Tanto las asociaciones, juntas, movimientos e incluso instituciones mayores de la administración pública, pueden llegar a ser vulnerables de una enfermedad que despliega consecuencias nefastas para toda la ciudad; este problema es el malestar del ego ineficiente en el liderazgo social. Esto lo podemos evidenciar en aquellos representantes comunitarios y distritales que son excelentes para las palmadas de hombro antes de una foto para el periódico anunciando alguna minucia de obra en comparación con todo lo que dejan de gestionar y los presupuestos que, por algún motivo se retrasan o agotan.
El problema de estar en algún puesto de representación popular es que si no se hacen las cosas que se supone que debe hacer un representante de los ciudadanos, no se van a resultados positivos para nadie, tarde que temprano el funcionario o representante verá las consecuencias de sus malas decisiones. Por otro lado, las comunidades que éstos representan vivirán el aumento de la inseguridad por la carencia de programas de prevención en las diversas áreas de la vida social comunitaria, agravando la situación en el deterioro de los espacios públicos, atribuido muchas veces al mal uso de éstos por parte de los ciudadanos, quienes independientemente de ser buenos ciudadanos o criminales, ante la ley son todos personas con derechos y deberes, por lo tanto todos los que debido a nuestras facultades y disposiciones somos considerados jurídica y socialmente responsables, es decir, que debemos manejar prudentemente y responder por nuestras acciones, decisiones y obligaciones, tenemos gran incidencia en la forma en que se desarrolla la vida personal, social y comunitaria.
Tener gran incidencia se deja traducir por ser responsables de los procesos formales y no formales de la educación ciudadana. Partiendo del ejemplo personal hasta el desarrollo de programas socioculturales articulados y fundamentados con las políticas públicas es posible que logremos generar un efecto adverso al malestar del ego ineficiente en el liderazgo social. De hecho, no es necesario tener que ser un representante, concejal o alcalde para ser un agente de cambio social y poder aportar así a la transformación social de la ciudad.
Para poder ser un agente de cambio social, no basta con tener y manifestar buenas intenciones y pagar publicidad para proyectar una buena imagen pública, es fundamental educarse constantemente en temas relacionados con la gestión pública y la gestión de proyectos, liderazgo y talento humano. Para el desarrollo de una ciudad integral, debemos aprender a ser ciudadanos integrales. Recordando algunas frases del conferencista y educador británico Ken Robinson, en una de sus charlas en TED, nuestra sociedad padece una carencia de recursos humanos porque los sistemas e instituciones no permiten el desarrollo del talento. La falta de talento está asociada a la falta de propósito y la falta de propósito conlleva al fracaso y en otros casos a la criminalidad. Algunos son criminales en las calles, a mano armada, pero definitivamente los que más peligro causan a la sociedad (porque tampoco hacen mucho para generar condiciones favorables para el desarrollo humano) son aquellos que aún a pesar de la educación y formación que tuvieron, a pesar de sus contactos, apoyos y recursos, desde posiciones de representación pública y de poder político realizan actos ilícitos u operan de mala fe, desde el más pequeño de los detalles de la gestión pública hasta los asuntos más delicados e importantes para la ciudad.
Es necesario que desde cada área del conocimiento y de la vida práctica del ser humano, apuntemos al desarrollo de nuestros talentos. ¿Cuál es el sentido de seguir sosteniendo una sociedad donde para bien o para mal las desigualdades sociales, las exigencias financieras y los paradigmas culturales siguen creciendo y generando miseria en el espíritu de los cartageneros?
¿De qué sirven representantes comunitarios y distritales que retrasan la gestión de proyectos y la libre asociación de ciudadanos?
Kant, respondiendo a la pregunta por la Ilustración, en pocas palabras dijo que nos atreviéramos a hacer uso de nuestra razón, la cual no tiene exclusivamente una función intelectual sino práctica. Para hacerle frente a las asociaciones, juntas, movimientos e instituciones que se destacan por actuar de mala fe, es fundamental que nos atrevamos a iniciar un despertar ciudadano organizado, diverso pero estratégico, con una visión clara de ciudad. Recordando a Jaime Garzón en varias de sus conferencias, más que todo nosotros los jóvenes, debemos ser conscientes de la realidad social y tomar decisiones responsables, autónomas y eficientes para transformar nuestro país.