En el aparentemente sosegado escenario de una reunión productiva, mi colega y yo nos encontramos de repente en aguas turbulentas, cada una defendiendo con firmeza su posición. Este revelador encuentro me llevó a reflexionar sobre cómo nuestros egos, ansiosos por imponer nuestras perspectivas individuales, pueden convertir una charla productiva en un conflicto innecesario.
En el ámbito laboral, los desacuerdos son inevitables debido a nuestras inherentes diferencias. Nos movemos entre necesidades, motivaciones y miedos distintos, pero todos compartimos un común denominador: el Ego. Ese susurro interior que, frente a las ideas del otro, nos dice que siempre tenemos la razón, que no debemos ceder, que somos los expertos.
El Ego nos conduce a escucharnos solo a nosotros mismos, cerrándonos a las valiosas ideas del otro. Sin embargo, la verdadera escucha activa es esencial para comprender las motivaciones ajenas, hallar soluciones intermedias y alcanzar acuerdos. Y cuando el Ego del otro se suma al diálogo, la situación se complica aún más. Las voces individuales se pierden entre los egos, obstaculizando cualquier posibilidad de acuerdo y alejándonos del objetivo laboral pretendido.
En nuestra experiencia, mi colega y yo aprendimos la importancia de dialogar con nuestros egos, recordándoles las reglas de una comunicación asertiva y las normas de comportamiento. Si buscas gestionar eficazmente un conflicto, tal vez sea hora de darle algunas lecciones a tu Ego, considerado por muchos como una de las principales causas de los desacuerdos.
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