Le amo con un fervor al que sólo aspiran los valientes, Emma. La veo desfilar por mis pensamientos y acto seguido emprende la fuga; la sé distante, acepto su huida. Le amo con intermitencias también, es cierto: Cuando me alimento, la siento a un costado y la ignoro; por pudor, voy al cuarto de baño y regreso.
Le hago vestidos que no le ciñen, me confieso; le peino el cabello y luego despierto.
Dos veces a la semana, ella toca mi puerta y sólo una vez le permito seguir, me culpo. Me ama con la sabiduría de un clérigo y me ufano, la abrazo, celebro y celebro.