El miedo en sus ojos


Era un miedo milenario, salido de sus raíces ancestrales negroides entremezclado con la imperturbabilidad indígena; pero miedo al fin. Aunque ella sabía que había instituciones y personas amantes de la cultura y la buena educación, aún no había soluciones concretas para materializar la movilidad social y cultural que su país requería.
Sus ojos se aguaron al recordar todo lo que habían logrado en la mesa de conversación con los representantes del Ministerio y con la misma Ministra. Decisiones que se venían al traste. Máxime ahora cuando veía como dilataban las cosas y ponían la educación en el plano económico como lo había manifestado un representante del gremio de los educadores que siempre los ha acompañado en esa lucha aparentemente infructuosa, pero que serviría de lección a un pueblo adormecido en reallytis, telenovelas, programas de farándulas y de fútbol que lo hacen olvidar la importancia de aprender a crecer como civilización independizándose de la esclavitud de sus principios y valores culturales. Soñaba con una nación que buscara un rumbo que la desatara de la enajenación, “el saqueo, la opresión y el abandono”.
Recordó que ya en la educación secundaria habían logrado introducir un sistema de información a nivel nacional que permitía evaluar todo lo relacionado con la administración de la educación tales como el número de estudiantes, los alumnos desertores, la inversión per cápita por alumno desde el preescolar hasta el último nivel de la básica, pero que no hacía nada por mejorar la calidad de ésta. Siempre les echaban la culpa a los maestros.
Entonces se acordó que había leído en la prensa las declaraciones de Orlando Pulido, asesor de la Relatoría Especial para Naciones Unidas en derecho a la educación, quien manifestaba: “Se ha instalado la idea de que la calidad es el principal problema de la educación, y lo que pensamos desde otros ámbitos, en América Latina y en el movimiento educativo internacional, es que se debe enmarcar en las garantías al derecho a la educación. Podemos mejorar la calidad de los procesos educativos en el aula o la formación de los docentes y no resolver los problemas para el disfrute pleno del derecho a la educación".
Sí, porque siempre se valen de la información del número de capacitaciones, con criterio mercantilista y sin seguimiento ni evaluación, a los docentes; además, de los resultados de las evaluaciones externas tanto nacionales como internacionales para decir que la educación colombiana está en último, o penúltimo, o antepenúltimo por culpa de las pésimas estrategias pedagógicas de los maestros. Pero no expresaban, con lujos de detalles, cuáles eran los países desarrollados que las presentaban. Siempre son los mismos países que puntean en el listado. Asimismo, nunca se han preocupado qué se hace con esa formación académica recibida por los discentes después que egresan de la universidad o del colegio ni de la calidad de vida de esos egresados. No lo que interesa es el dato y las frías estadísticas.
¿Pero se han preguntado en que condiciones estudian esos niños o jóvenes, los nuestros y los de ellos? ¿Los núcleos familiares de esos niños o jóvenes son sólidos o son como los de nuestros niños y jóvenes, disfuncionales? ¿Se han preguntado si sus padres tienen buenos empleos, son profesionales con altos principios de responsabilidad familiar, social y humana que ganan lo suficiente para mantener altos niveles de vida a sus hijos? ¿Se han preguntado cuantas veces viajan, salen de excursión a sitios diferentes para realizar aprendizajes significativos por fuera de las aulas sin tener que ser acosados por las autoridades escolares, porque puede haber contingencias y los maestros siempre serán los irresponsables? Y así habría que preguntarse con qué criterios se va a competir o evaluar el sistema educativo nacional cuando se conoce que existen muchos otros factores que inciden para bien o para mal en el rendimiento escolar de los niños y jóvenes, y que, para colmo de males, nunca se han tenido en cuanta al momento de poner a competir a los estudiantes en tan importantes competencias con tan competentes países.
La joven también se puso a pensar que lo que decía el Presidente y la Ministra con todos sus asesores incluidos, aburguesados por cierto, era inaceptable para ellos. Ahora habría que recurrir a las marchas, la protesta, los paros escalonados y todas aquellas herramientas consideradas básicas para ser escuchados; pero tenían que luchar contra aquellos enemigos creadores del caos, propiciadores de la violencia, para demostrar que si quieren un país mejor donde quepan todos sin distingos de colores partidistas. Ella sabía que esa “utopía” - sería la primera en cristalizarse desde el nacimiento de los tiempos - tenía que construirse lo más pronto posible para no desbarrancarnos. ¿Qué iban a saber la Ministra y el Presidente de calidad de educación para un pueblo multicultural, diverso y en condiciones que nunca han conocido a cabalidad, sino desde las ventanillas de sus aviones o de sus autos? ¿A caso ellos se metían con cuarenta o cincuenta adolescentes durante cuarenta semanas de clases a soportar las adversidades y los desamores de la educación?
Sólo para ella había una solución, mirar la educación desde lo humano y no desde lo económico. Como diría su amigo Ricardo Chica “Se convirtió la escuela en una especie de pararrayos social, pues, se escogió el escenario escolar para tratar de solucionar y compensar todos los males que nos aquejan, según todas las manifestaciones violentas: contra la mujer, sexual, suicidios, intrafamiliar, urbana, juvenil, conflicto armado, microtráfico. Así no aguanta.” Si, así no aguanta ni esta educación básica ni la superior. Esa que esta destinada para ser pirateada por los corsarios del mercado, quienes creen que la educación no es un derecho fundamental y si una mercancía dependiente de los vaivenes de la bolsa de valores.
Sus ojos se llenaron de lágrimas quizás de la emoción de pensar con el corazón y de saber que todavía existían personas creyentes en sus juveniles ideales. Sintió que la frase no debía llenarla de zozobra, sino de energía para seguir preparándose intelectualmente porque su presente era su futuro. Quien claudica da su brazo a torcer y ellos eran los llamados a generar las transformaciones requeridas para cambiar ese esquema retorcido y excluyente con el que habían vivido sus padres.
* Profesor de castellano y literatura del Distrito de Cartagena de Indias y docente de Comunicación oral y escrita de la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco


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