Fotografía 14 de octubre 2023 en medio del eclipse

Acto de contrición


 

 

Me confieso un alevín de lectora. No me arrepiento -y que se me castigue- por toda la erudición a la que le hago el quite y hasta el feo.

 

Que Dios me perdone -eso sí- si ante los más incautos me he mostrado más intelectual de lo que soy. Que me perdone mi amor por los gazapos y errores ortográficos que, con sobrada paciencia, soporta en honor a nuestra unión.

Me arrepiento -también, que se consigne en la reserva del sumario- de mi atención de colibrí, del tiempo que sepulto mientras elijo lugar para cada objeto en mis espacios; de la parsimonia para acicalarme,

del agua que desperdicio al lavar los enseres; de la armonía que busco entre simetría y color de toalla de mano/toalla de cuerpo/arreglo floral/jabón líquido en envase de plástico/qué horror/me espanto.

 

Y mientras tanto, los libros, esos artefactos mitad divinos, mitad por qué son tan caros/ Dios Santo/ ¡qué fastidio este aparato!/ mejor los encuaderno/pero es eso piratearlos/ por qué eres tan moralista, querida/ leo después/ la pantalla me incomoda/¡ay, las matas, el polvo!/ Mañana termino.

 

Y así, a veces, muchas veces, queda en veremos la lectura del más monumento de los relatos.

Recuerdo, sí, muy agradecida, con todo entusiasmo, a Borges: antiguo, como los libros, mitad creación/ en todo, mítico creador.

De resto, mis recuerdos de lecturas son despojos -como los libros- mitad recuerdos, mitad ficción/se me cruzan fechas/ me estoy quedando en blanco/"Tania, no exageres"/ tienes razón, amor/ no me leí a Sherlock/ yo pude escribir el Ulises de Joyce/qué poco he leído/todo lo sé porque canto.

 

Que me perdone el César y los suyos/ o por lo pronto usted, Nelson,/ que no pueda yo más que hacer de este escrito casi un lamento florido/ por fortuna nada llorón/ nada de llanto.

 


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