueva estrategia para la toma del poder es una acción orquestada desde instancias internacionales para acabar con los pilares de nuestra democracia, y tomarse a Colombia para la causa comunista, a través de una coordinada campaña de desprestigio en contra de los líderes que defienden y representan a nuestras instituciones y nuestras libertades.

El uso masivo de las redes sociales y de muchos medios de comunicación, plagadas de medias verdades, noticias falsas y calumnias, dirigidas a destruir el buen nombre y las ejecutorias de muchos colombianos, que le han servido al país con desinterés y patriotismo, es un eslabón muy importante en el proceso de minar la democracia y los valores que compartimos.

Colombia enfrenta una amenaza sin igual para que aquellos que han querido tomarse el poder por la fuerza durante muchos años, lo logren por la vía del engaño, la desinformación y la calumnia.

Fui canciller de Colombia durante el gobierno del presidente Alvaro Uribe Vélez. En ese ejercicio pude conocer las características, las cualidades, la voluntad de servicio y la entrega por el país del presidente. Un hombre sin tacha esmerado en lograr para el país las transformaciones necesarias para superar la pobreza y lograr condiciones de vida dignas para todos los colombianos.  Un gran ejemplo de vida, de valores y de compromiso para todos los colombianos.

Hoy enfrenta una medida de detención domiciliaria, a todas luces injusta, que nos ofende a muchos compatriotas. Es la mejor demostración de la politización de la justicia, que al igual que premia a los delincuentes, castiga a los ciudadanos ejemplares. Dos expresiones de la misma conducta, de la misma línea política, de la búsqueda de los mismos objetivos. Desacreditar a nuestros líderes y enaltecer a los delincuentes.

La defensa de la libertad, el buen nombre y las ejecutorias del presidente Alvaro Uribe Vélez, es la defensa de nuestra democracia, de nuestras instituciones, de nuestros valores y de todo el país. Debe ser una causa de todos. Alvaro Uribe Vélez es un gran hombre. Superará esta dificultad con la grandeza que lo caracteriza y nos dará a todos sus compatriotas una nueva lección de fortaleza, entereza y patriotismo.

Cartagena, agosto 4, 2020.


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