Zapatos para estar

Lo prosaico en el oficio de sentir


Juan Barón inició alguna vez uno de sus relatos con una imagen que me gusta siempre que la recreo en mi cabeza, y que alteré, más por fidelidad a la realidad de mi ficción -si es que puedo decirlo así-, que por simple acto de rebeldía contra su estilo:

Y entonces reímos. La conversación debió terminar hacía ya largo rato y, de no haber sido por esos estallidos de risa, la evocaría tensa e inoficiosa. Como la mente va adonde quiera que un cielo trazemos, la mía volvió a sus recuerdos. Volví a estar sentada en las bancas de mi primera universidad; volví a mirar a la gente pasar mientras esperaba noséquécosa y la música sonaba en mis audífonos; una tras otra canción tarareaba mientras "el tráfico" aumentaba en la entrada de la universidad y yo me cambiaba de la banca al muro del canal de desagüe para mirar mejor el tránsito, o para fingir que miraba mientras me inundaba los oídos escuchando música. 

De vez en cuando me perdía en el "Missisipi", como se había renombrado al canal de desagüe del claustro por su aspecto a veces medio turbio, pero nunca seco, como si en realidad fuera un río que nunca paraba de circular. No sé si esa forma de nombrar

el canal la conocía el resto de estudiantes, simplemente lo llamamos así siempre de esa manera.

En esa simulación de río veía pasar empaques de bombones, colillas, tierra, hojas rasgadas. Curioso cómo jamás se desbordaba y no tenía un olor fétido. De repente podía ser el sol de todos los días en una ciudad del Caribe a la orilla del mar. 

No sé. Lo cierto es que, a la postra, crecíamos y estudiábamos en un lugar con un río por canal de desagüe, y la máxima de Heráclito se cumplía sin cesar ante nuestros ojos.

Cuando recuerdo este momento en la universidad pienso en la frase que le escuché a Laura Ruíz, una mujer de Medellín, colega de muchas formas: "la primera metáfora es el río"*

La primera metáfora es el río, me repito. El río, que va a dar al océano; el río, que crece y arrasa todo, que nace de las montañas y cuya agua, a diferencia del agua del mar, se deja beber incluso con su sedimento.

La frase todavía me da vueltas en la cabeza. Pienso en Laura cuando imagino el río y tarareo una canción de Vox dei, pienso también en el guion de Cello y en todo lo que se desborda.

Vuelvo a la segunda conversación del día salvada por la risa. Nadie es igual a su ayer o "nosotros, los de entonces, ya no somos los de antes" dice Neruda; y no sé si la primera metáfora es el río, pero Laura y Heráclito en algo tienen razón: todas las aguas se mueven para mantenerse vivas. 

 

 

*Laura citaba un verso de Borges.

 


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