Fotografía casera de un amanecer

Un piano inunda el edificio


Cierro la puerta y escucho al nuevo habitante del edificio jugar en el piano: toca alguna canción de navidad, toca algún clásico europeo y luego algo suyo, un tecleo ligero y melodioso. 

Voy por la casa imaginando el recorrido de sus dedos por las teclas y pienso en lo reciente: he vuelto de la librería recordando a mi amigo en su oficio de buscar títulos por el espacio, de abajo arriba en la escalera; en la belleza de eso cotidiano de sentarme a tomarme algo y ya no verle, no porque no esté -que es lo obvio- sino porque el tiempo pasa y algo hace con las heridas. Para poder explicar esto, viene a mi mente un poema de Piedad [Bonnet]:

《No hay cicatriz, por brutal que parezca,

que no encierre belleza.

Una historia puntual se cuenta en ella,

algún dolor. Pero también su fin.

Las cicatrices, pues, son las costuras

de la memoria,

un remate imperfecto que nos sana

dañándonos. La forma

que el tiempo encuentra

de que nunca olvidemos las heridas.》

 

El piano sigue y con su sonido me muevo por la casa. Es algo así como verano en la capital del país donde nací, pero en nuestro edificio es primavera: la música llena los corredores, se escuchan descorches, algunas risas y el anturio de mi casa anuncia una flor. Desde julio no sucedía.

Algo se trae la muerte con la vida, no sólo es al revés.

 Después de sonreírme por volver a las librerías, evoco otras cosas recientes; siento el amor que no se malgasta incluso si se da a las personas equivocadas, me alegran mis preparativos para regresar al mar, me sonrío con los mensajes de mi madre que dicen que su casa con mis vestidos están listos para mi llegada.

Ya siento Cartagena cerca, con sus contrastes, siempre tan bonita. Luego pienso en otras cosas. En las distancias que me he recetado. Pienso en si he hecho lo correcto, y dudo. Dudo mucho.

Como una sacudida, en el piano suena Para Elisa, luego un tecleo con distorsión y, de golpe, el silencio. 

Es mejor no pensar tanto, me recuerdo. y en mi mente aparecen algunos versos de Pessoa:

 

《Y así escribo, pretendiendo lograr sentir la Naturaleza, ni aún

 

[como un hombre,

 

sino como quien siente la Naturaleza y nada más.

Y así escribo, ahora bien, ahora mal,

ahora acertando con lo que quiero yo decir, ahora errando,

levantándome allá y aquí cayendo,

pero siguiendo siempre mi camino como un ciego obstinado.》

 

Luego de Pessoa prefiero dejar inconcluso esto y abrir la ventana para sentir la brisa fría antes de dormir.

 


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