Puerta de ingreso del Ginásio do Ibirapuera, sede del evento.
Fotos: Juan Quintero Herrera
El 21 de febrero de 2005 un joven español de cabellos largos, de bermudas que terminaban debajo de las rodillas y de camisetas sin mangas, se alzaba en Sauípe, distrito del municipio de Mata de Sao Joao, estado de Bahía, con el Brasil Open. Aquel chico tenía apenas 18 años y un poco más de 9 meses de vida, pero exhalaba dentro de la cancha la seguridad y el dominio que muchos jugadores del circuito no logran encontrar durante toda su carrera. Aquel chico era Rafael Nadal y acababa de ganar ese 21 de febrero el segundo torneo ATP de su carrera. Este dato no es menor, incluso podría decirse que es sumamente relevante si tenemos en cuenta que el Brasil Open fue la puerta de despegue de “La fiera” del tenis. En ese 2005 el surdo de Manacor se alzó con 11 torneos ATP, incluyendo tres Masters 1000 y su primer Grand Slam (Roland Garros). Había comenzado, desde aquel torneo brasileño, una nueva imagen del tenis masculino: talento, pasión, garra, mucha garra.
Tal vez por ese buen motivo (buenos recuerdos) cuando en 2013 regresó al circuito, después de una lesión que lo hizo perderse los Juegos Olímpicos de Londres y el resto de la temporada 2012, Rafa agendó el Open de Brasil en su calendario. Si bien el torneo había cambiado de sede (pasó de la playera Sauípe a la citadina Sao Paulo) la superficie de tierra batida se mantenía, buena razón para que el surdo de Manacor se decantara por él. La elección volvió a rendir sus frutos. Nadal se impuso en el Ginásio do Ibirapuera ante el virtuoso argentino David Nalbandian por 6-3 y 6-2. Nuevamente las puertas de un gran año se abrían desde el Open de Brasil: 9 títulos más en el año, incluyendo 5 Masters 1000 y dos Grand Slams ( Roland Garros y US Open).
La anterior introducción, sobre los años 2005 y 2013 en los que Rafael Nadal salió campeón, es una muestra de la relevancia del torneo de tenis con más historia y tradición de Brasil. Pues si bien el Rio Open (disputado en Río de Janeiro desde 2014) hace parte de la categoría ATP 500, encima de la categoría ATP 250 del Open de Brasil (disputado en Sao Paulo), los años de historia pesan a favor de este último.
SUS INICIOS
Septiembre de 2001 fue el mes de su surgimiento. Era un año en el que el país anfitrión tenía sus ojos puestos en su cara más notable en la historia del deporte blanco: Gustavo Kuerten “Guga”, quien ya se había bañado en las aguas del número 1 de la ATP. Sin embargo en aquel día trágico e inolvidable 11-09 se despediría este en su debut frente a Flávio Saretta. Sería entonces Fernando Meligeni (brasileño nacido en Argentina) que daría la cara hasta la final, perdiendo en esta instancia ante Jan Vacek.
Pero como la vida siempre da nuevas oportunidades, tanto el 2002 como el 2004 serían años de títulos para Kuerten en el Brasil Open. Y justamente sería este el último título en la carrera del catarinense ilustre, y también el último de un brasileño en este torneo. De ahí que se pida a gritos que un nacional diga “esto es mío, esto es nuestro”.
Desde entonces el torneo ha cambiado de ciudad (en 2012 comenzó a celebrarse en Sao Paulo) y de superficie y fecha en el calendario (en 2004 pasó a la arcilla y de celebrarse en el segundo semestre al primero, en febrero). Este cambio, a juzgar por los campeones le ha servido a los sudamericanos del sur del continente (valga la redundancia) y a los españoles. Del primer grupo se han coronado argentinos Guillermo Cañas (2007) y Federico Delbonis (2014), pero también el chileno Nicolás Massú (2006) y el uruguayo Pablo Cuevas, el flamante tricampeón consecutivo (2015, 2016, 2017). En cuanto a los españoles se han proclamado además de Nadal: Tomy Robredo (2009), Juan Carlos Ferrero (2010) y Nicolás Almagro, también tricampeón (2008, 2011, 2012).
De puerta de entrada a la cúspide como en el caso de Nadal, o de reafirmación como en el de Kuerten. O de surgimiento de promesas como en 2006 cuando Juan Martín Del Potro estuvo en la qualifying, hasta la consagración de grandes jugadores de arcilla como Almagro o Cuevas, es lo que ha brindado hasta ahora el torneo más tradicional de Brasil.
El español Albert Ramos Viñolas celebra un punto durante su juego de cuartos de final del Brasil Open 2018 ante el chileno Nicolás Jarry.
Por ello y para mantener su vigencia y competitividad en 2018, después de dos años de jugarse en el Club Pinheiros, el torneo vuelve al Ginásio do Ibirapuera, espacio de múltiples prácticas deportivas y culturales desarrolladas en la ciudad.
Por todo lo que representa es que Albert Ramos Viñolas, el español ya finalista en 2017 quiere lacrar su nombre en el trofeo. Tiene la capacidad y buscará cómo hacerlo. Por su parte Gael Monfils, el showman francés, que es tanto talento como magia para grandes jugadas, pero que se dispersa y se va de los juegos cuando más cerca está de alcanzarlos, también promete. Se suma Bellucci, el talento nacional que tanto se ha esperado fuese el sucesor de Guga, pero que sigue sin encontrarse totalmente. Fabio Fognini, es otro que destella por su innegable talento (no por casualidad es uno de los contados jugadores que consiguió ganarle a Nadal tres veces en una temporada), pero que también suele dejarse llevar por un genio explosivo. Habrá que esperar. Y Cuevas, bueno, Cuevas tiene nombre propio: tricampeón. Y especialista en la superficie.
La suerte está echada en el Abierto tanto para los individuales como para los dobles, aquella modalidad donde las diferentes nacionalidades no son impedimento para armar equipo y ganar. Un especialista de la casa se despide en 2018. Es André Sá, ganador de 11 torneos ATP, incluyendo este en 2017 junto a Rogerio Dutra da Silva. Homenajes en Ibirapuera para un hombre que ha jugado a lo largo de tres décadas.
Y que siga cruzando la bola la red en el Brasil Open. ¡Larga vida y que la tradición y la historia sigan!