Yolanda Pupo de Mogollón. Alama, vida y corazón en el MAMC

Echemos cuento...El arte se ser Yolanda.


El Arte de ser Yolanda

Por Claudia de la Espriella.*

  Para Yolanda Pupo de Mogollón.

Existen personas que uno no recuerda cuándo las vio por vez primera. Yolanda y su familia están en mi memoria desde los días de mi infancia. A mi abuelo Juan Antonio le escuché referirse al padre de ella con admiración y aprecio. Siento  que ella es una familiar cercana a nuestra casa. Aunque no existe parentesco consanguíneo, evidentemente si hay un vínculo espiritual muy fuerte: el amor por todo lo que representa la cultura  de Cartagena y Colombia.

Yolanda es una mujer con un profundo afecto por la tierra que la vio nacer. Está siempre dispuesta a emprender cualquier iniciativa artística que nutra  el espíritu de sus habitantes. La creatividad de los cartageneros es evidente y ella ha estado atenta a dar todo para transformar sueños en realidades. Ese vigor silencioso, con una mirada amable, ha abierto todas las puertas necesarias para hacer crecer y solidificarse muchos proyectos culturales.

En esta ciudad el mar nos saluda cada mañana y el sol empieza a resplandecer desde el alba. Es un lugar ideal para cualquier acuarelista. Los espacios de nuestra ciudad respiran brisa marina, saben a vida tropical y han sido testigos de historias legendarias, acontecidas desde ese lejano 1° de junio de 1533. Es entendible que artistas sensibles a los juegos lumínicos del agua, como Hernando Lemaître o Tere Perdomo, realicen obras extraordinarias  donde los reflejos volátiles de las luces sean los protagonistas de primer orden.

Este entorno marinero es la semilla profunda que hace que cualquier expresión artística, sea esta la pintura, la escultura, la música, el teatro, el cine o la poesía se expresen con una fluidez única e irrepetible. La fusión triétnica contribuye a una excepcional cultura que cautiva a propios y extraños. Para espíritus especiales como el de Yolanda, Enrique Grau  y Alejandro Obregón, estás realidades se tornan un propósito de vida ineludible: El fundar el Museo de Arte Moderno de Cartagena (MAMC).

Desde la segunda mitad del siglo XX y gracias al crítico de Arte  cubano José Gómez Sicre, quien planteó la importancia de establecer museos de arte moderno en Hispanoamérica, se comienza a cristalizar dicha idea en Colombia. En el año 1957, bajo la iniciativa de Marta Traba, abre sus puertas al público el Museo de Arte Moderno de Bogotá (Mambo). A partir de este momento, los artistas de las principales ciudades del país empiezan la aventura, casi quijotesca, de buscar sedes y financiamiento para otros espacios culturales similares.

Después de un poco más de  dos décadas (1979), Grau y Obregón ven este sueño materializarse. El sitio donde se establece no puede ser más bello. Se ubica en la histórica Plaza de San Pedro,  ocupando un edificio que data del siglo XVII. La tradición y la mirada hacia el futuro se abrazan es esos muros llenos de pinturas y esculturas emblemáticas de este país Caribe, Andino y Amazónico con creaciones de Enrique Grau, Alejandro Obregón, Cecilia Porras, Hernando LemaîtreIgnacio Gómez Jaramillo, el peruano Fernando de Szyszlo y Eduardo Ramírez Villamizar, entre otras muchas. Estamos hablando de más de 300 obras en su haber.

Allí está Yolanda Pupo de Mogollón para dirigirlo, para lidiar con los temperamentos casi siempre irascibles y emotivos, que poseen los que se mueven en  el mundo de  la creatividad. Muchos de ellos con unos egos gigantes, a los que admiramos pero que, hablando francamente, no quisiéramos tener en casa diariamente. Y ella, siempre paciente, tolerante, sonriente, escucha tantas quejas y requerimientos. Busca las palabras más directas y suaves,  para aconsejar, proponer  una solución sabia y factible que dejará plenamente satisfecho a sus interlocutores. Si existiera un premio a la paciencia, ella menuda, con sus rizos de rubios, su vestir clásico y discreto,  se lo hubiera ganado. Jamás le vimos un gesto de disgusto o altanero. Ese control de sí misma demuestra que tiene una inteligencia emocional privilegiada.

Yola es muy cálida en su trato. Gran anfitriona que hace sentir a todos como si estuviéramos en nuestra propia casa. En 1981 vino a Cartagena, ese genio del cine italiano Bertolucci. Ella organizó una cena en su casa para él y sus amigos cercanos. Vivía con Lucho Mogollón (Q.E.P.D)y sus hijas  en una bella casa  del entonces Colpuertos, en Manga. Fuimos mi padre y yo.  Todos estábamos muy  interesados en conocer de cerca al director de películas como “El último tango en París” y “Novecento”. Él hizo su aparición y una multitud de aplausos se escucharon en la sala.  Llevaba sobre los hombros una especie de echarpe y daba la impresión  que no sabía bien qué hacer con esa prenda. Ella se dirigió al cineasta  y en un lenguaje muy cartagenero le dijo: “Bertolucci, dame acá ese capisayo niño, y ponte cómodo”. Esa es Yolanda. La persona que desea ver que sus contertulios disfruten ese momento especial  de reunirse con gente amiga,  afines en gustos y apetencias intelectuales.

Han pasado 45 años desde que ella asumió el compromiso ciudadano de darle vida y oxígeno al Arte. No  fue nada fácil.  Un parto difícil y prolongado.   Los que nos movemos en la cultura sabemos que  en este país se campea la negligencia  gubernamental, tanto local, como nacional, frente a este tema. Mantener el espíritu vivo de la creatividad artística, que alimenta los centros culturales requiere de gran entereza y pasión. Es una  realidad de que en estos sitios que cuando hay para pagar la luz, no hay para pagar el agua  y viceversa. Se necesita mucho amor y compromiso para no dejarlos morir de inanición e infinita indiferencia. Una labor cumplida con creces. Yolanda y el Arte han formado un todo que  deja su huella grabada en esos muros centenarios del MAMC. 

Ahora llegó la hora de su retiro.  Es indispensable darle las gracias a ella. Sin embargo, esa palabra se queda corta para una labor que muy pocos hubieran podido hacer con tanta transparencia, eficacia  y entereza.

                                                                            Cartagena, abril de 2024.

*Miembro de Amigos del MAMC. 


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