Foto: Manuel Noguera
No suelo asociar a un dictador con el adjetivo divertido. Por lo general asocio a un dictador con la intransigencia y la imposición seca y seria.
Sin embargo, la figura del dictador da hasta para la diversión para otros. Es el caso de Alejandro González Iñárritu, el director mexicano, que se consideró como un dictador divertido cuando le preguntaron sobre su forma de ser como cineasta. Se consideró dictador por lo exigente y perfeccionista que es con su trabajo: “Exijo lo que doy, me exijo a mí mucho y exijo a los demás más”, pero divertido porque siempre hay espacio para divertirse y ser alegre. Esto dijo el mexicano durante su estancia en el último Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias donde recibió un tributo por parte del evento e impartió un “Master class”, expresión que consideró aterradora para llamar la charla que brindó, pues considera que no es ningún maestro y que no se siente habilitado para dictar clases.
Caer en los lugares comunes de decir los logros de este director también conocido como “El Negro” y los premios y nominaciones que tiene, es sin duda repetitivo, pero bueno, hagámoslo para aquellos que todavía lo desconocen y no se han acercado a su obra.
Es suficiente decir que sus cuatro largometrajes, Amores perros (2000), 21 gramos (2003), Babel (2006) y Biutiful (2010), marcaron un punto de inflexión en el cine latinoamericano, al lograr hasta la fecha más de 130 nominaciones, entre esas, 11 a los Premios de la Academia; obteniendo el Bafta a mejor película de habla no inglesa por Amores perros, a mejor director en el Festival de Cannes y mejor película en los Globo de Oro por Babel, y once premios en México.
Pero más allá de eso, Alejandro González es de esas personas que acercan su arte y su habilidad creativa a su público. En sus respuestas sencillas y contundentes, en su sinceridad y su humildad que lo caracteriza.
Con una respuesta sencilla pero a la vez contundente le dio un consejo a los nuevos realizadores: no plantearse hacer una obra maestra: “Las grandes películas nadie las puede planear, eso sucede”, y concluyó: “Hay que tener piel dura ante el rechazo, el tiempo es el juez”.
Habló también sobre la responsabilidad que tiene el director al momento de realizar un film. "Todos los errores en las películas son míos, si un actor lo hace mal, si la fotografía falla es responsabilidad del director".
Por último a la pregunta sobre su relación con los actores, el mexicano considera que hay dos tipos de actores: los intuitivos y los racionales. En el primer caso citó como ejemplo a Sean Penn, con quien trabajó en 21 gramos, al considerar que el actor se identifica mucho con el espacio y su fisicalidad para darle vida a su personaje con los elementos. En el segundo caso citó a Javier Bardem, quien precisa de mucha información, historia y datos (que no son evidentes en la película) sobre su personaje.
Sobre Bardem reveló no escribir sus guiones pensando en un actor en especial pero hizo una excepción en su film Biutiful, pues el personaje de Uxbal lo había escrito inspirado específicamente para este actor español.
De su incansable labor realizadora está ya por estrenarse Birdman, su última película, que abrirá el próximo Festival de Cine de Venecia.