La isla refugio de Tokio y Río [Vanity Fair]

Y Tokio entendió a Zuleta


Para mi, la felicidad se parece a lo que cantaba Ismael Rivera en Mi Jaragual: 

Yo dueño de mi jaragual me siento,
cantándole mi canción al viento,
un cacique patriarcal, viendo mi perro guardar,
mi tesoro y mi mujer que inmenso.

Sin embargo, hace un rato leí algo en la revista española Yorokobu que hacía referencia a que los seres humanos no fuimos programados para ser felices. Mencionaba el artículo que el califa Abderramán III, pese a sus conquistas y a sus riquezas, lo máximo que pudo contabilizar fueron catorce días de felicidad. No he contabilizado los míos pero puedo decir que consumí una buena parte de ellos hace un par de meses. Es cierto que la felicidad es etérea y nuestra lucha diaria va encaminada a que una vez conseguida esa felicidad, nos dure lo que más se pueda. La esperanza es que la felicidad también es cíclica, va y vuelve; pero también es sorpresiva, vuelve de la forma en que menos te lo esperas.
No se fíe usted, mi amigo, de la cara falsa de esta sensación maravillosa que nos quieren vender. Estamos bombardeados por todos lados: prensa, televisión, redes sociales. Y casi siempre es lo mismo: una paradisíaca playa con el amor de toda la vida (dígase pareja, mascota y/o vicio). Estanislao Zuleta lo decía en su Elogio de la Dificultad:

La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de Cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y por lo tanto también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición.

Leyendo eso y a riesgo de hacer un spoiler, entiendo a Tokio cuando dejó a Rio... Mil perdones a los que no se han visto aún la tercera temporada de la Casa de Papel, aunque a estas alturas de la vida quizás no sea yo quien ya haya revelado este misterio seriéfilo. Puede ser que la renegada leyera a Zuleta en sus aburridas noches de felicidad.
Tranquilidad no es lo mismo que felicidad, pueda ser. Confundimos la una con la otra porque es lo que nos han enseñado y decidimos aprenderlo. ¿Qué le vamos a hacer? El reto estará en distinguir dos sensaciones tan afines y tan parecidas. Y elongarlas... lo más que podamos. Por ahí dicen que la felicidad se disfruta a sorbos, igual que el café. Café de letras como el que le traigo yo. ¡Servido!

Foto del encabezado:  https://www.revistavanityfair.es/cultura/entretenimiento/articulos/isla-pelicano-casa-de-papel-panama-donde-esta/39703

SORBO FINAL: Es triste lo que pasa en la Amazonía, sí. Pero viene pasando hace rato. Lo advirtieron las comunidades indígenas del Brasil antes del ascenso del presidente Bolsonaro y fueron ignoradas. No se confunda que el tema no pasa por el espectro político de quien detiene el poder sino lo que hace. Las palabras son muchas y todas se las lleva el viento. Mida el potencial de su candidato en función de cuántas de ellas podrá concretar en acciones. Mire que octubre está a la vuelta de la esquina...
 


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