A continuación algunas consideraciones del editor de "En nuestras caras". Leonardo Escobar Barrios.
UN LIBRO PARA LA TRADICIÓN
¿Qué nos podemos encontrar en un libro como En nuestras caras?
Nos podemos encontrar con una prosa ágil, divertida, llena de vitalidad, donde acontece el presente y donde los personajes ven discurrir el tiempo, a veces cotidiano y parsimonioso, a veces juguetón. Una prosa en la que se deslizan anécdotas, estados de ánimos, e historias jocosas y divertidas, emparentado a Quintero con una prosa cultivada en el Caribe que tiene un tono similar, como la literatura producida por José Félix Fuenmayor en La muerte en la calle, donde se observa el día a día de la ciudad canicular, o en los libros de cuentos de Álvaro Cepeda Samudio de Todos estábamos a la espera, donde los protagonistas están en constante expectación. Es por esta razón que me parece inevitable emparentar a Quintero con esta tradición del cuento cultivada en la región Caribe de Colombia. Otro aspecto que debo destacar del libro es su título, el cual es evocador: en nuestras caras vemos, por ejemplo, el paso del tiempo; en nuestras caras ocurren las historias más atroces, pero también las más felices. De esta manera, en nuestras caras puede ser tomado como un lugar literal o como un lugar metafórico, el lector elige donde ubicar dicha frase, y puede que inclusive el título del libro apunte en algunos casos al primer lugar y el otros al otro. De tal manera que la lectura del libro se plantea además como la búsqueda de ese lugar.
El libro consta de seis relatos de mediana extensión. A continuación haré un breve comentario de la totalidad de los relatos contenidos en el libro de Quintero. El cuento que abre el conjunto, que al mismo tiempo da título al conjunto de cuentos, “En nuestras caras”, cuenta una anécdota divertida que podría pasar en cualquiera de nuestros barrios y en compañía de nuestros vecinos, de seguro todos quedaremos impertérritos al terminar con su lectura. Si no conoce usted un típico barrio de la región Caribe de Colombia, la lectura de esta pieza es un buen acercamiento a dicha experiencia. “El signo de La Victoria” nos habla sobre algunos secretos de lo cotidiano y nos presenta la personalidad de una enigmática mujer que guarda un secreto de nacimiento. “El compromiso de dos viejos” nos habla de la última esperanza de un humilde vendedor de lotería, que le ha hecho la venta a otro viejo, la cual no sabemos si se cumple o no hasta el último momento. En “En busca del tiempo perdido”, además de una evocación a Proust, nos topamos con toda una reflexión poética sobre el concepto del tiempo y su paso, lo cual emparenta al relato más con la tradición del ensayo que con la del cuento; a mi parecer es el menos narrativo de los relatos, porque todos los demás sí se centran en una historia central que es narrada. En “Un ídolo desconocido” asistimos a conocer a un escritor un poco excéntrico; se deja deslizar en el relato la imagen que podría tener el autor de la industria de las letras, que no siempre presenta su lado más amable, en sin duda uno de los cuentos más divertidos e irónicos del libro.
Finalmente, en “Cuando sonó el teléfono”, preferiríamos que el teléfono nunca sonara y el relato se nos hace cercano porque a cualquiera de nosotros nos podría llamar un antiguo compañero del colegio… y meternos en problemas. Me gusta la cercanía de los cuentos de Quintero, me gusta que cuentan historias que nos pueden pasar a cualquiera y, en este sentido, es notoria la lejanía del autor con la tradición del relato fantástico, al menos no presente en este primer libro, habrá que ver si a futuro esto hace parte de la poética propia del autor. Por su parte, este libro se hace cercano, cotidiano, muy próximo a todo terrestre. Se asoma la superstición, pero no llega a estar presente lo fantástico, a la manera de Kafka, a la manera de García Márquez, a la manera de Arreola.
Hay algo que debo señalar con respecto al libro que no sé si es una ventaja o una desventaja y es el hecho de que Juan Quintero es un escritor de “su tierra”, sin duda, la idiosincrasia del lenguaje local, algunas palabras localistas, marcan el uso de una lengua aterrizada en su lugar, que se conecta con su raíz, en este sentido recuerda también una tradición latinoamericana que ya había hecho algo similar con el lenguaje del pueblo, como es el caso de los cuentos de "El llano en llamas" de Juan Rulfo.