Vivan Cali, Chipichape y… la FIL Cali 2025


Finalmente, salió la programación de la FIL Cali 2025 y estoy invitado a presentar Las bocas del silencio el 24 de octubre día en que se inaugura la feria. Además de ser —que lo es— un gran honor, desde un punto de vista personal representa una inmensa satisfacción: fue Cali la ciudad donde crecí y me hice grande. 

El conversatorio con el escritor Antonio García Ángel se realizará a unas pocas cuadras del colegio donde ambos cursamos el bachillerato, el San Juan Berchmans, también conocido por nuestros maldicientes del San Luis, el Pío XII o Santa Pedrada como el Hogar de la Joven. Esa competencia intercolegial nos obligaba a ser mejores en las cosas importantes de la vida, como, por ejemplo, el baloncesto, cosa que casi nunca lográbamos.

En ese Cali nada quedaba lejos. Viví en tres barrios de la ciudad: San Fernando Bajo, Juanambú y Sears. En ellos, más Dapa, en las montañas de Yumbo, fui muy feliz dedicado a tres cosas vitales: la barra de amigos, el fútbol y la lectura, en ese orden —y en desorden también—. A todo eso se unía la mejor piscina del país y, por qué no, del mundo: la del Club San Fernando. En ese entonces no existían las restricciones de hoy —que apoyo como abuelo, pero que hubiera odiado a los diez o doce años—. Éramos indestructibles, y, más aún, jugando a la lleva por las tres piscinas, los trampolines, el rodadero, etc. A ese mundo libertario se sumaban la mejor salsa con papas fritas y las mejores empanadas de la ciudad.

Los recuerdos no se detienen aquí: tendría que hablar de mi equipo de fútbol, el Unión Juvenil; de mis amigos los Pizano, Guzmán, Obando, Peña, Umaña, Prado, Zamora y tantos otros; de las monitas de las que nos enamoramos en colectivo y que, en colectivo, no nos hicieron caso; de los intentos imposibles por aprender a bailar (Anamarta, cada vez que puede, se lamenta de haberse juntado con el veintiúnico caleño que no sabe hacerlo); de las personas que trabajaron en la casa, como Berta Mina y el maestro Erazo (pastuso él), que nos mostraron otros mundos distintos, más pobres en algunas cosas y más ricos en otras.

En fin, voy para allá, Cali, donde conversaré con Antonio, un autor de tanto talento que escribió Que pase lo peor, un monstruo de libro del que hay que hablar muy bien sin poder decir nada de su contenido.

Nota bene: Gracias a Paola Guevara, María Alejandra Sánchez, María Victoria González y Mario Fernando Prado, un póker de ases que hicieron posible esta presentación. Ahhh… y la ayuda de Iván Díaz, Carlos Mira y Gustavo Gómez, compañeros de colegio que hacen realidad aquello de “donde hay un Berchmans hay un caballero”.