Una cosa es una cosa...Y otra cosa es otra cosa.


Dijo sabiamente Pambelé . No conozco el contexto en el que lo dijo, pero me parecen sabias sus palabras.Dijo sabiamente Pambelé . No conozco el contexto en el que lo dijo, pero me parecen sabias sus palabras.
Una cosa es la política y otra cosa es la religión.
La política en su acepción más sencilla es toda acción ejercida de manera individual o colectiva en favor del bienestar de las personas sobre las cuales se ejerce el poder.Eso quiere decir que quien es político se ocupa siempre de orientar todas sus acciones para que los miembros de su comunidad administren de manera eficiente los recursos que disponen para un buen vivir. La política está desprovista de egoísmos y mezquindades, pero sobre todo de malas intenciones. Se supone que todos los seres humanos somos seres políticos en la medida que en nuestro entorno familiar, laboral, comunitario nos ocupamos día a día de ser y hacer bien lo que nos corresponde y garantizar el bienestar propio unido al de los que nos rodean.

La Religión está asociada a practicas culturales y como el hombre concibe su relación con lo divino en conjunción con valores éticos –morales y practicas socio culturales que le sirven como soporte para establecer una relación directa con una divinidad. La religión es y siempre ha sido el motor que ha movido a la humanidad hacia situaciones complejas, las cuales han afectado el curso de la Historia. Los seres humanos no estamos obligados a abrazar una religión pero si somos impactados en nuestra vida por ella sin temor a dudas.

Entre Política y Religión hay un punto de encuentro en la medida que ambos se ocupan del bienestar de las personas, uno material y otro espiritual. Todo lo bueno que pueda tenerse aquí y en el mas allá es la tarea.

Siendo eso así y de manera muy sencilla, hay decir que entre política y religión cabe aquello de” A Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar”. Está claro que existe una diferencia sustancial en los campos de injerencia de cada uno, por tanto es deseable que cada quien se ocupe de lo suyo sin pisarle la manguera al otro.

Pero la Historia de la Humanidad está plagada de ejemplos que contradicen lo anterior con los funestos resultados que todos conocemos y seguimos viendo solo como un referente sobre el cual emitimos un juicio de valor pero no nos sirve para repensarnos. He ahí el problema.

Nuestro país supero con la Constitución del 91 , la injerencia de la Iglesia Católica en los asuntos del Estado, es decir en la política, para dar paso a un Estado moderno donde es posible abrazar cualquier ideología religiosa en el marco del respeto y tolerancia entre todas ellas y su feligresía.

Del 91 hasta hoy , hemos visto como por ejemplo, distintas denominaciones cristianas han llegado al Congreso y desde allí han intentado que el Estado Social de Derecho se ponga al servicio de la ideología religiosa y mezclar lo del Cesar con lo de Dios para dar paso a un coctel peligroso, porque entre otras cosas, subvertir lo objetivo por lo subjetivo para definir el camino de una sociedad es más que riesgoso, es servir en bandeja de plata la pérdida de la autonomía y el libre albedrio para entregárselo a lo que hace parte de la esfera íntima donde el abuso de poder puede lograr cambios insospechados en las personas y su forma de actuar en sociedad.

La marcha de los Uribistas y sus amigos contra el gobierno de Santos en Cartagena el 1 de Abril es un ejemplo de todo lo anteriormente expuesto, y la evidencia muestra que estuvo salpicada por ese interés desmedido de mezclar religión con política en un momento en que la historia nos convoca a ser mesurados frente a ese largo y tortuoso camino que nos ha de llevar hacia la plena vivencia de la Paz. Todas las apuestas deben estar orientadas hacia tender puentes de comprensión entre los que salen de la guerra, las víctimas y los espectadores.

Con esos discursos extremistas e incendiarios que invocan la fe religiosa en simbiosis perfecta con la política, el panorama de la ciudad se oscurece aún más de lo que ya de por si se encuentra, generando con ello un estado de confusión e incapacidad de tomar decisiones políticas objetivas, de lo cual no podemos dar cuenta en el corralito de piedra. Seguimos pegados a las lógicas del que usa el poder de la palabra y el miedo como arma perfecta para esclavizar.

Cartagena tiene un sino histórico-cultural funesto en lo que a la relación entre religión y política se refiere. Todo parece indicar que de ello no nos hemos podido zafar después de 480 años.

Carmen Anachury Diaz.


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