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Desde hace un par de meses comencé una investigación principalmente enfocada a la Historia de Colombia; sin embargo, esto me llevó a incursionar en la Historia de Latinoamérica, desde el periodo denominado precolombino. Por lo tanto, considero que en este momento tan prematuro de mi investigación, tengo un criterio a partir del cual dirijo una crítica a blogueros(as) como Érika Ortega Santoja, al pueblo venezolano en general, específicamente a aquellos que sin ninguna clase de vergüenza se atreven a llamarse bolivarianos; pero también, aunque parezca extraño, es también una crítica contra los colombianos.
Esta es una reflexión que abarca a todos los pueblos libertados por el Gran Libertador Simón Bolívar. Y sí, le escribo desde Colombia, desde Cartagena de Indias, la ciudad en la que también tomó decisiones importantes al momento de comenzar con la revolución. Si bien Venezuela es la cuna de Bolívar, al momento de usar ese hecho como un elemento de gloria para el pueblo venezolano, deben recordar entonces que Bolívar, al luchar tanto en territorio neogranadino como venezolano (también recuerden que Venezuela fue parte del virreinato de la Nueva Granada en calidad de provincia hasta que en 1777 Venezuela pasa a ser una Capitanía General por el poco control ejercido por la corte virreinal en Bogotá, comenzando así con la separación), Bolívar soñó con una unidad, una unión, que nombró Colombia. Para resumir un poco el relato, sostengo que la Colombia que hoy conocemos no tiene nada que ver con la Colombia planteada por Bolívar; y también que ni aún la actual Venezuela hace parte de ese sueño Bolivariano.
La señora Ortega afirma que se encuentra (en representación de los venezolanos que se reconocen como bolivarianos) asombrada con “cómo el aparataje mediático de la familia del presidente Juan Manuel Santos, se está poniendo al servicio de una mentira que repetida mil veces pretenden convertir en verdad.”
No tengo ninguna duda de que el gobierno colombiano, así como las anteriores administraciones, ejercen una manipulación espantosa sobre los medios de comunicación, moldeando la visión de la realidad que tienen los colombianos en las ciudades, pero, ¿acaso el gobierno venezolano no hace lo mismo con su pueblo? ¿O es que Chávez y Maduro han sido tan majestuosos y correctos que no tuvieron necesidad de engañar y manipular a un gran sector del pueblo venezolano para satisfacer sus intereses y perpetuarse de forma ilegítima en el poder?
No puedo asumir una posición de defensa contra la actual Colombia, porque si al momento de pretender seguir los ideales bolivarianos, no puedo defender un país construido a partir de la traición. Pero, ¿acaso Venezuela representa esos ideales bolivarianos? ¿Cuáles son aquellos ideales? En esencia, ¿qué era lo que planteaba Bolívar? Antes de vociferar que se es bolivariano, al menos hay que tener la delicadeza de conocer detalladamente el pensamiento de Simón Bolívar y, sobre todo, ser capaz de explicarlos, porque por desgracia no todos (ni en Colombia ni Venezuela, y seguramente ni en otros países latinoamericanos) conocen con detalle la historia de tan reconocido personaje. No sólo su historia como biografía, sino la historia de su pensamiento. ¿Por qué se habla de él como el Gran Libertador? Pero sin endiosarlo mucho, ¿qué podemos seguir y qué criticar, replantear, deconstruir, del pensamiento de Simón Bolívar y otros pensadores independistas –quienes no merecen permanecer en la sombra del Libertador?
Si queremos simplificar esos ideales y planteamientos, debemos recordar que la igualdad propuesta por Bolívar incluía a negros, indígenas, mestizos, blancos, es decir, todos los hombres libres en tierra americana, lo cual debía suponer también la libertad a ser escogido para ejercer un cargo de administración pública. ¿Por qué incluso las dos naciones en cuestión se han encargado también de reproducir y sostener posiciones racistas, sobre todo respecto a los descendientes de los nativos de estas tierras, ejecutando también mecanismos de represión a la oposición?
