Volver a la ternura.

El día en que Bad Bunny me dejó una tarea


El subvalorado, vilipendiado y condenado a la ignominia por los ex cathedra de la música, Bad bunny me dejó una tarea.
Mi mamá y yo pasamos vacaciones juntas en enero del 2025; y un día mientras yo paseaba a su perrito comenzó a sonar una canción en mi teléfono que me supo a melancolía.  Se trataba de Debí Tirar más Fotos, del conejo malo. En seguida abrí la galería de fotos de mi teléfono, y de  las cinco  mil setecientas imágenes que tengo, muy pocas, pero muy pocas eran con mi mamá.
Y fui socavada por un recuerdo que me heló: antes, nos tomábamos muchas, muchas fotos, y solíamos reírnos alegre y profundamente.  Y caí en cuenta de que esa canción me rasguñaba alma. Y tragué en seco y se me encharcaron los ojos, porque eso me estaba cuestionando sobre cómo estoy usando mi tiempo con los que amo. 
E integré inmediatamente esa famosa frase de cajón “debemos vivir en el aquí y ahora”, porque muchos la repetimos, pero pocas veces nos preguntamos ¿qué es eso del vivir en el aquí y en el ahora? Y  precisamente es saber estar de manera consciente en el preciso momento en el que estamos, pues la mayoría de las veces estamos al lado de las personas que queremos físicamente, pero mirando el celular, chateando con los que tenemos lejos, estudiando, o pensando en las preocupaciones del próximo mes, o con los problemas del trabajo, y lo último que hacemos, si es que lo hacemos, es tener una conversación con ese ser que teneos al lado. No nos preguntamos qué sueña, qué piensa, qué siente. Y vamos envejeciendo al lado de los que amamos, desconociéndolos o teniendo una idea errada de ellos, porque la barrera del silencio se apodera de nuestras interrelaciones.
Esa canción con su estribillo me hizo pensar que los momentos bonitos los generamos nosotros mismos hoy, no mañana, porque mañana simplemente no existe. Y es entonces cuando nos volvemos los héroes de nuestra propia misión y comenzamos a atesorar muy bien esos fugaces momentos para que nos puedan calentar el corazón en los días en que quiera llegar la yerta nostalgia a flagelarnos con sus por qués, con sus debí.
Y cavilé sobre el no querer cantar esa canción con un turugo atravesado en la garganta, porque si por algo decidí conscientemente comenzar a escuchar a Bad bunny, es porque cuando tomé conciencia de lo que hace el cortisol en el cuerpo, solo escucho música que me genere estados elevados como la alegría, risa, energía,  agradecimiento, amor e incluso ensoñación, porque como “la vida es una fiesta que un día termina”, quiero vivir lo que me resta que es bastante, enfiestada, alegre, amorosa, generando mi propia dopamina y oxitocina con las cosas que amo y escojo conscientemente cada día: la música, la cocina, la ternura, la risa, el arte, la creatividad, el aprendizaje, el movimiento.
Luego elevé una oración por Benito, y lo bendije, porque es apenas un deber agradecer a quien nos despierta el alma que a veces la traemos tan dormida. Es a penas una obligación que se hace amorosamente, el bendecir a quien a través del arte te toca, te transforma, te hace mirar adentro y con nuevos ojos aquello que nos parece soso, cotidiano, aburrido.
Entonces El conejo malo me puso a generar nuevos momentos memorables con mi mamá para atesorarlos; pero esos momentos no fueron cualquier momento, ni tampoco las fotos que uno toma por costumbre en un evento especial. Estos momentos fueron creados solemnemente para ella… y pude fotografiar la gratitud de sentirse amada y cuidada, sus mejillas sonrojadas de halago el día que creé una receta de cocina para ella, la alegría de su alma el día en que, como cuando yo era niña, le traje unas florecitas que arranqué en un parque.  El conejo malo nos puso a hablar hasta quedarme dormida en su regazo, lo que muy poco sucede cuando nos volvemos adultos y rígidos; nos puso a reírnos, a derretirnos de ternura… y a soñar… tanto, que terminamos haciendo un vision board para manifestar unas vacaciones juntas. Y recordé que aprendí a recortar gracias a mi mamá; y que mi creatividad todo el tiempo fue alimentada por ella, por los cuentos que me contaba, por las historias que me leía y las canciones que me cantaba. 
Y me acordé que en la primaria tuve que hacer un pez. Y ella, mi mamá, luego de llegar de trabajar, me ayudó a hacer uno con escamas de lentejuelas azules. El pez más hermoso que he visto jamás. ¡Sí! el pez de mi tarea tenía escamas brillantes en alto relieve. Y recuerdo esa noche en la que me ayudaba a colorear y a recortar con tanto esmero; y la veo en mis claros recuerdos de infancia con aquella paciencia con la que me guiaba para pegar cada lentejuela en mi pez, a pesar de estar cansada luego de una extenuante jornada laboral. Esa noche nos trasnochamos y no dormí de la emoción, porque yo sabía desde ya que mi pez era y seguiría siendo por siempre jamás el más hermoso de la clase: un pez que nació surcando los ríos de la imaginación de mi madre y que aún hoy vive entre las corrientes amorosas de mis recuerdos.
Debí tirar más fotos me dejó queriendo tirar más fotos a mi mamá ahora que puedo, porque nos puso a hablar con mi mamá y a escucharla atentamente. Debí tirar más fotos me puso a recordar que mi ternura viene de ella, que ella me la enseñó y a ella debe volver. Y por eso me aferro a mi ternura como mi propio acto de amor y de resistencia.
Y es que es conmovedor cuando a uno le hablan del amor de una manera tan sencilla, tan cotidiana… desde un atardecer, desde un recuerdo que se nos escapa; y es más emocionante cuando esa canción te desnuda el alma y te pone a recordar momentos lindos, a agradecer, a soñar y a reír.  Porque en un mundo en donde el cortisol que producimos a través de la queja, el miedo, la vergüenza, la culpa y un montón de etcéteras están a la orden del día y por galones, mientras que la oxitocina la producimos por escasos mililitros, se hace perentorio volver a aquello que nos enternece, que encienda la chispa de nuestra verdadera humanidad; y esa responsabilidad es personal, pues de cada uno depende salvarse a sí mismo de las emociones que drenan nuestra energía.
Debí tirar más fotos con su güiro y sus tambores me hizo experimentar muchas sensaciones en diferentes dimensiones de mi cuerpo; y cada vez que la escucho vibra en mi como cuando cae un rayo en una tarde de aguaceros en el Caribe; y por eso la volví la banda sonora de las vacaciones junto a mi mamá.
Sí señoras y señores, Bad Bunny me dejó una tarea a largo plazo: Me puso a pensar cómo generar más momentos bonitos hoy con los que amo: conversaciones, bailes, detalles, historias, recuerdos, agradecimiento y también me puso y a guardarlos muy bien, precisa y rotundamente porque nadie sabe lo que va a pasar mañana.

Benito, si lees esto: Muchas gracias, Te bendigo, sigue brillando. 

#badbunny

#DtMF
 


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