La final de Copa Libertadores entre River Plate y Boca Juniors solo sirvió para exponer ante el mundo las vergüenzas del fútbol sudamericano.
Lo que en principio fue una final soñada para los amantes del balompié en el continente y que atraía la atención del planeta, tanto como una definición de título de Champions League o un partido del Mundial, se convirtió de un momento a otro en la revelación de los demonios que atormentan a Argentina y al resto de los países de Sudamérica.
No hace falta hablar de los dramas que le robaron el protagonismo al juego y que los medios de comunicación han abordado hasta el hartazgo. Primero la lluvia, después el ataque a los jugadores, el espectáculo de los presidentes, que se jugaron un duelo aparte, y finalmente la decisión de la Conmebol de llevarse el partido al Santiago Bernabéu, el estadio de Real Madrid, a otro continente.
Esto último expone una verdad avergonzante: Sudamérica no está preparada para albergar un evento de gran nivel y necesita de un continente más civilizado que le ayude a organizarlo.
Eso es lo que al final comunica la Conmebol con su resolución de llevarse la final de estas tierras. Lo dice el presidente de la Confederación, Alejandro Domínguez. "Madrid reúne toda las posibilidades, es la décima ciudad más segura del mundo, y tiene la mayor comunidad argentina en Europa".
El mensaje implícito de los que rigen este deporte en esta parte del mundo, más allá de los beneficios económicos y publicitarios que seguro significarán jugar en Madrid, es que ni Asunción, ni Medellín o Barranquilla, ni cualquier otra ciudad de estas latitudes podrían garantizar la seguridad del partido. No solo le quedó grande hacerlo a Argentina, le quedó grande a Sudamérica. Por eso, Doha y Miami eran las otras alternativas más sonadas.
La oportunidad que tuvo la Conmebol para que la Copa Libertadores diera el salto de imagen que necesitaba para atraer la mirada del mundo entero se convirtió en una pesadilla de desprestigio. Primero por la podrida cultura de las barras bravas en Argentina y luego por las decisiones que fue tomando la Conmebol en cada fase del drama.