Cataquero se denomina a los nacidos en Aracataca, Departamento del Magdalena. Mientras que existen muchos cataqueros, solo dos clasifican como universales: el primero y más conocido es nuestro Nobel de literatura Gabriel García Márquez; el segundo, Leo Matiz, quien hoy es bastante menos conocido, pero antecedió a Gabo en reconocimiento mundial. Ambos partieron jóvenes de su pueblo natal, no sin antes salpicarse de esa esencia popular “macondiana” que el uno vertería en sus fotos y el otro en sus libros.
En común tuvieron y vivieron muchas cosas, así fuera en momentos distintos. Ambos fueron trotamundos en busca de su destino, que en ambos casos estaba ligado al reconocimiento que buscaron por distintos lugares y que terminó por encontrarlos. Matiz, el más viejo, pues nació diez años antes que García Márquez en 1917, según contó en una entrevista, supo que su sino era viajar cuando cazó, junto con un peruano, un pato migratorio que tenía un anillo donde se hablaba de su país de origen: Australia. Para el Matiz niño esa fue la apertura de un mundo ancho que supo que tenía que recorrer. De Aracataca salió para Bogotá, Santa Marta, Centro América, México, Medio Oriente, Europa, Estados Unidos, Venezuela y muchos etcéteras. Gabo en otros momentos hizo los mismos recorridos, pero ampliándolos a muchos etcéteras más.
Bogotá fue la ciudad donde los dos encontraron su destino. En el caso de ambos, estuvo mediado por los dos periódicos más importantes del país. Leo entró como caricaturista a El Tiempo, mientras que Lecturas Dominicales de El Espectador publicó uno de los primeros cuentos de Gabo. Enrique Santos “Calibán”, demostró un gran olfato al graduar a Matiz de reportero gráfico pues hasta ese momento este último no había tomado siquiera su primera foto. La primera experiencia fotográfica que había tenido, terminó cuando veló una placa de la cámara del cura del colegio donde estudió en Bogotá bajo el auspicio de unas tías, que como buenas mujeres de su época, pensaban que todo niño talentoso debía ordenarse como sacerdote. Las primeras experiencias de Gabo fueron trabajando como reportero, bajo la égida de los Cano, quienes también contaban con buen ojo para detectar a los talentosos.
De todos los países extraños en los que vivieron Leo y Gabo por cortos o largos periodos, el que sin duda los marcó con más fuerza fue México. Matiz, después de ver una película mexicana sobre Adelita Vargas “Allá en el Rancho Grande” (“… allá donde vivía…), decidió que lo suyo era la actuación y después de mucho ahorrar compró su tiquete para Panamá como primera parada de su viaje hacia México. El camino fue largo y culebrero pues le tomó dos largos años llegar al país azteca. La fecha de llegada, 21 de agosto de 1940, nunca la olvidaría, pues ese día asesinaron a León Trotski uno de sus héroes de la izquierda. Su talento como fotógrafo fue rápidamente reconocido, haciéndose a un nombre que le permitió trabajar con los medios y los artistas más importantes de México como Frida Kahlo, María Félix, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, entre muchísimos otros. Gabo la tuvo más brava en un comienzo, pero después de pasar por un puesto muy bien pago en una agencia publicitaria decidió que lo suyo no iba por ahí. Sabía lo que quería y delegó en La Gaba la responsabilidad de levantar lo del arriendo y lo de la papita, encerrándose a escribir “Cien Años de Soledad”. Esa decisión de ambos la agradeceremos millones de lectores por los siglos de los siglos.
En México D.F., más específicamente en el Palacio de Bellas Artes, los dos tuvieron, con dos amigos igualmente famosos, sus dos peleas más publicitadas. Allí aconteció el celebre puñetazo de Vargas Llosa (futuro Premio Nobel) a Gabo (futuro Premio Nobel) que acabó con una larga amistad por causas que aun no son claras y que, a mi modo de ver, es mejor que queden enterradas. En cambio la de Leo con el muralista David Alfaro Siqueiros alcanzó los tribunales cuando el primero demandó al segundo por plagio. La vaina, en resumen, fue más o menos así: los dos artistas empezaron a colaborar en diversos proyectos donde Matiz proveía al pintor de fotografías que le servían a este como bocetos para incorporar a sus grandes murales. Todo funcionó bien hasta el día en que después de un viaje fuera de México, Matiz fue invitado a una exposición de la obra de Siqueiros donde se encontró con cuadros no murales basados en sus fotos sin que se le diera ningún tipo de crédito. Matiz, no encontró una respuesta satisfactoria de Siqueiros y lo demandó por plagio; esto alborotó el espíritu guerrero del muralista quien era hombre de armas tomar (remember Trotsky, a quien intentó asesinar) y, en retribución, mandó a quemar el estudio del fotógrafo. Frente a este hecho violento y dado el peso que tenía Siqueiros en su país, Leo empacó maletas a Colombia donde prosiguió su carrera.
Hay muchos otros elementos comunes en la vida de estos dos grandes y reconocidos colombianos, pero por ahora basta mencionar que la vida los ha reunido de nuevo en el Claustro de La Merced de la Universidad de Cartagena, donde una exposición de fotos de Leo Matiz acompaña las cenizas de Gabriel García Márquez. La vida hace a los cataqueros y ellos, como en ese Macondo mítico, encuentran aun después de muertos, la forma de reunirse de nuevo.
Juan Antonio Pizarro
Miembro del Club de lectura de Ábaco