Hace poco alguien compartía en el muro de su cuenta de Facebook un fragmento del cortometraje “Los Balcones de Cartagena de Indias”, dirigido por el crítico de cine Francisco Norden en 1966, con el siguiente comentario nostálgico al pie del video “Cuando Cartagena era de los Cartageneros”. El corto mostraba el día a día y las formas de divertirse principalmente de las personas que vivían por aquel entonces en Getsemaní; en la Plaza de la Trinidad, por ejemplo, ubicada en corazón de este legendario barrio, los jóvenes disfrutaban de partidos de beisbol al aire libre.
A raíz de eso me surgió el siguiente interrogante: ¿de quién es Cartagena? Antes de ocuparnos con la pregunta, aclaremos primero nuestros términos. Es claro que Cartagena no es el Centro Histórico —incluido Getsemaní y el Castillo de San Felipe de Barajas— como casi siempre se imaginan quienes nos visitan, ni tampoco el Centro Histórico es Cartagena. Eso fue Cartagena hasta un momento de su historia; luego su “esencia” desbordó sus fuertes para extenderse allende sus murallas.
Si se atiende al contenido del cortometraje de Norden, la pregunta correcta sería ¿de quién es el Centro Histórico? Con la revalorización urbanística a raíz del fortalecimiento y auge del turismo en la segunda mitad del siglo XX, el Centro Histórico y sus placeres son de quien pueda costeárselos, y dado que son pocas las personas nacidas y educadas en la cultura, valores y costumbres cartageneras las que pueden hacerlo, se tiene entonces que el Centro Amurallado poco a poco ha dejado de ser Cartagena, aunque se lo intente mostrar como la vitrina de la cultura local.
El turismo, según datos de la Cámara de comercio de Cartagena, para el 2023 generó el 23% del empleo en ciudad, ha fortalecido el desarrollo local y ha promovido el interculturalismo. No obstante, todo este crecimiento impulsado por el sector ha ido generado el desplazamiento de la población hacia el suroriente de la ciudad, en algunos casos forzado, como ocurrió con la reubicación de más 1.300 familias chambaculeras en 1971 por ser un “obstáculo” para la consolidación de Cartagena como principal destino turístico de Colombia.
El centro turístico de la ciudad -incluido Bocagrande- no es la Cartagena del cartagenero común y corriente; es la Cartagena que se han inventado desde comienzos del siglo XX para promover el turismo: es otra Cartagena, no en vano se dice que hay dos caras de Cartagena de Indias. Sin embargo, pese a todos los esfuerzos particulares e institucionales por hacer del Centro una Cartagena de ensueño, en ella se han ido manifestando los síntomas de los males de la ciudad, tales como la pobreza extrema, la inseguridad, el desempleo, la deficiencia en la prestación de los servicios públicos, la denigración del migrante—, etc.
En conclusión, el Centro Histórico de Cartagena de Indias no es de los cartageneros y tampoco tiene por qué serlo exclusivamente; en él hay parte de la cultura y costumbres cartageneras que se han ido mezclando como en un crisol con otras de muchas partes del mundo. El tronco de la cultura, costumbres y valores de la alguna vez llamada Ciudad Heroica ya no está en la vieja ciudad: hoy se ha mudado a la Cartagena popular que ningún turista con justas razones quiere visitar.
Neiver de Jesús González Garizao
Aliado Laboratorio de Cultura Ciudadana- LAB3C