Huellas del abandono


I
A Huellas Alberto Uribe se puede llegar de tres formas: la primera es entrar por la Urbanización La Carolina, ubicada sobre la carretera de La Cordialidad a pocos metros de la Terminal de Transportes. De allí deben caminar dos kilómetros por una vía que sólo tiene 100 metros de pavimento, y que actualmente se encuentra en unas condiciones “estables” porque los camiones que entran material para una construcción cerca a la zona han dejado la vía más o menos lisa. Esa misma vía, meses antes, es un camino de polvo o de barro, dependiendo si hay sol o lluvia.
La segunda forma es por el barrio San José de los Campanos: al final de este barrio, hay un puente que colinda con Huellas Alberto Uribe. Para quienes deseen tomar este camino son cinco cuadras de camino. La tercera forma es tomar una trocha que ha sido acondicionada como camino para salir hacia la vía de la Variante Mamonal.
Cualquiera de estas tres formas resulta tortuoso para personas que deben usar muletas, sillas de ruedas o que deben salir con sus hijos, hermanos o nietos con parálisis cerebral, artrosis u otra enfermedad física.
Para salir de Huellas Alberto Uribe, en condición de discapacidad con movilidad, cualquier persona debe tener mínimo $7 mil pesos diarios en su bolsillo: $1.500 para la moto que lo saque a la carretera, $1.500, $1.600 o $1.700 para tomar un bus que lo lleve a su destino, y la misma cantidad de regreso para el bus y la moto.
Pero para aquellos padres que deben sacar a sus hijos a terapias o a controles médicos, o para quienes están en sillas de ruedas, la cifra no debe ser menor a los $30 mil o $40 mil pesos para los taxis, y otros $1.000 o $2.000 para pagarle a alguien que salga a la vía a buscar el taxi, porque son pocos los taxistas que entran por gusto propio.
Una vez ingresa el vehículo, debe tener mucho cuidado para esquivar los huecos, los cráteres, que se han hecho en las vías internas de la Urbanización, tan sólo 3 años después de haberse entregado a la comunidad.
Ahhh… pero estas indicaciones tan sencillas para entrar o salir de Huellas son aplicables sólo hasta las cinco o seis de la tarde. Una vez llega la noche, hay que estar pendiente que no haya ningún ladrón, atracador o vicioso metido entre los matorrales que rodean la Urbanización, y que tienen a su mejor cómplice en la oscuridad, pues no ha habido poder humano que logre que pongan la iluminación en los alrededores y vías de acceso.
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Esta es la entrada de Huellas Alberto Uribe por la Urbanización La Carolina.

