El gato


Este es un texto tardío. Quizás lleva unos seis meses sobrecalentándose pero de alguien muy sabio aprendí que el tiempo correcto de las cosas es cuando suceden, justo lo que llamamos ahora.

La historia cuenta, más o menos, que un físico de apellido Schrödinger formuló una paradoja en la que metió un gato y un recipiente con cianuro con un dispositivo detonador dentro de una caja sellada. Al estar cerrado el contenedor, al ignorante espectador de semejante locura no le queda más que suponer que hay 50% de probabilidad de que el dispositivo se active matando al gato y otro 50% de chances que no ocurra nada por lo que el minino vivirá. El chiste del físico es que, ante la imposibilidad de verificar, el gato está vivo y muerto al mismo tiempo.

Este texto no pretende ser un decálogo de ciencia, ni un spoiler de una serie de comedia –¡bazinga!– ni el de una serie de ficción. Quizás, este texto es demasiado obvio pero también aprendí de alguien que el sentido común es el menos común de los sentidos.

Seis meses después de declarada una pandemia y con la desafortunada coincidencia de estar viviendo el gobierno más irregular de los últimos veinte años, los colombianos aún seguimos tirándonos los unos a los otros. Una pandemia no fue suficiente para detener el alocado ritmo de vida de un país en el que sus habitantes tienen poco respeto por su prójimo, donde se sigue matando y se sigue robando. Donde se sigue maltratando a los más vulnerables. Donde poco a poco ya no importa nada.

Se insistió mucho en que era tiempo de cuidarnos pero aún así hubo valientes, o desesperados, a los que la dura situación les obligó a lanzarse a buscar el sustento. Lo que poco he entendido es el arrojo de los que se sentían presos en su propia casa y extendieron, usando sus vehículos, el kilómetro cuadrado al que les era permitido salir. Somos seres sociales pero es paradójico que estando reunidos sea más importante meternos de cabeza en un “espejo negro” ignorando lo que alrededor ocurre para a través de él decirle al mundo que somos libres. Nos mentimos y lo sabemos.

Este es texto post-pandémico. Lo es porque ya actuamos como si todo esto ya hubiera pasado.

Escribo desde una atalaya, incluso pensando si he sido el único idiota que ha preferido cuidarse lo más que puede evitando salir. Observando desde mi ventana a un mundo que está, como el gato, al mismo tiempo vivo y muerto. Soy consciente de que tendremos que volver y tengo fé de que esto pasará. Aunque si esta situación es una broma del destino, al final ¿qué es de la vida sin bromas?

Por favor, no olvide ponerse el tapabocas antes de salir de casa.

 

Foto del encabezado: Eduardo Sanabria ig: @edoilustrado https://www.instagram.com/p/B915Aral7Bk

 

SORBO FINAL: Va a trago corto, como un espresso. El periodismo podrá ser fiscal, pero no juez.

 


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