🪶Antes de ayer fui a la peluquería.
En un acto de fe le dije a la estilista quien hasta ese entonces era desconocida para mí: Quiero verme diferente. Rápame esta parte de la cabeza, por favor.
Ella me dijo: ¿Estás segura?¿Cómo vas a hacer eso así?
Y yo le dije: solamente te voy a hacer una pregunta y quiero que me respondas con el corazón: ¿consideras que tienes el conocimiento para arriesgarte? Ella me dijo convencida: sí, ¡claro! Yo le respondí: entonces dale sin mente, como la Barbie, que si no me gusta me compro una peluca, porque todo tiene solución menos la muerte.
Ella y su amiga que estaba también en la peluquería soltaron una carcajadas y se acercaron dónde mi a ayudarme a escoger el mejor corte de cabello. Mientras eso sucedía les dije: Les voy a contar una historia.
Ellas se acomodaron.
Hace años, continué, conocí a don Gildardo en una casa a la que yo fui a visitar y en dónde él también estaba de visita.
Como vi a don Gildardo viendo lejos, y estábamos en medio de un largo silencio que se había extendido entre los presentes, le pregunté: bueno don Gildardo
Y, ¿qué me cuenta?
Su respuesta me dejó pasmada.
Mijita, le cuento que tengo 87 años y pensándolo bien se me fue la vida y no fui feliz.
Impactada por tamaña confesión le pregunté:: ¿Cómo así don Gildardo? ¿Por qué dice eso?
Entonces me contesta: tengo cincuenta y cinco años de casados con una mujer de la que nunca estuve enamorado. Ella es muy buena mujer, Pero nunca me enamore de ella porque nunca me pude sacar del corazón a la otra que me dejó plantado el día del matrimonio; y tenía miedo de quedarme solo.
Sentí que el corazón nuevamente se me quebró en mil pedazos, mientras les contaba. Y se me quebró porque yo he sabido lo que es negarme por miedo al abandono, al rechazo, al juicio... Al qué dirán.
Y cuando actuamos por miedo; entonces él es el que se para vestido de traje frente a la orquesta y comienza a dirigir la obra de manera silenciosa, pero mortal.
Las dos mujeres escuchaban atónitas. Entonces les dije: imagínense ustedes qué historia tan triste. Ellas casi en coro, coincidieron con una respuesta afirmativa. Por eso, agregué: a partir de ese día me prometí que voy a vivir cada día de mi vida. Porque ahora tengo la conciencia de que vendré una sola vez a esta vida como Ángela María Jiménez Paternina; y esa única razón basta para no privarme de vivir, de sorprenderte, de reír, de cambiar cada vez... de look, de corte, de color de cabello, incluso cambiar de ideas, de pensamiento. Porque cuando hablamos del peligro de estar vivos hablamos del cambio. Y en la vida lo único que no cambia es el cambio mismo.
Los años me han enseñado que la vida es una sola y tan fugaz que quiero vivirla a plenitud; porque si algo no quiero jamás, es terminar algún día en alguna sala, de cualquier ciudad, con algún desconocido lamentándome de que por miedo se me fue la vida... triste, vacía y atrapada en una vida que nunca quise.
Aquí está el resultado.
Ahora gané dos amigas preciosas y una estilista talentosa y profesional que superó TODAS las expectativas que tenía.
Dejándome aún más bella.
Recuerden: vinimos aquí para vivir, no para encajar.
Por eso...
Disfruten,
Vivan,
Sorpréndanse
Equivóquense
Pero vivan.
¡Es urgente!
Porque una vez has despertado te rehusarás a vivir una vida pequeña.