El poder de los deseos


En la película de Walt Disney Animation Studios,  Wish: el poder de los deseos, se narra una mágica historia que ocurre en un pueblo llamado Rosa. El pueblo fue fundado por una pareja que estudió magia y hechicería y que decidió asentarse en un lugar para erigir su reino. 

En Rosa se acostumbra a realizar una ceremonia especial cuando uno de sus habitantes cumple dieciocho años, con el único objetivo de brindar al festejado la oportunidad de entregar al Rey -Magnífico- su deseo más preciado. Así, los habitantes se despojan de sus deseos con la certeza de que las habilidades mágicas adquiridas por su majestad permitirán que se hagan realidad. Sin embargo, es casi imposible cumplir a todos sus aspiraciones, dado que el rey solo cumple un deseo al mes. 

El deseo entregado al rey se presenta en la película como la entrega de la razón de su existencia y actuar, el sueño, el cual es depositado en una esfera y borrado de la mente de su soñador. Por eso, quienes aspiraban a ver sus sueños hechos realidad, experimentaban un vacío acompañado de un único anhelo: la esperanza de ser el elegido del rey. Esa situación condujo a que se desatara una disputa entre el rey y sus súbditos porque este se negaba a devolver los sueños a sus soñadores debido a que encontró en ellos una fuente de poder sobrenatural. Así se desarrolla la historia hasta que la población reflexiona sobre el poder que tiene un deseo y lo mucho que hay que trabajar para lograr que se vuelva realidad. 

Esta película permite realizar una analogía con la realidad de nuestra ciudad, Cartagena de Indias, un rincón mágico de la costa Caribe, caracterizado por su gente soñadora y resiliente. En esta bella ciudad cada cuatro años se realiza una acción decisiva llamada elecciones populares a manos de los ciudadanos -habitantes mayores de 18 años- que adquieren este derecho y ejercen este deber. En las urnas es depositada la confianza de los ciudadanos en quien consideran que debe administrar cada uno de sus recursos comunes para alcanzar la ciudad soñada; este es su principal deber y la razón por la que es elegido. Ahora, construir lo más anhelado por más de un millón de habitantes no es posible sin el actuar responsable y encaminado de su colectividad, sigue siendo nuestra tarea –quizá en menor escala– seguir construyendo ciudad.  Al leer esta expresión, puede uno imaginar una gran misión que conlleva grandes esfuerzos, pero la realidad es que los pequeños impulsos logran abrir el camino para concretar grandes sueños. 

Día tras día se puede escuchar entre los cartageneros cómo se anhela un medio de transporte masivo que responda a la realidad de la ciudad, pero también se observa cómo no siempre se hace un buen uso del transporte masivo con el que hoy se cuenta, se presentan malos tratos a la infraestructura, evasión del pago del pasaje e incluso la negación a hacer filas que permitan el ingreso digno a los vehículos. Por otra parte, está el rechazo justificado a todo el sistema pluvial con el que cuenta la ciudad porque, al ser ineficiente e ineficaz, ocasiona grandes inundaciones en zonas de Cartagena; pero también es una realidad que este sistema a pesar de carecer de efectividad, es invadido por grandes masas de lo mal llamado “basura”, porque aún no prolifera la costumbre de reciclar. Y así, se podrían mencionar miles de sueños que han sido interrumpidos por múltiples razones entre las que se cuentan estrategias que fortalezcan el tejido social.

Este inicio de cuatrienio con nuevos dirigentes, convoca a replantear nuestro aporte al crecimiento de la ciudad, apropiarnos de estrategias que permitan fortalecer en nosotros la facultad de despojar al rey Magnifico de la confianza depositada cuando sus acciones no garanticen el camino y realización del deseo colectivo y sobre todo siempre ver el poder de los sueños, porque nadie tiene el suficiente poder de transformar más que los soñadores. 

Adarelis Mercado Sanjuan

Aliada del Lab3C

labculturaciudadana@unicartagena.edu.co 


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