En plena jornada electoral, impresiona ver cómo la democracia ha abierto el abanico para qué, además del 90% del Congreso que se quiere reelegir, hayan miles de ciudadanos de distintas edades, ideologías y formación académica que aspiran a ocupar una curul luego de los próximos comicios.
En términos de derechos, cada quien tiene la posibilidad, según la Constitución colombiana, de elegir y ser elegido; así como a no ser juzgado dos veces por un mismo delito y a no cargar con "culpas" ajenas.
Lo que me parece una verdadera encrucijada para el país es el hecho de estar promulgando un proceso de paz, de reconciliación y de perdón como forma de vida y de desarrollo de nuestros municipios y ciudades, procesos que inherentemente incluyen castigo a los culpables de delitos de lesa humanidad, pero también la reintegración a la vida civil de aquellos que pertenecieron a grupos al margen de la ley y que dejen las armas y la garantía de no repetición para las víctimas.
¿Ajá, y qué pasa con los políticos que participaron en estos hechos y que, habiendo o no pagado cárcel por ellos, hoy tienen a sus hijos (as), esposas (os), sobrinos (as) o demás familiares y pupilos aspirando a una curul en la Cámara o en el Senado?
¿Qué pasa con aquellos políticos que no han hecho sino aprovecharse del erario para enriquecerse y han dejado a sus poblaciones en el rezago, volviéndolos en blanco fácil de la pobreza, la violencia y la corrupción y que hoy aspiran a ser elegidos como senadores o representantes a la cámara?
¿Merecen una segunda oportunidad por parte de la sociedad o deben ser castigados negándoseles el voto a ellos y a sus familiares? Estos familiares en cuestión ¿habrán heredado la vena política y querrán hacer parte de la democracia y trabajar por el crecimiento y desarrollo de sus comunidades o querrán continuar con el legado familiar de corrupción, robo y deshonestidad?
Me pregunto que sentirán los campesinos de los Montes de María, Sucre, Magdalena y otras regiones del país como Antioquia, viendo carteles con las fotos de aquellos que han hecho parte de sus desgracias.
Es un arma de doble filo para Colombia. Perdón y Reconciliación o complicidad con los que le han hecho daño al país.
Más allá de juzgar a nadie, le pediría a quien esté leyendo que piense en las miles de víctimas del paramilitarismo y la corrupción, hijos huérfanos y mujeres y hombres viudos que no quieren ver a quienes ayudaron a perpetrar el mayor dolor de sus vidas gobernando en cuerpo ajeno a través de sus familiares, porque aunque hayan pagado sus culpas ante la ley y no merezcan seguir siendo juzgados por nadie, no merecen seguir manejando las riendas de la política en el país.
Ojalá esta vez sepamos elegir.