Una moza con autocrítica


Sobre este tema he venido reflexionando desde hace varios días. Como para variar, en la cocina, mientras pico cebolla en brunoise: un corte que consiste en pequeños cubos regulares de entre dos a tres milimetros y que permite que la cebolla libere más sabor y aroma que cuando se corta en trozos grandes.

Y toco el tema a propósito de lo viral que se ha vuelto el audio de la señora Betsy Liliana involucrada en el intercambio de palabras de alto calibre con otra mujer y la madre de una de ellas y que mucha gente, sobre todo mujeres están celebrando y apoyando, lo cual revela lo decadente de la cultura colombiana, y el común denominador de muuuuuuchas familias: el cacho, el engaño, la permisividad, mujeres que no ponen límites, el festejo de lo vulgar, y sobre todo el discurso barato de la moza y el mito de la 'oficial'.

Almas mías, la que se jura 'oficial' sabiendo que el marido le mete cachos y no lo deja debe entender que es la oficial, pero del cacho, de la burla y del bembeo como se dice en mi pintoresco caribe colombiano.

Mi consejo para toda aquella mujer que le perdona infidelidades a alguien ( y que, como siempre, nadie me ha pedido) es que debe comprarse una zapatería, porque el tipo se va a ir con toooooda la que se encuentre cada vez que tenga la oportunidad, lo cual implica que la 'oficial' va a gastar muchos, pero muchos zapatos buscando al irresponsable emocional hasta por debajo de las piedras. porque él desde su inconsciencia se va a seguir yendo de fiesta recurrentemente con las sucursales. Y esto, mis queridas almas, no es vida. Les cuento: Yo fui amante durante casi cuatro años de un tipo que vivía en unión libre. Su 'mujer' me correteó, me dejó carteles, me hizo shows en la calle y llamó a mis papás entre muchas otras cosas de esas que se les ocurren a las creativas, desesperadas y mal autodenominadas 'oficiales'.

Yo, en esa época era una chica sin autoestima que ni siquiera sentía amor ni respeto por mí misma, entonces mucho menos lo iba a sentir por otra mujer, así que para qué mentir... yo estaba súper 'enamorada', me disfruté y sufrí a plenitud mi amantazgo y poco o nada me importaba lo que la esposa del irresponsable emocional sufría. Yo estaba tan perdida en la vida y era muy díscola...  me declaraba feminista e iba a darle cátedra a otras mujeres más perdidas que yo, sobre sororidad, límites sanos, amor propio político, dependencia emocional y autonomía, manipulación afectiva, duelo y reparación, el mito del amor romántico y demás conceptos que manejaba súper bien a nivel conceptual, pero para nada a nivel personal. Asimismo comencé a analizar a otras mujeres y amigas 'feministas' que viven atrapadas en esa trampa, en ese loop; y que aún no se pueden zafar a pesar de que las veo dando discursos que manejan super bien a nivel intelectual, e incluso con posgrados y maestrías, pero sufren en silencio la desgracia de soportar en un secreto a voces y a voluntad el engaño, la mentira y la humillación que trae consigo arroparse todos los días con esa misma sábana y además tener que compartirla con quién te miente a diario sin pestañear. Y ¿por qué? Porque vivimos en el mundo de las máscaras, del aparentar. Porque preferimos el martirio del matrimonio fallido y quebrado, que posa bien bonito para la foto, pero que no aguanta otro poquito de gota mágica, antes que defender la dignidad propia como un derecho INALIENABLE.

Para resumir el cuento, yo me pude zafar de esa relación. El tipo terminó casándose con la mejor amiga de su compañera permanente y las últimas noticias que he recibido han sido crónica de una muerte en vida anunciada: a día de hoy esa pobre mujer vive llamando a las amantes del hombre a decirles que ella es la esposa, la 'oficial', que con ella sí se casó y que el anillo que exhibe como trofeo es la prueba de la 'seriedad' del compromiso.

Me da mucho pesar, por no decir repulsión, que las autodenominadas 'oficiales' tengan que recurrir a poner GPS, espías, revisar celulares y chats, y a hacer llamadas que las hacen pasar del anonimato al desprestigio, porque prefieren empeñar su tranquilidad a cambio de la 'compañía' un tipo que claramente no las respeta. Y eso es tratarse a una misma como ciudadana de segunda categoría, cuando deberíamos ser tratadas por nosotras mismas, PRIMERAMENTE como unas reinas, como territorio sagrado. Mi pregunta es: ¿Qué ejemplo les dan a sus hijas? ¿Qué ejemplo les dan a sus hijos? ¿Con qué moral una madre que deja que la pisoteen a diario le va a hablar a su hija de amor propio? ¿de poner límites? ¿Con qué moral les hablan a los hijos de vivir en valores y en honestidad? ¿Con qué cara un suegro le exige al yerno que DEBE respetar a su hija, cuando a la esposa la trata como una piltrafa? Pero mientras tanto, que siga la fiesta con la mísera y triste historia que es común en la mayoría de los hogares. Porque con pan y circo las distraen; y ni siquiera toman del suelo una migaja de autocrítica para cambiar la realidad de la que tanto se quejan, y en la que viven atrapadas con el papel de víctimas eternas buscando la condescendencia de otras que viven igual de tristes a ellas, por los siglos de los siglos, amén.