Un loop sin gracia se repite, reverbera en nuestros oídos y migra hasta los ojos. Así es la realidad de nuestro territorio, por estos días: Millones tranzan su capacidad de acción a cambio de la comodidad de sus hogares y el mundo pareciera reducirse a la ignominia de lo evidentemente reprochable. El sentido común se convierte en distopía a la que nadie aspira, hombres y mujeres se ubican en esquinas opuestas dentro del cuadrilátero ignorando que sólo en la unidad de sus almas es posible la vida. A los abuelos se los ve desconcertados, los románticos vuelven a dejar para después el amor. La maleza se instala y avanza.
Los más osados se mantienen en silencio; ya no sabemos si es valentía o resignación el hecho.
"Así estamos: consternados, rabiosos"
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No esperé a terminar los pormenores de la noticia ni el intrincado desenlace que ya suponía. Y suponía bien, de eso puedo alardear sólo porque así es este y los países que nos circundan. faltaban menos de 35 días para el revuelo electoral y no había trinchera que me protegiera, ni siquiera el amor que, por esos días, sazonaba con tanto entusiasmo más por esa premeditada actitud de cuidar en otro que por el presagio de un "felices por siempre". Ella era una chica en problemas y diatribas menores que sólo el paso de los años aligerarían y yo...yo era más bien el tipo de hombre al que el tiempo no lo desgastaba tanto como su comprensión. Comprendí, por esos tiempos, que era mejor cuidar de Martina y pintarle la primavera que hacerme cargo del malestar que acechaba, sobre todo, la mirada de los pocos amigos que frecuentaba, que inundaban los anuncios y los titulares, casi tanto como las fotografías insinuantes de las cervezas y las mujeres.
Preferiría una y mil veces cuidar de Martina, me decía en mis soledades mientras apretaba con la misma intensidad ojos y almohada.
Nada fue diferente con el paso de los días, nadie se abstuvo de seguir bombardeando los espacios en común con la miseria de las contradicciones, los shows de pacotilla y poca monta que seguían ofreciendo cada candidato y su prole. Eran buenos tiempos, no me quejo, pero sabían raro cuando se los ponía en perspectiva: nadie, ni siquiera el más elaborado análisis sabía, a ciencia cierta, qué pasaría. Ante la impotencia, yo prefería acompañar a Martina a elegir nuevo crema para su cabello, y seguía dejando para después mi correspondencia con Emma.
Ficción
Tania del Pilar.