Independientemente de lo que Venezuela haga con su pueblo, así como Colombia, el mero hecho de sostenerse como dos Repúblicas diferentes, separadas, divididas por una frontera, y que incluso existan personas en ambos lados que sientan y practiquen aversión contra el otro, es manifestación pura de todo lo contrario al pensamiento bolivariano. ¿Debo recordarle también que Simón Bolívar estuvo profundamente preocupado por la unión de estos pueblos que ahora se tiran piedras entre sí? Ni Colombia ni Venezuela son Repúblicas bolivarianas. Si aquellos que suelen autodenominarse bolivarianos no son capaces de sostener dicha identificación a partir de justificaciones racionales y lógicas, entonces no deben recurrir a la emotividad ideológica tan propia de aquellos que se preocupan por hacer política (politiquería) en vez de asumir las necesidades y problemas reales del pueblo.
La única manera en la que la gran mayoría de personas que se expresan como Ortega asumen una posición en contra de Colombia, es recurriendo a señalar los errores de la política colombiana, como quien sólo se fija en los errores del otro, en vez de reflexionar sobre los suyos. No dudo en que la mayoría de quienes se hacen llamar bolivarianos hablarán de Venezuela y del gobierno chavista como si fuera el paraíso que efectivamente nunca fue, ni es, ni será. Por desgracia Colombia se ha esforzado más por producir paramilitares, narcotraficantes y guerrilleros incoherentes, en vez de hacer efectivas y trascendentes las luchas de cada uno de los patriotas que se unieron a Bolívar en su sueño y que luego fueron perseguidos y asesinados por quienes se hicieron después con el poder de Colombia, acentuando con grave profundidad, la separación entre la cuna y el sueño. A partir de ese momento, Colombia se convirtió en una fachada de los verdaderos y deshonestos intereses de las sociedades burocráticas, cosa que tampoco es ajena al interior de Venezuela.
“Si de verdad el Presidente neogranadino está dispuesto a colaborar para solucionar este conflicto, que use el garrote, si se atreve, para ponerle coto a los capos de las mafias cucuteñas y bogotanas que viven cual Caín de Venezuela” (Ortega). Como si Venezuela nunca hubiera tenido narcotraficantes, como si no los tuvieran ahora. Tan fácil que es mandar a otro a solucionar problemas que requieren primero de una comprensión profunda de la situación, de la sociedad, de las influencias políticas (no sólo de los que gobiernan oficialmente, sino de aquellos que están detrás del telón). Llamar a Santos “presidente neogranadino” podría llegar a ser un buen chiste, pero teniendo en cuenta la intención que Ortega imprime en su frase, debo señalar que el actual presidente venezolano, así como el anterior, asumieron comportamientos e incurrieron en acciones tan propias de los gobernantes neogranadinos (¿o acaso se ha olvidado que la provincia de Venezuela era tan sólo una parte del Virreinato de la Nueva Granada?).
Eso que llamamos frontera entre Colombia y Venezuela es la presencia de la traición a Bolívar y todo el pueblo que derramó su sangre sobre estas tierras para que hoy podamos ser libres del antiguo yugo español; sin embargo, se cambió una monarquía absoluta y opresiva por un sistema oligarca igual de corrupto e ineficiente, y esto es una cuestión que atañe a ambas naciones. Si Venezuela quiere ejercer soberanía expulsando colombianos de su territorio (sean o no paramilitares, criminales, etc.), no pueden pretender estar por encima de la soberanía colombiana (a pesar de que en lo personal también critique a la actual Colombia). Del mismo modo, Colombia tampoco puede estar por encima de la soberanía venezolana. La obligación de Venezuela, aún respecto a los colombianos sin documentos (que en el marco de la legalidad, vendrían siendo ilegales), es tratarlos con respeto, porque esos que ustedes señalan de ilegales, siguen siendo sobre todas las nacionalidades, seres humanos. Recuerden que no estamos en guerra ni desatando una revolución. Mientras mantengamos relaciones políticas democráticas y diplomáticas, hay que proceder con respeto, de parte y parte.
Así como Ortega señala que desde Colombia se elabora un nuevo falso positivo en contra de Venezuela para influencias las próximas elecciones. ¿Acaso no es lo mismo que está haciendo Maduro para perpetuarse en el poder? Generar situaciones de gravedad para poder justificar un estado de excepción es tan propio de los gobiernos que no pueden sostenerse por un ideal de justicia, que se termina corrompiendo la a sociedad, manipulándola y oprimiéndola, dirigiendo la existencia como un campo de tensión entre la realidad de la violencia y el ideal de la paz, en el que la paz implica la senda mostrada por aquel que la propone y asegura llegar a conseguirla.