Carta


Arcángel: 

Alguna vez leí que debemos tener mucho cuidado cuando le prestamos atención a alguien porque esa atención no nos la devuelve intacta; y esa frase la sembré en el terreno fértil del Trap. Un género que muchos intelectuales desprecian como si fuera el perro callejero que se caga en la alfombra: ruidoso, incómodo, indeseable... Yo llegué a este camino de la forma más extraña y loca posible, y comencé a escucharlo de otra manera. No como ruido, veneno o una oda a la ilegalidad, sino como un vórtice sagrado: alquimia, catarsis e ingeniería del espíritu que aunque suene improbable reorganiza, sacude y despierta.

Las canciones tuyas y las de Benito me hicieron asomarme a una cornisa que nunca antes había pisado. Entonces me adentré en las calles de la que ustedes hablan en sus barras (Y digo calles porque dentro de la calle física hay otra que se camufla, que no se ve a simple vista)… y no por morbo ni mucho menos por un antojo de escribir crónicas policiales, sino para experimentarlas y entenderlas y sólo así vivir experiencias que solamente vive aquel que se lanza a la aventura y que desea hallar verdaderos tesoros ocultos...  Allí mirando el miedo a los ojos sentí la acrimonia de un mundo donde la vida pesa menos que un billete y la traición se vende al por menor, pero también vi lo que casi nadie cuenta: la nobleza espontánea, la gratitud, la lealtad; el impulso profundo de cuidar la libertad que estuvo empeñada por traficar con unos cuantos gramos. Y solamente al caminar esa calle pude comprender la hondura de tus versos.

“De Arcángel me gusta su piquete”, me dijo Franklin, un amigo que hice en las calles de Carolina cuando le pregunté qué era lo que más admiraba de tu arte. Ramona, por su parte —una señora de unos sesenta y tantos— me dijo: “Acha, tú no ves cómo él se trata.”
Y a partir de esos testimonios quiero contarte algo que para mí es trascendental: llevo algunos años estudiando el poder de la palabra y el autoconcepto, ese cimiento secreto desde donde se gesta y se perfecciona un sueño hasta volverlo realidad inevitable. Entendí, por fin, que “donde pones tu atención, pones tu energía” no es una frase fantasiosa inventada por gurús, sino un principio espiritual, psicológico y hermético que atraviesa todas las culturas. Y tu música, Arcángel, trabaja exactamente ahí. No es solo denuncia ni historias de gansters y bichotes que no se paran en las esquinas; es música que abre portales.

Desde mi experiencia puedo asegurarte que hay jóvenes que hoy respiran porque tú les dijiste —sin decirlo— que podían sobrevivir un día más en este mundo donde, a veces, la vida no vale nada y donde muchos hablan de matar aunque sea por ‘broma’. Y sé también que hay otros que se permiten creer que valen porque escucharon tu historia de superación, vieron tu ética de trabajo, la coherencia de tu mensaje y tu claridad que se presenta auténtica y sin maquillaje.

En el trap encontré, a profundidad, una práctica vivencial de gratitud y abundancia. He visto ese deseo sincero y generoso de usar lo que tienes para que otros estén mejor. Y no, no son solo palabras que se lleva el viento: son obras concretas, como el estudio en Río Piedras, que más que un edificio es un refugio. Un laboratorio de futuros donde se gestan chispas de cosas grandes revolucionarias y maravillosas. Una carta de navegación para que muchos jóvenes descubran que pueden llegar más lejos de lo que la calle les dijo, haciendo chavos con sus voces, sus talentos y sus coritos y no en una esquina traficando con gramitos. Esa apertura del estudio en pleno corazón de la Plaza del Mercado es una prueba viva de que el barrio sabe producir belleza, arte, disciplina y sueños de grandeza.

Por esto y por otras razones quiero entrevistarte para el libro que estoy escribiendo: un proyecto sobre el verbo como herramienta de creación, sobre la grandeza de la palabra y sobre cómo la lengua moldea la realidad tanto como las manos del alfarero moldean la arcilla. No busco una entrevista típica. Busco un diálogo entre dos amantes de la palabra que entienden que soñar no solo es un acto político y espiritual, sino una responsabilidad sagrada. Una de las cosas más serias que hay que hacer en esta vida. Quiero hablar contigo de autoconcepto, de destino, de sobrevivencia, de cómo afinar la atención hasta convertirla en camino allanado.

Austin, me adentré en el trap y descubrí algo que me cambió la vida: la calle, cuando la miras sin miedo, también sabe producir belleza, y para mí ustedes son prueba de eso.

Termino con una línea hermosa que me regaló mi profesor de literatura, el hombre que me enseñó a escribir sin pedir permiso: “No hay nadie más solitario que aquel que no ha recibido una carta.”

Que esta sea la prueba de que no estás solo en tu empeño por ganar, todos a la vez, con madurez, con propósito y sobre todo poniendo el talento al servicio de la humanidad.

Con admiración y respeto:

Ángela María