Los hechos ocurridos recientemente en el país con relación a la llamada Comunidad del Anillo, la renuncia del general Palomino a la dirección de la Policía Nacional, y así mismo la de Carlos Ferro al Viceministerio de Justicia y de Vicky Dávila a la dirección de La F.m., deben abrir profundas reflexiones en nuestra sociedad.
Considero como desacertada, desde todo punto de vista, la decisión de Vicky Dávila de publicar el vídeo donde se muestra la conversación entre el oficial Ányelo Palacios y el hoy exviceministro que nada aportaba a la juiciosa investigación periodística que realizó por más de un año sobre la presunta red de trata y prostitución al interior de la Policía.
Y no porque haya divulgado el vídeo, porque entonces no existirían programas como Séptimo Día, sino por hacerlo a sabiendas de que lo que este contenía nada aportaba a la investigación, dado que allí sólo se evidenció una conversación de dos personas adultas que querían tener una relación sexual consensuada.
Cuando vi el vídeo pensé encontrarme con una revelación por parte de Ferro donde dijera cómo se organiza la asignación de cargos dentro del Congreso a los policías que aceptan las peticiones sexuales no consentidas de sus superiores. Pero no. Vicky traspasó los límites de la ética periodística al violar derechos fundamentales como la intimidad personal y familiar y, como me dijo una reconocida abogada, el fin no justificó los medios.
En lo que no estoy de acuerdo es en algunos puntos también de suma importancia: primero, que por una mala decisión editorial, que de por sí le costó el puesto a Dávila, se desvirtúe la investigación realizada por este medio y que ya empezó a arrojar los primeros resultados por cuanto se ha dado a conocer al país esta macabra mafia al interior de la Policía. La periodista pagó el precio por su error, pero de llegarse a comprobar la existencia de la comunidad del anillo, la podredumbre sigue intacta.
Segundo, me causa mucha incertidumbre que Vicky haya salido luego de que le presidente se pronunciara al respecto. No me queda claro qué tanto influyó el primer mandatario en la decisión que tomaron las directivas de la emisora de pedirle la renuncia y si esto, justificado o no, atenta contra la libertad de expresión en Colombia.
Lo razonable hubiese sido que ella renunciara por voluntad propia, ya sea por el rechazo de la opinión pública frente a lo hecho o porque los dueños del medio cuestionaran su ética y su objetividad como directora, pero el sinsabor que queda para el gremio de periodistas es qué tanto se puede decir en este país (sin aprobar, repito, lo que ella hizo difundiendo el vídeo) sin que eso repercuta en que lo echen del cargo. ¿Qué habría pasado si el Presidente no se pronuncia? ¿Seguiría Vicky en el cargo?.
Como tercero, por más escandaloso que sea el asunto en la Policía, y por más desprestigio que tenga esta institución a raíz de los hechos de corrupción que se conocen cada día, rechazo que ahora la dignísima sociedad colombiana esté haciendo matoneo a través de memes, mensajes de redes sociales y hasta en persona a los miles de hombres y mujeres que pertenecen a la Policía Nacional y que, más allá de su orientación sexual, la cual sólo es del interés de ellos y de sus parejas, son seres humanos que merecen respeto.
¡Más respeto por favor! Los carros de la Policía no se van que pintar de rosado (¿además quien dijo que lo rosado es sinónimo de femenino o de mariconería?), el escudo de la Policía no se ha cambiado por un ano, y Palomino no necesita que lo "investiguen a fondo". Nos damos golpes de pecho por lo que hizo Vicky Dávila pero somos peores que ella, nos gusta el morbo y tener siempre por debajiado al otro, que es diferente a mí y que, antes de recibir todo mi respeto y reconocimiento, lo único que recibe es mi discriminación, estigmatización y rechazo.
Que en la Policía deben haber cientos de personas de la comunidad LGBTI, sí; pero eso hace parte de la intimidad de las personas y si criticamos tanto a Vicky, dejemos de igualarnos a ella ofendiendo y exponiendo la intimidad y dignidad de quienes por el solo hecho de tener una identidad de género u orientación sexual diferente, no pertenece a mi selecto grupo de "gente normal heteronormativa".