Hay que reconocer que las Islas Británicas son un mundo fascinante, pero a la vez extraño. En ella coexisten a veces pacíficamente, otras no tanto, seis naciones: Inglaterra, Escocia, Irlanda; Gales, Irlanda del Norte y la Isla de Man, en orden de tamaño. La única que existe sola en su propia isla es la más pequeña, las otras comparten tierras en las mismas islas: por un lado, Inglaterra, Escocia y Gales; y, por el otro, Irlanda e Irlanda del Norte. Para complicar las cosas, cuatro de las seis naciones hacen parte del Reino Unido: Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte; una, la Isla de Man hace parte de la Corona Británica, pero no del Reino Unido; e, Irlanda es una república independiente desde 1916, poco más de un siglo. Este galimatías no lo ha podido entender ni la FIFA, que permite que cuatro regiones de un mismo país (el Reino Unido) compitan como repúblicas independientes, la Isla de Man no lo hace porque pertenece a la Federación Inglesa de Fútbol. Todo este ser únicos se refleja en la forma de conducir y de transitar al contrario de todo el mundo; por un sistema de pesas y medidas que no corresponde al universal y lógico sistema métrico decimal; y por un sistema de moneda circulante que se racionaliza decimalizándose en 1971, con una libra esterlina compuesta por cien peniques. Antes una libra eran veinte chelines y un chelín doce peniques.
Lo que poca gente conoce es que, por un lado, los británicos tienen una deuda con el Darién colombiano, así ahora parte de él sea panameño, que jugó un papel clave en la formación de Gran Bretaña. Y, por otro, que, en las luchas de Independencia incluyendo el sitio y toma de Cartagena de Indias por Pablo Morillo y sus huestes, intervino un escocés del clan de los MacGregor, que terminó peleado con Bolívar y estafando a media Escocia y un pedazo de Francia.
Pero, vamos por partes, empezando por el Darién y su papel en la formación de Gran Bretaña a finales del siglo XVII y comienzos del XVIII.
I. La Gran Bretaña se forjó en el Darién colombiano
En los años cincuenta del siglo pasado, el historiador Arnold Toynbee, parado frente al Castillo de San Felipe en Cartagena de indias, dijo: “Gracias a ti no hablan inglés en Suramérica” recordando la derrota que a los pies de la fortificación habían sufrido los ingleses al mando del Almirante Vernon en 1741. Lo que no hizo Toynbee fue viajar al Darién a agradecer a los descendientes de los aborígenes primitivos y de los españoles invasores su contribución a la constitución de Gran Bretaña en 1707. Una tremenda falla de uno de los grandes historiadores de la edad moderna.
Para entender ese aporte colombiano tenemos que remontarnos a finales del Siglo XVII cuando Escocia, en ese entonces un reino independiente, vivía una fuerte crisis económica. Como hemos aprendido todos los que hemos tenido oportunidad de oír a un gurú empresarial: “las crisis son oportunidades”, así lo vieron los escoceses adelantándose a su tiempo pues entonces no existían los gurús que hoy pululan. Reaccionando a la muy difícil situación que incluía hambruna generalizada, el parlamento escocés creó en 1695, la Compañía de Escocia para que, entre otras cosas, levantara fondos a través suscripciones públicas para “negociar con África y las Indias”. En ese entonces, como es de público conocimiento, las Indias Occidentales eran lo que hoy conocemos como América.
Continuará…