De la poesía del “Tuerto” me gusta que sabe a calle, a gente, a Caribe, a bollo limpio y a mote de queso.

¡1, 2, 3… “El Tuerto” López otra vez!


Por: Juan Antonio Pizarro León Gómez

Hoy empezamos en el Club de Lectura de Ábaco Libros, el ciclo poético dedicado al “Tuerto” López, que constituye una especie de abrebocas para lo que esperamos sea un año 2024 muy intenso en las labores de divulgación de su vida y obra en la ciudad y entre la gente que tanto quiso y tanto lo desconoce. No recuerdo el momento en que oí hablar por primera vez del Tuerto, pero debió ser por los años sesenta o setenta cuando me interesaba más la política que la poesía (todos tenemos nuestros vicios), pero sí tengo claro que hace poco más de diez años compré en Ábaco Libros la publicación de El Áncora Editores con su poesía completa a la que, como ñapa magnífica, se adosaban un prólogo magistral de Juan Gossaín y un epílogo de Guillermo Alberto Arévalo. Por años el bendito tomo vivió medio escondido en nuestro apartamento de Las Bóvedas, situación que cambió desde que nos vinimos a vivir al barrio El Cabrero hace poco más de cinco años.

Desde entonces es un libro de cabecera junto con la Historia General de Cartagena de Eduardo Lemaitre, la trilogía de Alfonso Múnera y el Borges Esencial. No lo leo todos los días, pero de tanto en vez lo hojeo, me detengo en una de sus rimas y me deleito pensando en la Cartagena que fue y soñando en la que puede ser. Sueño que dura lo que me demoro en salir a la calle y encontrarme con todos los desvencijes de una urbe que tiene todo para ser y se niega, terca, a serlo.

De la poesía del “Tuerto” me gusta que sabe a calle, a gente, a Caribe, a bollo limpio y a mote de queso. Con su estilo poético de yo no fui, va despojando la poesía de sus afeites, de su pedrería, de su maquillaje, para dejarla desnuda al alcance de un niño, de una feliz adolescente o de un sabio. Pero su sencillez solo despista a los superficiales que no ven lo que él ve, con todo y ojo tuerto. Detrás de lo simple esconde “el Tuerto”, matrero, su mirada profunda a una ciudad que fue cuna de la modernidad, que albergó mucha de la riqueza que dio origen al capital contemporáneo y que fue (sigue siendo) una gran paila donde se cuece la mezcla de americano, europeo y africano, y que fue decayendo, por mil razones ante la mirada sorprendida, a veces bovina, de sus habitantes.

Para hablar de la ciudad y de sus habitantes, sean ellos de dos o más patas, Luis Carlos López apela a algo que va más allá del humor y de la ironía: al mamagallismo caribe que puede ser tan fino y mortal como puede serlo el humor de los cachacos bogotanos. Así, sus poemas nos cuentan, con esa forma de contar tan de su tierra, del tigre cebado que se comía los burros de su cercado; del parque provinciano donde se pierde cogido de la mano de un recuerdo; de la cocina que no huele a rosas cerca de la letrina; de su amigo Juan de Dios que, además de vivir en un poblacho, casado y con hijos, es panzudo y calvo; de la bella Sara Román de quien dice en un poema sucinto:

“Oh, divino contraste de locura:

¡tu hermosura es un bálsamo a la herida

que hiciste al corazón con tu hermosura!”

“El Tuerto” es además el poeta de la calle, en el sentido más estricto de la palabra. Son notables sus versos a las calles de Cartagena, algunos de los cuales pueden verse y leerse en mosaicos adosados en algunas paredes de ellas. No he hecho el intento, pero creo que uno debe llevar uno de sus libros para que le sirvan de guía en las calles de Lozano, del Tablón, del Candilejo, de las Carretas, de las Flores, de Tumbamuertos, del Virrey, del Torno, de San Agustín o para parase en cualquier esquina y recitar: “¿Quién interpreta el alma de una esquina/sospechosa, como esta de arrabal/con su pared garrapiñada en ruina/y su bizco faro municipal?”

En fin, hoy empiezan quince gozosos días con el “Tuerto” López, su vida y su obra.

