El cuidado es un elemento estructurante de la cultura ciudadana: cuidar de los otros y de nosotros mismos, ser cuidados por nuestra comunidad, cuidar la ciudad donde residimos y percibir que ella es un espacio para vivir con confianza y seguridad.
En la Cartagena de Indias del siglo XVII, Pedro Claver cuidaba los esclavizados, llamándolos por sus nombres, tocando sus cuerpos malheridos, alimentando durante años a los desechados por inservibles, y al hacerlo también buscaba cuidar su propia dignidad, comprometida cotidianamente en la ignominia del tráfico humano de la esclavitud en los entresijos de la actividad portuaria de la urbe. Como dicen los historiadores, -citando al escritor Hartley- “el pasado es un país extranjero, y allí se hacen las cosas de forma diferente”; por ello, desde las categorías culturales del siglo XXI, pudiera parecernos que al señor Claver le faltó ímpetu revolucionario para modificar el status quo del imperio español del cual era súbdito o de la iglesia católica con su aparato ideológico de cohesión social, a la cual servía con voto de obediencia en una de las órdenes religiosas más poderosas de su tiempo; pero algo hizo extraordinariamente bien para justificar el hecho de que a su sepelio concurrieran sus coterráneos sin distinción de origen, riqueza, poder, rango o exclusión social y para que su nombre perdure en su ciudad, que lo honra al considerarlo uno de sus hijos más ilustres.
El historiador Alfonso Múnera, en su conferencia del pasado 8 de septiembre de 2024 en el marco de la conmemoración de la memoria del santo, proponía a la comunidad jesuita que, en su esfuerzo de resignificación espiritual del legado de San Pedro Claver y de su Santuario, considerara la opción de fundamentarla en la praxis del respeto del otro, la superación del individualismo y la ética de la solidaridad y la dignidad humana.
Para la cultura ciudadana también resulta válida la propuesta del historiador Múnera: Pedro Claver pudiera servir de espejo frente al cual cotejar la dimensión de cuidado de nuestras acciones individuales y colectivas. Al hacerlo, encontramos que somos nosotros, los ciudadanos cartageneros del siglo XXI, los que necesitamos resignificar nuestra identidad de sujetos en la urbe, en favor de la promoción de la dignidad, la igualdad, la solidaridad, la pertenencia, el trabajo altruista, las iniciativas barriales, la inclusión, la seguridad alimentaria, la protección de los espacios e infraestructuras públicos, el respeto por las diferencias, el reconocimiento de nuestra multiculturalidad y mestizaje, las prácticas empresariales sostenibles, la protección de nuestros niños, niñas, adolescentes, personas de la tercera edad, con capacidades diferenciales o en situación de vulnerabilidad.
En su labor incesante y cotidiana, Pedro Claver los llamaba por sus nombres y utilizaba intérpretes en su tarea evangelizadora y humanizadora. Frente a nuestros retos del presente en el campo del cuidado, preguntémonos si en la ciudad nos estamos reconociendo y comunicando más allá de los límites de nuestros archipiélagos de relaciones significativas.
Gloria Yepes
Historia y Artes Ph.D.
Aliada académica Lab3c