Conociendo el Getsemaní


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El 11 de enero del 2015 asistí a una actividad que pretende establecerse como una ruta cultural. Al principio entendí el asunto como un simple recorrido turístico por el barrio de Getsemaní, en el que un(a) guía nos relataría algunos detalles históricos del lugar y nos mostraría los sitios más apropiados para comer y beber.

Los participantes de la actividad nos reunimos en la Plaza de la Trinidad y empezamos lo que más tarde se convertiría en una aventura sociocultural. Rijiam Shaik, la guía getsemanisense, más allá de mostrarnos los grafitis y contarnos algunos detalles históricos del barrio, nos fue llevando a una profunda reflexión cultural sobre la identidad del barrio y los problemas sociales que ha venido enfrentando desde sus orígenes.

Se conoce a Getsemaní como el primer arrabal de Cartagena, es decir, una comunidad distanciada del centro administrativo. Por otro lado, de acuerdo a mis leves conocimientos sobre historia cartagenera, sé que en este barrio vivían principalmente los obreros, que el lugar era visto por las familias de la alta sociedad como un sitio de bajo estrato social, donde en término clasista, vivía la plebe. Concepción un poco curiosa puesto que es en ese mismo barrio donde funcionó el primer Club Social de la ciudad: El Club Cartagena.

La guía Rijiam, tomando la representación de la comunidad, nos explicaba que desde hace varias generaciones, el barrio ha estado viviendo el olvido y abandono por parte de la administración. Tal abandono puede verse a través del mal estado de la Iglesia de la Santísima Trinidad y por el desinterés distrital en mantener unida a la comunidad. Por otro lado, nos explicó que los grafitis expresan no sólo algunos detalles históricos, sino también la resistencia que hacen los pocos getsemanisenses que aún residen en el barrio.

A lo largo de la caminata se mencionó el desplazamiento realizado por la inversión extranjera (y cuando hablamos de extranjero nos referimos también al colombiano no-cartagenero, al no-getsemanisense). Poco a poco el barrio se ha llenado de hoteles, bares, restaurantes y algunas casas privadas de personas ajenas a la comunidad. Rijiam afirma que hay desplazamiento no sólo porque las familias venden sus casas y se trasladan a otros barrios, sino que los hoteles y restaurantes no incluyen a personas de la comunidad dentro del cuerpo de empleados, lo que se traduce de la siguiente manera: se abren nuevos espacios de beneficio económico, pero la comunidad getsemanisense no recibe otra cosa sino desplazamiento.

Personas como Rijiam, Merly Beltrán (directora de TuCultura) y otros residentes reclaman que se ha venido gestando un proceso de gentrificación a lo que ellos quieren responder con un proceso llamado getsemanificación, el cual consiste en rescatar la historia del barrio para apropiarse de ella, para generar conciencia de barrio entre los residentes tradicionales y los extranjeros que visitan el lugar como un punto turístico.

A lo largo de la caminata, viendo los hoteles y restaurantes, que abren la bienvenida al turismo y son concebidos como elementos del desarrollo económico (pienso que sólo de los socios y personas adscritas a esos círculos económicos, porque es evidente que la comunidad como tal no se beneficia al respecto), me preguntaba: ¿De qué manera esta concepción de progreso y desarrollo turístico influye en la amnesia local? Es decir, ¿cómo el progreso turístico y económico se convierte en olvido histórico de la identidad barrial?

A partir de las construcciones que se han realizado en Getsemaní, Rijiam dice: «Hemos pasado de ser estrato 3 a estrato 5 », ¿qué quiere decir esto? Aumento en el impuesto catastral o predial, aumento en los servicios públicos, etc., lo cual se traduce en empobrecimiento de los residentes getsemanisenses, que poco a poco se ven obligados a vender sus propiedades.

Algunos ciudadanos cartageneros opinarán diciendo que no hay nada de malo en que se construyan hoteles y restaurantes, puesto que ha ayudado a darle vida turística al barrio. Que gracias a esas construcciones, lo que antes eran calles horribles llenas de putas y drogas donde poca gente se atrevía a pasar, ahora supuestamente son calles llamativas: lo cierto es que se ha cambiado a la puta por la prepago, y la droga sigue siendo la misma, pero con precios un poco más elevados por la alta demanda extranjera, quienes ven en este lugar una oportunidad para drogarse y disfrutar de las rumbas como, tal vez, no la tienen en sus países.

El problema del tráfico ilegal de drogas es como un suicidio para cualquier comunidad que padezca de esta actividad. Para muchos cartageneros es mejor que Getsemaní se inunde de hoteles y restaurantes, para borrar así a la gente de barrio, a los señores que juegan dominó en medio de un callejón, o las señoras que se sientan al frente de sus casas a escuchar música y chismosear. Para muchos es mejor la belleza de un hotel que la realidad de un barrio, puesto que son esos mismos ciudadanos los que nunca se han preocupado por la cultura en un sentido crudo y directo. Son ellos los que no perciben el olvido que la administración y los círculos de la alta sociedad elitista y racista de esta ciudad han puesto no sólo sobre Getsemaní, sino sobre cualquier otro barrio inferior al estrato 5.

Ya es casi que un cliché hablar de las dos Cartagenas que coexisten en la idea de una sola (la que se le vende al turista), pero es una realidad ineludible.

En términos capitalistas es mucho mejor sacar a todas las familias tradicionales del Getsemaní y construir hoteles, restaurantes, bares, centros comerciales y cosas por el estilo, porque representan movimiento de dinero, atracción del capital extranjero. ¿Qué ganancia económica pueden representar señores jugando dominó en medio de un callejón y señoras escuchando música en la entrada de sus casas mientras se cuentan los últimos chismes; niños jugando en las calles y las plazas? Esta gente de barrio no representa ningún beneficio económico para los empresarios, pero son vida de barrio, y la vida de barrio no está hecha para atraer turistas y hacer que un par de empresarios y políticos ganen más dinero, la vida de barrio es una simple cocina de almas, es familia, y eso no se vende, con eso no se comercia.

No sea que algún día Getsemaní deje de pertenecerle a los mismos getsemanisenses, que la administración pública siga arrojando a esta comunidad al abandono; que algún día los cartageneros caminemos por este barrio y no encontremos ni un niño jugando, ni señores en medio de un callejón, ni señoras chismoseando; que sólo veamos hoteles, extranjeros, bares, restaurantes, y que la historia quede sepultada por los intereses económicos que al parecer, hoy son más importantes que la cultura.

Muchos juzgan, pero no se atreven a «untarse de pueblo» para generar cambios sociales.

 

 

Fotografía de cortesía por TuCultura


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