Para nadie es un secreto que las personas no se expresan de la misma manera verbalmente que por escrito. Esto no sucede sólo por las enormes diferencias entre un lenguaje y otro sino también porque definitivamente no es lo mismo decirle a alguien lo que pensamos o sentimos frente a frente que hacerlo mediante un texto escrito que será leído después, lejos de nuestra presencia. Y ni hablar del abismo que existe para una persona tímida entre escribir sobre algún tema de su experticia y exponerlo oralmente frente a un auditorio.
Esta diferencia se ha ido matizando con el aumento de nuestra interacción social en los espacios virtuales como las redes sociales, los chats y los foros de discusión. En esos espacios, donde la interacción con los demás se da por medio de palabras escritas mientras nuestra presencia corporal está ausente, sentimos más seguridad para expresar nuestra opinión y sentimientos, incluso para decir lo que cara a cara seríamos incapaces. Antes, por poner un ejemplo, si nos gustaba una mujer teníamos que dejar atrás la timidez para poner la cara y hablarle o invitarla a salir. Si esa aproximación no era frente a frente, había al menos que tener la valentía para llamarla por teléfono. Hoy no se necesita ningún tipo de arrojo para darle “me gusta” a una de sus fotos y hablarle mediante un chat en el que se le puede decir cualquier cosa, incluso mentir. Así las cosas, la no mediación de los cuerpos y los rostros en la interacción social puede beneficiar al tímido pero produce una incomunicación que se basa en la no responsabilidad de lo que se dice.
Este fenómeno puede parecer inocente si se circunscribe a las nuevas formas de conocer personas o de encontrar el amor pero se convierte en un problema grave en los espacios virtuales de discusión sociales y políticos. Es pan de cada día ver en los grupos de Facebook, en las cadenas de Whatsapp o en los espacios de comentarios que ofrece cada periódico o revista virtual el nivel de odio, infamia, cobardía, falsedad, desproporción y pusilanimidad que se observa en muchas opiniones. El anonimato que da la virtualidad, tras el nombre de un apodo, permite decir absolutamente cualquier cosa con la total impunidad que da el hecho de no tener que argumentar o responsabilizarse por lo que se dice. Los foros de discusión de los medios de comunicación virtuales o de las redes sociales se convirtieron pues en un escenario de lo peor de nuestra sociedad, donde la intolerancia, el irrespeto, la ignorancia y el odio son el denominador común. Se convirtieron en el espacio ideal para que los denominados trolls, ya sea por voluntad propia o pagados por quienes se benefician del juego sucio, difundan información falsa e insuflen odio, polarización, racismo, discriminación y xenofobia.
Sucede entonces que esos espacios de discusión, cuya razón de ser se supone es democrática e inspirada en el principio de la libre expresión, se convirtieron en la alcantarilla social. Muchos, incluidos candidatos presidenciales, se escandalizan por esta violencia irracional y sacan de allí un diagnóstico general de nuestra sociedad. En eso, creo, hay una exageración. Evidentemente si uno lee todo lo que se dice en estos espacios virtuales creerá que el país está perdido. Pero lo cierto es que, casi siempre, el cobarde que escribe allí no es capaz de sostener su opiniones en un bar, un café, en su estudio o lugar de trabajo. Identificar el clima de una sociedad por lo que se dice en los foros virtuales sería como evaluar la limpieza de una ciudad mirando sólo el estado de sus cloacas. En esos lugares sale lo peor de las personas.
Pero claro, es un problema y hay que actuar. Considero que si la socialización de los ciudadanos de hoy en día sucede cada vez más en los espacios virtuales, entonces éstos tendrían que estar regidos por las mismas leyes que regulan los espacios de socialización físicos. Si una persona en un bar, una plaza o un campus universitario comienza a lanzar improperios contra, por ejemplo, los seguidores de un candidato, los habitantes de una región del país, los homosexuales o los miembros de una etnia, estaría incurriendo en un delito y lo mínimo que obtendrá es que quienes ejercen autoridad lo retiren del lugar o lo denuncien. En los foros virtuales debe pasar lo mismo y en eso los medios de comunicación que ofrecen este tipo de espacios virtuales tienen que ser más activos. Supongo que no es fácil y que tal vez resulte costoso que los diarios y las redes sociales tengan empleados vigilando los Foros o reportando a los abusadores, pero por bien de la convivencia hay que empezar a tomar acciones. Algunos diarios han optado directamente por cerrar estos espacios. Yo espero que las soluciones sean más ingeniosas.
Toda esta larga exposición viene a modo de introducción de la primera entrada de este blog Cine, Fútbol y Política, concebido como un espacio de reflexión que no estará completo sin la interacción con los lectores. Propongo con entusiasmo que los lectores interactúen con la ideas y temas propuestos por este servidor a través del Foro de comentarios de este blog dentro de un ambiente democrático, libre y respetuoso por las ideas de los demás. Me comprometo a responder a las preguntas u opiniones y a continuar los debates que los lectores propongan.
Además de los comentarios que el tema de esta entrada genere, propongo tres temas para la siguiente entrada. Serán ustedes, los lectores, los que elijan:
- el VAR (videoarbitraje) en el fútbol: qué es arbitrar un partido de fútbol
- Las elecciones presidenciales: izquierda vs derecha
- Cine Colombiano y su distancia con los espectadores