Van a continuación tres poemas de “El Tuerto” con una nota mía a cada uno:

A UN PERRO

“Todo es igual y lo mismo.”

Fenelón

¡Ah, perro miserable,

que aún vives del cajón de la bazofia,

—como cualquier político— temiendo

las sorpresas del palo de la escoba!

 

¡Y provocando siempre

que hurtas en el cajón pleno de sobras

—como cualquier político— la triste

protesta estomacal de ávidas moscas!

 

Para después ladrarle

por las noches, bien harto de carroña,

—como cualquier político— a la luna,

creyendo que es algún queso de bola...

 

 ¡Ah, perro miserable,

que humilde ocultas con temor la cola,

—como cualquier político del día—

¡y no te da un ataque de hidrofobia!

 

Nota:

Este poema, A un perro, lo debió imponer a mí subconsciente el momento electoral que terminó (bien, diría yo) este pasado domingo 29/10. Comparar a un político con un perro es ofensivo para los pobres canes, pero no es algo novedoso pues ocurre casi todos los días a lo largo y ancho del globo (pensándolo, sobra el casi). Lo diferente, es que en estos versos el poeta llama la atención del cuadrúpedo mostrándole lo parecido de sus acciones y comportamientos con los de un político, en un afán muy propio del Tuerto de dar reprimendas cariñosas a las ciudades, calles, personas y animales que ama, entendiendo que dentro de todos ellos no incluye a los políticos.

 

VERSOS FUTURISTAS

La sombra que proyecta mi aposento

dibuja en un tejado

y una pared, la oreja de un jumento

y una sartén...

 

La oreja

se alarga en el crepúsculo morado,

dando la sensación

del caminar de una pantufla vieja,

y la sartén se mete en un balcón...

 

¿No es un presentimiento

matrimonial?... Y, como un argumento,

se oye una tremolina,

que invade la quietud de mi aposento…

¡Y es que un gallo persigue a una gallina!

Nota:

Detalle de "El jardín de las delicias" del Bosco

 

Versos futuristas, me llevó a El Bosco y a los surrealistas capaces de pintar cuadros futuristas. Es posible que yo esté leyendo más allá del poema y este se limite a la visión de un estado civil futuro, que vio en algún sueño de esos que uno tiene de tanto en vez y que parecen cuadros de Picasso o de Dalí por su colorido y por su despelote. 

DE UNA CHICA EN NUEVA YORK

De una chica en Nueva York

con furor me enamoré

y al declararle mi amor

me contestó: - ¿What you say?

 

Viendo que no me entendía

le dije: - ¡Siento un volcán!

Pero ella me contestó:

-Mi no sabe, mi no sabe speak Spanish.

 

Dudé, más al punto quise

jugar todo por el todo

y tras un breve silencio

volví a empezar de este modo:

- ¿Full you mi corazón?

- Mi no sabe, mi no sabe…

- ¿You want se casar con yo?

añadí solemne y grave.

Y ella contestó otra vez:

Mi no sabe, mi no sabe speak Spanish.

 

Tras tanto hablar observé

que era mi arte infructuoso,

y entonces determiné

hacerle a otra niña glosa.

Yo partí triste y mohíno

y ella me dijo: - ¡Good Bye!

Notas a los poemas:

Nota:

Esta divertida historia de latin lover fracasado, encierra un uso muy preciso del español en dos niveles: uno, el de quien domina el idioma al usar palabras como “infructuoso”, “glosa” y “mohíno”, y giros como “hacerle a otra niña glosa” y “Jugar todo por el todo”, desconocidos para el común de los mortales; y, dos, el de quien pretende no dominarlo para ponerse a tono con la gringa renuente que “mi no sabe” español, al declararle: “¿You want se casar con yo?”, donde conjuga brillantemente el verbo inglés al decir “You want se” en lugar de “You want casarse” con el muy pueblerino “yo”. Su pretendida ignorancia no se limita a la lengua de Cervantes, pues incluye el poema un desconocimiento, que presiento fingido, de la de Shakespeare: “¿Full you mi corazón?”, donde “full you” es intraducible.

Imagen 1. Caricatura del "Tuerto" Por: Javier Covo Torres

Imagen 2. Detalle de El Jardín de las Delicias del Bosco


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