Echemos cuento. TURISMO CULTURAL


Turismo Cultural

Por Claudia de la Espriella.

Miembro Amigos del MAMC

Hemos vivido más de año y medio encerrados cuidando nuestra salud y la de los que nos rodean. El turismo en Cartagena se ha visto muy afectado y se sienten los estragos económicos que de esta pandemia se derivan. Sin embargo, el aislamiento no ha servido para que las autoridades, junto con los gremios y los ciudadanos, realicen un esfuerzo creativo para implementar nuevas políticas económicas que orienten a la ciudad a una calidad de vida de más altos estándares.

Todos nos quejamos de que esta ciudad, Patrimonio de la Humanidad, ha perdido su rumbo y se ha vuelto un referente mundial de prostitución y drogas. Infortunadamente no hay nada exagerado en estas palabras. Basta con salir por la Puerta del Reloj después de las 7:00 p.m. para constatarlo. Nos rasgamos las vestiduras, pero no se hace absolutamente nada. Ni las autoridades gubernamentales ejercen controles para frenar este desorden, ni mucho menos se ha realizado ningún ejercicio creativo para reinventarnos y buscar caminos más dignos, sólidos y duraderos.  

En los últimos tiempos, se ha puesto sobre el tapete la discusión alrededor del acoso a turistas nacionales y extranjeros ofreciéndoles toda clase de “servicios sexuales” y sustancias sicoactivas. Incluso algunos visitantes han denunciado la situación por sentirse agredidos, frente a la insistencia demencial de los travestis, las prostitutas y los jibaros. Abandonan el país con una pésima imagen de Colombia y de Cartagena y, además con la certeza de que jamás aconsejarán a sus amistades que vengan a vacacionar acá. Mientras esto pase la ciudad gozará de mala fama y no se puede pretender que los llegan  hablen de nuestro valor histórico y cultural.

Es un hecho ampliamente probado que la falta de oportunidades laborales y un nivel educativo muy bajo llevan a muchos, en su desesperado intento de sobrevivir, por los caminos más inadecuados e impropios para cualquier sociedad. Pero hay que reconocer que los líderes, tanto gubernamentales como los gremios, parecen no darse cuenta que, debido a la inexistencia de políticas adecuadas, se está matando a escobazos esa gallina de los huevos de oro, que es el turismo. Y aún así siguen sin pellizcarse, sin reinventarse mientras Cartagena cada día que pasa, se muere de hambre… Triste destino que no se merecen sus habitantes.

Sin embargo, la vocación cartagenera por la historia y la cultura iberoamericana fue una realidad hasta más o menos finales de los años 70. Desde el año de 1827 existe la Universidad de Cartagena, como el centro de estudios superiores de la región Caribe más importante. Actualmente cuenta con investigadores reconocidos a nivel internacional en esos dos campos con sus facultades de Historia y de Humanidades. De igual modo, todas las manifestaciones del Arte se han dado cita en los diversos espacios cartageneros y siempre han conseguido conmover a quienes los observan con atención. Tanto en la pintura, como en la música, la fotografía, el cine, la literatura o la gastronomía la ciudad ha sido un referente nacional. Su legado histórico, no sólo el de la Colonia, sino el que da inicio a la República es fundamental para la consolidación política de Colombia. Es en ese ambiente donde, por citar un ejemplo, se establece en 1886 la Escuela de Bellas Artes, dirigida por Epifanio Garay, por iniciativa del gobierno del Presidente Núñez.

Hablamos con la verdad: Cartagena tiene que reinventar sus propuestas turísticas. No tenemos ni lo tendremos jamás, las mejores playas de Colombia y mucho menos las del Caribe continental e insular. En nuestro país existen muchos otros destinos, tanto en nuestro territorio como en las naciones cercanas, que son más atractivos en este aspecto. Ya es hora de que despertemos y hagamos de este “noble rincón de los abuelos” un verdadero patrimonio cultural que deleite el espíritu creativo de propios y extraños. 

Proyectos culturales, como la presencia de museos y centros dedicados a la difusión de las ciencias humanas, deben fortalecerse en este corralito de piedra. Es un hecho que dichos sitios, que con sus muros y corredores centenarios, cuentan historias fantásticas. Sin embargo, la falta de apoyo de los gobiernos, tanto locales como nacionales, dificulta notablemente que la proyección de su trabajo, se conozca en otras latitudes y sea destacado a nivel internacional, a pesar de que se realizan numerosos viajes para dar a conocer a Cartagena. Hay mucho camino por recorrer en este sentido. Los eventos que estimulen la producción creativa y la reflexión crítica son muy pocos y en verdad no se explorar posturas dinámicas que den lugar a cambiar el rumbo de este turismo de “chancletas”, que tan a menudo nos visitan. Si, por ejemplo, organizaran mayor número de festivales culturales, encuentros de artistas plásticos, actividades teatrales o musicales, seminarios de historia y otros temas similares es un hecho, que esta ciudad crearía una tradición muy valiosa y reconocida a escala mundial. No afirmo que no existan. Por supuesto que los hay. Lo que pasa en que pueden promocionarse mucho más cuando se ofrece internacionalmente a Cartagena como destino. Es una función que las autoridades locales han dejado de lado, permitiendo que las actividades promovidas por los particulares anden “sueltos de madrina”, como se dice coloquialmente.  Este debe ser un esfuerzo entre todas las fuerzas vivas de la ciudad, con miras a ofrecer un servicio óptimo y constante. De ello depende, en mucho, que nos hagamos a una buena fama, que se aumenten los ingresos económicos no sólo para bares y hoteles, sino para la ciudadanía en general.

Vale la pena que miremos lo que se hace en países como México y Perú. Es verdad que ambas naciones cuentan con un legado arqueológico prehispánico mucho más atractivo que el nuestro. Pero también han puesto los ojos en otros aspectos culturales como lo es la gastronomía. En estos sitios han internacionalizado la fusión que se ha dado entre los platillos europeos y los originarios de nuestra América. Se sienten orgullosos de esto, tanto así que en todo el mundo se reconocen los chiles de la tierra de los mayas y los aztecas, así como la internacionalización de la culinaria peruana es apreciada por los gastrónomos especializados, dándole un sitio de honor.

Pero nosotros no hacemos nada al respecto. Es bien sabido que la cocina del Caribe colombiano, en general, y de la mesa cartagenera, en particular, es reconocida como capaz de satisfacer a los más exigentes paladares. El resultado de la presencia de África, América, Europa y los países árabes, con sabores y colores vigorosos, resulta muy atractivo para todos los paladares. Aún así en esta urbe son muy pocos los sitios que se especializan en la cocina vernácula. Es más fácil conseguir sushi, por ejemplo, que una buena posta negra acompañada de patacones y arroz de coco. No me resulta ni encomiable ni lógico creer que en Tokio fuera más fácil comer yuca frita que un teriyaki. Igual ellos no viajarían miles de kilómetros para venir a probar alimentos que les son tan familiares. Esto que sucede en nuestra ciudad es una especie de “malinchismo”, como dirían en el D.F. Es hora de que valoremos lo nuestro sabiendo que podemos proyectar nuestra herencia cultural como elemento cultural que fortalece el interés de los visitantes. Esto sucede, como bien sabemos, en varios países de Europa, como Francia, Italia o España, entre otros lugares.

Llegó el momento de que empecemos esta labor de darle un sitio de honor a la cultura en el campo del turismo. No olvidemos que se hace “Camino al andar”. Tenemos el deber de darle un nuevo destino a nuestra ciudad. Ese compromiso moral está en nuestras manos. No lo dejemos escapar.


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