El impulso que necesitamos


Hace once años llegué a una organización que hoy está ad portas de cumplir 50 años de servicio. Un número que se escribe y se pronuncia con facilidad, pero que alcanzar requiere valentía, constancia y una profunda claridad de propósito. Colectivo Traso no es solo una de las fundaciones empresariales más importantes del país, es una organización que ha sabido mantener su esencia a lo largo del tiempo.

Creer que la educación abre puertas y que, juntos, podemos transformar el mundo no es una frase vacía en su misión o visión. Es la convicción profunda que impulsa su actuar diario.

Aunque los retos persisten —y son muchos— en la lucha por cerrar brechas sociales, no podemos rendirnos frente a la desesperanza aprendida y heredada, esa que amenaza con apagar nuestras fuerzas y limitar nuestra capacidad de soñar. Hoy, más que nunca, Colombia y Cartagena necesitan esfuerzos decididos y unidad de propósito para avanzar. Y es aquí donde organizaciones como Traso cobran una relevancia aún mayor: convocar y articular la fuerza transformadora de empresas y personas no es tarea fácil, pero sí es una meta alcanzable.

Traso es parte viva de la historia de la región y del país. Con su oferta de programas ha impactado a miles de personas que hoy pueden contar otra historia gracias a haber tenido una oportunidad. No hablamos de cifras frías, hablamos de vidas: de niñas, niños y jóvenes, pero también de adultos que descubrieron nuevas posibilidades a través de la educación y de iniciativas que conectaron sueños individuales con anhelos colectivos.

Con una gestión de recursos para la inversión social en proyectos por encima de los 16 mil millones de pesos, y más de 350 mil personas impactadas en 2024, Traso reafirma con acciones el deseo de trabajar por el desarrollo sostenible territorial.

Durante más de cuatro décadas fue conocida como Fundación Mamonal, y hace seis años renovó su identidad para convertirse en Traso. Hoy, sigue fiel a su esencia y a su compromiso con el servicio. Y tal vez ese sea precisamente el impulso que necesitamos: la pasión por servir, desde donde estemos, para contribuir de manera significativa al cierre de brechas sociales y a la mejora de las condiciones de vida en nuestras comunidades.

Necesitamos un impulso apasionado que nos guíe. Esa chispa que se enciende en el corazón cuando hacemos algo bueno por los demás, cuando damos más de lo que recibimos, cuando entendemos que, en colectivo, todo es posible.

Por otros 50 años más de transformación social. ¡Felices 50 años, Traso!

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