Eso sumado a que no hay un CAI de Policía y la presencia de algún policía es cada tres, cuatro, o hasta siete días. Eso está muy lejos pa’ que los pobres policías estén cogiendo por allá, de pronto les pasa algo.
Así que si usted tuvo la fortuna de vivir en Huellas Alberto Uribe, no sea tan descarado como para enfermarse de noche, porque no va a tener cómo salir, mejor hágalo de día, que con las maromas del caso podrá conseguir que algún vehículo, así sea de transporte público o de algún particular que se conduela de usted, podrá llegar al hospital más cercano.
Porque en Huellas Alberto Uribe, tampoco hay un centro de salud ni mucho menos hospital cercano. Con tantas necesidades que hay, no se van a poner a invertir tanta plata en una Urbanización con 172 viviendas.
Y como ellos son algo así como un “rancho aparte”, sin Dios ni ley (sus habitantes dicen que la presencia del Estado luego de entregarles sus casas ha sido nula), pues como para qué tendría que haber un colegio para niños con y sin discapacidad.
Como la Alcaldía es tan generosa, todos los años cuando está a punto de iniciar la época escolar, ponen a los habitantes de Huellas a tramitar cartas, lleve, traiga, vuelva y lleve, todo para asignarles un cupo a los niños sin discapacidad dentro del Plan Becario, el cual está en un barrio “cercano”. Hasta este año, los niños iban al colegio CDA que les proporcionaba transporte de ida y vuelta, pero este año, el colegio no permitió que la Secretaría de Educación les hiciera contrato a partir de abril teniendo que iniciar clases desde enero.
Así que los niños fueron repartidos a otros colegios que les quedan cerquita como República de Argentina (entrada de la Urbanización Anita, frente a Las Palmeras), Colegio Moderno del Norte (sector de Santa Lucía, llegando a la Bomba El Amparo) y otros ubicados así de cerquita. Y el transporte corre por cuenta de los padres, no van a ser tan descarados pa’ que les paguen eso también.
Pero los niños en condición de discapacidad, que son alrededor de 50, no sufren de todas estas penurias: ellos simplemente no reciben educación.
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Este es el plano de lo que se supone sería el parque de esta urbanización.
II
Miguel Martínez vive en Huellas Alberto Uribe con su esposa, dos de sus tres hijos y su mamá. Es vigilante y con un salario mínimo responde por todos ellos.
Angélica es su segunda hija, tiene 22 años y desde que nació sufre de parálisis cerebral. Piedad, mamá de Angélica, explica que una enfermera del Seguro Social se le montó en la barriga para “acomodar a la niña” cuando ella estaba en labores de parto, y en ese proceso la niña dejó de recibir oxígeno en el cerebro y nació con la parálisis.
Sin embargo, y con todos los sacrificios del caso, Angélica había llegado a los 21 años en condiciones relativamente estables: se sentaba en una silla playera en la sala de su casa a ver televisión, recibía su medicación para no sufrir convulsiones, comía como cualquier otra persona y recibía sus sesiones de fisioterapia.
Faltando pocos días para cumplir dos años de vivir en la Urbanización, más o menos para estos días del mes de octubre de 2012, a Angélica le dio una convulsión.
Como ya era de noche, sus padres corrieron a buscar un taxi para llevarla a un hospital y fueron hasta la carretera (La Cordialidad) para buscar un taxi que entrara por ella. Fueron largos los minutos y la angustia con que los padres de Angélica trataban de que un taxi les hiciera el favor de hacerles la carrera, hasta que por fin uno de ellos accedió.
Pero ya el daño estaba hecho. Poco antes de llegar a la Clínica San Juan de Dios, Angélica sufrió un paro cardio respiratorio. Duró 33 días en cuidados intensivos, allí adquirió una bacteria en la sangre y otra en la orina. Fue necesario hacerle una traqueotomía.
Como requería cuidados más rigurosos, fue trasladada a la Clínica Remeo, donde le aumentaron los cuidados. Allí estuvo 5 meses.
Para poder llevar a Angélica a su casa, la EPS les exigió a sus padres que debían acondicionar la casa y en especial la habitación donde permanecería las 24 horas del día, pues la asepsia debía ser total. Así que Miguel y su esposa debieron recurrir a préstamos por casi $6 millones de pesos para hacer las mejoras e instalar un aire acondicionado estrictamente necesario para la joven, pues con el clima de nuestra ciudad pronto tendría escaras en su piel, además de que al tener aún la traqueotomía no podía correrle sudor por su cara o cuello.
Además de ese préstamo, los padres de Angélica deben asumir el costo de un plan de minutos de celular porque aún no hay acometidas de líneas telefónicas fijas para Huellas y ante cualquier eventualidad médica deben tener cómo comunicarse.
A través de varias (muchas) tutelas, han conseguido que una ambulancia pueda entrar al barrio si Angélica tiene alguna complicación, que una enfermera esté con ella de tiempo completo y que les suministren algunos implementos como los pañales.
Lo que no han podido conseguir a través de la tutela, es que Electricaribe o la Alcaldía les ayuden con los costos de la energía, que pasó de $40 mil a $200 mil pesos, porque, según el Juzgado Quinto Civil Municipal de Cartagena “la empresa de energía eléctrica está ejerciendo su derecho a realizar una facturación y un cobro por el servicio prestado”. En pocas palabras los padres de Angélica les dijeron que como Electricaribe no es una empresa del Estado, no tiene ninguna obligación de bajarles el precio del recibo ni condonarles la deuda.
Así que con los $40 mil que pagaban anteriormente, la familia hace abonos mensualmente a esta deuda, con la angustia de que no les corten el suministro.
Angélica ya no se puede sentar en su silla playera, debe recibir la comida por el estómago a través de sondas y sigue con la traqueotomía.

III
Dos semanas antes de quedar electo como alcalde de Cartagena, Dionisio Vélez visitó la Urbanización Huellas Alberto Uribe y firmó un compromiso llamado “Ahora Sí: Compromiso Discapacitados”
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En Huellas esperan que el alcalde Dionisio Vélez Trujillo Ahora Sí les cumpla.

en el cual entre otras cosas decía “vamos a impulsar una serie de medidas sistemáticas orientadas a la defensa de los derechos y la creación de oportunidades”.
Hasta la fecha, no ha aceptado las llamadas ni las peticiones de citación de ninguno de los habitantes de Huellas.
Angélica Bravo, miembro del Comité de Trabajo de Huellas Alberto Uribe, manifestó que este 30 de septiembre fue radicada un documento en la Alcaldía donde llamaban a puyengue al alcalde. Esperemos a ver qué contesta.
“Ya estamos preparando otra carta para la Secretaria de Participación. Sabemos que se llama Rocío pero no más. Con la señora Olga (Olga Montes, coordinadora de la dependencia de Discapacitados de la Secretaría de Participación) hemos hablado pero ella no sabe dar razón de nada”, asegura Angélica.
Según la líder comunitaria, este año no se gastó ni el 10% del presupuesto que había para discapacitados, y cada vez que pedía una explicación, se excusaban en el desorden administrativo que hubo en el último año.
En los últimos días, llegó a Huellas un funcionario de la Secretaría de Infraestructura a mirar el estado de la vía principal. No les dieron razón de cuándo iniciarían los trabajos porque no hay presupuesto.
“En ninguna administración hay presupuesto, yo no sé cómo trabajan si nunca hay presupuesto”, sentencia de forma jocosa Angélica.
La política pública para discapacitados aprobada en el gobierno de Judith Pinedo, es un mero saludo a la bandera, porque por lo menos en Huellas Alberto Uribe, un barrio para Discapacitados, no se cumplen ninguno de los 10 puntos de esta política pública.
“Ahí vienen los quejosos” les dicen a Angélica y sus compañeros comunales cuando ingresan a alguna oficina pública. “No somos quejosos, no pedimos nada que no esté en la Constitución. Yo pienso que las leyes no las hacemos los pobres, las hacen los ricos, y si ellos las hacen es porque creen que nosotros nos merecemos eso”, reflexiona.


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